lunes, 21 de julio de 2014

Y después de la resaca futbolera ¿qué?

Nuestro mundo parece desde la lejanía una esfera geométricamente redonda, aunque no lo es. Tampoco las pelotas de fútbol ni las de los pelotudos forofos xenófobos ─ no solamente en Europa los hay ─ lo son. Sin embargo, para Nike, Adidas, Puma y demás compañías del género, la tierra fue durante las últimas semanas un balón de fútbol y un negocio verdaderamente redondo. El poder de la mercadotecnia  convierte incluso la caca en oro. Lamentablemente así fue, así es y así será. ¡Fútbol hoy, fútbol mañana, fútbol toda la semana!

El fútbol, como espectáculo de masas, tiene una componente social particular que lo diferencia de otros deportes como el tenis, golf o baloncesto y es el hecho que los futbolistas por lo general son considerados por los aficionados como los “representantes del pueblo trabajador”. No es casual entonces, que la hinchada vea en ellos a “héroes” o “soldados con botines defensores del honor de la Patria”. Un ejemplo patético es la mal llamada “guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador. Aunque la guerra no fue por causa del deporte, el proyectil calibre 22 que al ritmo del “Pájaro Picón, Picón“ se incrustó en la columna vertebral de un amigo hondureño-salvadoreño, es un triste recuerdo de aquel día de junio de 1969 en San Salvador. El chovinismo local, regional, nacional y continental, como expresión del nacionalismo exacerbado a nivel deportivo, ha existido lamentablemente desde que se juega al balompié.

La manipulación político-económica de este deporte por parte de los organismos internacionales que regulan y reglamentan el espectáculo deportivo, sobre todo los eventos mundiales y continentales, lo convierte en un instrumento en función del capital financiero y de la política de estado. Detrás de la visita de la canciller Angela Merkel al equipo alemán en los vestuarios o los comentarios de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se esconde un propósito político calculado. En este sentido, el deporte en general también sirve para distraer la atención del ciudadano de los problemas socio-económicos nacionales actuales. No sería la primera vez que en algún parlamento se apruebe una ley antipopular en el momento en que los aficionados celebran un gol de su selección gritando a todo gaznate.

¿Qué el estado de Israel esperó la coyuntura del mundial de fútbol para masacrar a la población palestina en la Franja de Gaza? Pienso que no. Este gobierno ─ demostrado está ─ ha intervenido militarmente en el Oriente Medio sin importarle un comino la opinión mundial. Mientras tanto, los medios de comunicación informan de la intensificación de la ofensiva militar israelí y de las decenas de muertos y heridos causadas por los bombardeos en el barrio gazatí de Shiyahiya.

Pero los mundiales de fútbol, más allá de ser una fuente inagotable de dinero y manipulación, también son un pequeño oasis en el desierto de soledad e  impotencia civil en que se ha transformado el mundo globalizado.

Y después de la resaca futbolera ¿qué? Pues nada, queda tal vez la ilusión y la esperanza que algún día, un país de la periferia capitalista será campeón mundial. Mientras tanto, la clase social trabajadora seguirá laborando duro para ahorrar unos centavitos, pues Moscú 2018 ya asoma en el horizonte, independientemente de lo que suceda en Ucrania o en la Franja de Gaza… y al chiquillo hay que comprarle una camiseta con la imagen del nuevo ídolo, puesto que la de Cristiano Ronaldo ya está desteñida y desgastada.


¡The Show must go on! 

viernes, 11 de julio de 2014

¡Adiós Holanda!

Bien. Emocionalmente hablando, para mí el mundial de fútbol 2014 se terminó en el momento en que Maxi Rodriguez hizo lo máximo por Argentina. A Holanda o más bien, al ególatra Louis van Gaal le salió el tiro por la culata. Sin duda alguna, Holanda ha producido y seguirá produciendo excelentes jugadores de la talla de Johan Cruyff, Marco von Basten, Ruud Gullit o Dennis Bergkamp y sus selecciones nacionales siempre comenzarán los mundiales con brillo, con fuerza, con buen fútbol y con buen estilo, pero al final serán víctimas – mientras no cambien – de sus dos grandes defectos: la arrogancia y la soberbia.

Louis van Gaal en un “golpe de mano” contra Costa Rica colocó al gigantón Krul para asustar a los “enanos” costarricenses, para meterles miedo, para “comerle la mente” a los jugadores. Van Gaal se pavoneó– y disfrutó– con la “brillante” estratagema. La poderosa Holanda, digo van Gaal, tuvo que recurrir en los penaltis a trucos “psicológicos” para amedrentar a los Ticos. ¡Vaya poderío!

Pero todo esto ya es historia. ¡Adiós Holanda, hasta en cuatro años!

El próximo domingo se enfrentaran Alemania y Argentina por el título mundial. No me importa quien gane, puesto que mi umbral de tolerancia emocional es tan amplio que Argentina tiene allí también su rinconcito. Si gana Alemania tendré la satisfacción de haber apostado racionalmente por un sistema moderno de fútbol cuyos prototipos se encuentran en la España campeona del mundo y de Europa, en el Brasil de Pelé, Tostao, Rivelino y Gerson y en la Holanda de Johan Cruyff; lubricado este engranaje con las cualidades típicas del fútbol alemán. Garantía de triunfo no existe, pero el fútbol, a diferencia del tenis es un juego de equipo, y el de Alemania ha demostrado precisamente eso: ser una escuadra compacta, una Mannschaft unida una piña teutona. Una máquina puesta a punto en los últimos ocho años, un colectivo de profesionales del deporte en el cual la “súper estrella” brilla por su ausencia. El Rey Pelé fue uno más en Suecia y en México; Xavi e Iniesta lo fueron en Suráfrica, Austria y Ucrania. Desgraciadamente no puedo decir lo mismo del Brasil de Scolari con su legión de centurias y de la Argentina de Lionel Messi.

