viernes, 24 de diciembre de 2021

La cólera de los chilenos en los tiempos del corona virus

 La cólera de los chilenos en los tiempos del corona virus

La última vez que pisé las calles de Santiago  fue precisamente en octubre de 2019, una semana antes que comenzara la erupción social de un pueblo que durante más de cuatro décadas venía sufriendo las consecuencias más negativas y antipopulares del modelo económico apadrinado por el economista norteamericano Milton Friedman, premio nobel de economía 1976 y apologeta del monetarismo, política económica que según él, constituye la base fundamental para la construcción de una economía estable que garantice el crecimiento sostenido y el desarrollo político-económico.

Según la teoría de Friedman el papel del estado a nivel económico estaría limitado a controlar la formación de monopolios, cuya existencia genera irremediablemente un desequilibrio en las relaciones de mercado, y en la promulgación de bajos impuestos y aranceles aduaneros. Teoría económica opuesta al keynesianismo, paradigma económico cuyas políticas-económicas fiscales requieren la intervención necesaria e indispensable del estado.

El monetarismo-neoliberal de la Escuela de Chicago fue aplicado tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido en la década de los setenta del siglo pasado, para posteriormente imponerse en toda Europa. Empero, es importante señalar, que los resultados económicos de la experiencia monetarista obtenidos durante esos años en ambos países demostraron la ineficacia de las políticas monetaristas neoliberales  para la reconducción eficaz y más justa de la economía nacional.

Sin embargo, fue en Chile, después de haberse perpetrado el golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular presidido por Salvador Allende Gossens que las teorías de Milton Friedman pudieron llevarse por fin a cabo a “raja tabla”. La dictadura militar garantizó manu militari, que el grupo de auto discípulos economistas chilenos de Milton Friedman conocidos como los “Chicago Boys”, tuvieran las manus libres para hacer y deshacer la economía chilena a destajo.

 Sí Michael Jordan, Scottie Pieppen, Dennis Rodman y  Artis Gilmore formaron parte de los gloriosos Chicago Bulls, el famoso equipo de baloncesto norteamericano de la década de los noventa del  pasado siglo, los economistas chilenos serviles a la dictadura militar Sergio de Castro, Jorge Cauas, Pablo Baraona und Roberto Kelly fueron los cuatro “Chicago Bulls Shit” más destacados en el gobierno militar durante el periodo de 1973 a 1990. 

El estrecho vínculo entre los “Chicago Bulls Shit” y la dictadura militar no fue casual ni fortuito, puesto que estos economistas se identificaban de lleno política e ideológicamente con la dictadura militar, y, por lo demás, el monetarismo neoliberal miltoniano estaba en auge en esos años.

Siguiendo las instrucciones de la escuela de Chicago la dictadura militar realizó cambios o reformas estructurales en la economía nacional que impactaron fuertemente a la clase trabajadora. Nombro aquí solamente dos: El Plan laboral de 1979 que afectó y limitó seriamente la capacidad de gestión de los  trabajadores con la patronal y el sistema de pensiones que perdió el carácter de “seguridad social” y se transformó en una “capitalización individual” administrado y gestionado por empresas privadas, las llamadas “Administradoras de Fondos de Pensiones” (AFP).

En resumidas cuentas, las políticas monetaristas aplicadas por la dictadura militar y continuadas por los diferentes gobiernos concertacionistas no tuvieron el éxito esperado por el señor Friedman, por el contrario, Chile sufrió a finales de la década de los ochenta dos de las crisis más grande de su historia, a tal punto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo que intervenir en la economía política chilena.

Es decir, que el pueblo chileno, el “conejillo de indias” del laboratorio neoliberal monetarista, sufrió durante más de cuatro décadas (1973-2019) la parcialidad de la política monetarista y neoliberal capitalista. Sí bien es cierto que Chile ha generado grandes riquezas para unos pocos, también ha producido una gran pobreza en la gran masa anónima. Ahora bien, no es mi interés ni mi intención descreditar en este ensayo las teoría económicas de Milton Friedman, sino más bien resaltar las consecuencias negativas que  dichas políticas tuvieron y tienen en la clase trabajadora chilena. Pues en definitiva, no fue el nobel economista  quien sangró al pueblo chileno, sino la dictadura militar y la recalcitrante oligarquía chilena.

Es en este marco político-económico que surgen los primeros brotes de resistencia popular (la “revolución pingüina”) reflejados en las grandes manifestaciones en los años 2006, 2007,2010 y 2011 de los estudiantes de secundaria, llamados “pingüinos” por el uniforme escolar azul marino-blanco.

Así llegamos al 2019, año en que explota el descontento del pueblo chileno y en Wuhan, China irrumpe con violencia y rapidez el corona virus SARS-CO-V2. Nuevamente el pueblo chileno se tomó las  Alamedas y las calles de aquel ensangrentado Santiago de los setenta del siglo pasado y no las abandonó hasta la fecha, a pesar de la presencia del invisible viral enemigo que también invadió el país de norte a sur.

Cientos de miles de chilenos y chilenas, codo a codo, han expresado diariamente desde entonces su rabia contenida durante décadas y su hartazgo político-social-económico ante  las políticas monetaristas neoliberales impulsadas y sostenidas por los diferentes gobiernos concertacionistas  y de derechas. La cólera histórica del pueblo chileno en los tiempos del corona virus  manifestada en la lucha político-social pese a la represión estatal y la amenaza de la COVID, ha sido el gestor  de este gran triunfo del candidato popular de la alianza política Apruebo Dignidad, Gabriel Boric. Victoria electoral, que podría tener una repercusión importante en América Latina y el mundo. No me sorprendería si Chile se convirtiera en la tumba del paradigma económico monetarista neoliberal.