Messi, el Mesías, la Pulga  o el “hijo de Dios en la tierra” es, sin duda alguna, el mejor futbolista actual del planeta y definitivamente un jugador capaz de cambiar en segundos el desarrollo de un partido. Como decía Juan Román Riquelme, el jugador argentino del Boca Juniors y seleccionado argentino en su crítica-elogio: "Messi es el único jugador que corre más rápido con el balón en los pies que sin él".

Puede suceder que “La Pulga” vague – camine sin rumbo – por el campo como un sonámbulo durante 88 minutos, causando la impresión de estar soñando con su abuelita, pero en el momento menos pensado se despierta súbitamente precisamente en el instante en que Javier Mascherano mete la bola en un espacio vació; Messi arranca como un endemoniado, perdón, vuela como un arcángel caído del cielo, dejando a los rivales clavados como banderillas en un eslalon de esquí alpino marcando finalmente un golazo para los libros de historia futbolística.

Y, ¿Qué decir de los gladiadores brasileños actuales? Pues la verdad que el equipo actual nada o muy poco tiene que ver con aquellas orquestas sinfónicas de 1958 a 1970 en las que cada artista era un virtuoso en su especialidad.

En todo caso, gane quien gane o pierda quien pierda, el menú de la cena del domingo en casa ya está decidido y ordenado:

Menú del día “Final Copa do Mondo 2014”
Para picar (Amuse-bouche)
*Pulpo portugués machacado en piedra bávara*
Entrada
*Ancas de rana francesa al ajillo en salsa de vino del Rin*
Segundo (plato frío)
*Cuscús argelino con trucha tornasol de Suabia*
Plato principal
*Filete argentino asado al palo de abeto de Turingia *
Postre
*Sorbete de Mango y Maracuyá del Mato Grosso al estilo Selva Negra*
Decoración de mesa
*Tulipanes de Rotterdam en floreros de cristal de Jena*

¿Qué le parece, querido lector? Pura vida, ¿no?

viernes, 4 de julio de 2014

Si los Dioses jugaran al fútbol

Escribo estas líneas horas antes que se lleven a cabo los dos primeros encuentros de cuartos de final del campeonato mundial de fútbol. Lo hago en modo emocional, obviamente, puesto que la racionalidad cuando se trata del deporte rey no vale un Potosí. También debo confesar que he tomado partido por la selección alemana, y no sólo eso, sino que además he apostado la suma total de cincuenta euros y diez céntimos – no es chiste – y la cabellera, aunque ya escasa y rala, pues los años no perdonan, también es un “objeto” de apuesta. Los pocos pelos que me quedaban fueron a parar al basurero, pues aposté que los alemanes derrotaban a Ghana. Bien. Para sufrir un partido hay que tomar partido. Así pues que hoy por la tarde comenzará mi calvario, que bien puede durar un poco más de 120 minutos.

Pero, ¿qué sucederá esta noche o mañana con los hinchas bravos de aquí y de allá? ¿Cómo reaccionarán los fana-brasileños, fana-colombianos y los fana-ticos en el caso de una eventual derrota? El avezado lector se habrá percatado que no mencioné a los argentinos. ¿Por qué? Porque “Dios” es argentino, porque Francisco tiene conexión directa con él, además sabe de fútbol y allí está Leonel Messi para ejecutar las órdenes del Todopoderoso.

Pero en el universo del deporte hay más que un solo Dios verdadero. El de los argentinos tiene bastante similitud con el Dios de las religiones abrahámicas y por lo tanto, es incomprensible que solo esté a favor de los argentinos. Hay equipos, como el francés, donde están representadas las tres religiones monoteístas clásicas. El caso de Brasil y Colombia es más complejo desde el punto de vista teológico ya que es muy probable que más de algún jugador y sobretodo la hinchada le rece a San Basilio de Palenque o a Macumba.

Ahora bien, estimado lector, si Usted es ateo, le gusta el fútbol y además tiene un equipo preferido que todavía está entre los ocho mejores del mundo, pues le recomiendo que comience desde ya a rezarle al “Dios” de Baruch Spinoza. Eso sí, debe de tomar en cuenta que Spinoza era holandés…y portugués advertirá el bien leído, pero Portugal y el engominado Ronaldo ya son historia.

Yo me quedo en todo caso con Baruch y espero que no sea un mal augurio. ¿Qué dirá el Dios germano Thor con la presencia de Khedira, Özil, Boateng y Podolski en el equipo alemán? Ojalá no se encabrone, pues T(h)or significa gol en alemán y eso es lo que se necesita para ganar. ¡Goles!

Si los Dioses jugaran al fútbol pues tomarían en cuenta que hoy a partir de las 18 horas (en Europa) está en juego no sólo el acceso a la semifinal, sino que la tristeza, amargura y en algunos casos extremos hasta la muerte de algunos amantes empedernidos del balompié. 


¿Permitirán eso los Dioses?