La participación masiva de la juventud y de las mujeres fue determinante y decisiva en las recién pasadas elecciones presidenciales. Gabriel Boric con sus 35 años se convertirá el 11 de marzo del 2022 en el Presidente más joven de la historia de la República de Chile. Es decir, que serán los bisnietos y tataranietos del Presidente Salvador Allende los que tendrán la posibilidad de convertir las hermosas Alamedas en los caminos por donde transite el hombre libre. Pero para lograrlo, Gabriel Boric tiene la titánica tarea de garantizar que la gestación de la nueva constitución sea un proceso diáfano, directo y  sin compromisos politicastros, pues la nueva carta magna es la condición sin la cual no será posible cambiar el carácter y la estructura del estado chileno. Además, tiene el deber de crear las condiciones político-sociales y económicas para que la nación Mapuche y el pueblo chileno puedan vivir y convivir en bienestar y dignidad.

En fin, Gabriel Boric tiene la oportunidad de tomar a los “Chicago Bulls Shit” por los cuernos   y abolir las  “Administradoras de Fondos de Pensiones” (AFP), garantizar la educación pública y un sistema único de salud  y hacer de Chile un país mejor, más justo y más soberano.

viernes, 3 de diciembre de 2021

Entre la resignación, el fatalismo y la esperanza del homo consumens

 

Entre la resignación, el fatalismo y la esperanza del homo consumens

 

En la naturaleza existen millones de seres vivos los cuales pertenecen a cinco grandes grupos que la ciencia biológica conoce como el reino animal, el reino vegetal, el reino de los hongos, el reino protoctista y el reino móneras. Todo ser vivo es un consumidor de alimentos, a través de los cuales obtiene, por medio de procesos metabólicos simples o complejos, la energía necesaria para vivir, desarrollarse y reproducirse. Por lo tanto, todos los que habitamos el planeta tierra somos consumidores por naturaleza.

Ahora bien, el único animal en la tierra que se destaca por ser un consumidor empedernido es el homo consumens, máquina devoradora de recursos naturales renovables y no renovables. Insaciable especie que se encuentra dispersa a lo largo y ancho del planeta, y desgraciadamente, en estado de proliferación permanente y exponencial. Por lo tanto, no es de extrañar que el homo consumens sea la unidad básica y fundamental en la sociedad de consumo. Es obvio, que, sin él, el diversificado mundo industrial y el mercado no serían fuente de beneficios y exorbitantes ganancias para unos pocos. Está demostrado que el complejo industrial químico-automovilístico-militar junto con las plantas atómicas son los sectores que más daño le han causado y le seguirán causando a la naturaleza.

Aunque el “consumo” en sí, no es la causa primaria de las asimetrías sociales ni tampoco del desequilibrio o desorden ecológico en las últimas cuatro o cinco décadas, sí juega un papel importante dentro de la maquinaria industrial y es, a su vez, una de las variables esenciales que afecta la ley de la oferta y demanda, que es el principio básico en que se funda la economía de mercado. Es por esta razón que el homo consumens  se ha convertido en el blanco principal de los estrategas en mercadotecnia. La batida les ha resultado muy fácil a los cazadores del homo consumens, es decir, a los productores y a los comerciantes, astutamente asesorados por experimentadas y especializadas agencias publicitarias, conocedoras de la psiquis consumista humana. Los psicólogos publicitarios han sabido aprovecharse de manera inteligente y eficaz de las más sensibles debilidades del ser humano, especialmente, de la vanidad y la codicia, para condicionar su conducta de manera clásica, tal y cual lo hiciera el ruso Pávlov con sus perros.

Sin embargo, el dilema de la sociedad de consumo no es consumir o dejar de consumir. Más bien, soy de la opinión, que el gran reto del hombre y la mujer en la sociedad moderna actual y el de las futuras generaciones radica en la capacidad de aprender a vivir y convivir en sociedad y en armonía con la naturaleza. En este sentido, sí el  homo consumens  reflexionara antes de consumir un producto cualquiera, es de esperar que haga las del príncipe danés Hamlet y que exprese taciturno con una calavera de homo consumens en las manos: “To be a conscious consumer or not, that’s is the question”.

¿Cuáles serían los efectos en el mercado, si fuéramos consumidores conscientes y compráramos por voluntad propia aquello que queremos o necesitamos?  O, por el contrario, ¿Quién se beneficia cuando somos presa fácil y nos dejamos seducir por los mensajes subliminales del mercado que nos condicionan a comprar cosas (a crédito o al contado) que no necesitamos y que, en realidad, tampoco queremos comprar?

Estamos viviendo una época en la cual las catástrofes naturales y las provocadas por la mano del hombre, como el calentamiento global, han ido cada vez más en aumento, de tal manera, que no hay ninguna razón para sentirse tranquilo y seguro en el sofá o en la hamaca de su hogar. Si sumamos a este ambiente catastrófico la pandemia causada por el SARS CO V2, es comprensible, pues, que millones de personas expresen su preocupación, su temor y su desconfianza en las instituciones políticas, y, en definitiva, pienso yo, en el ser humano.   

Entre la resignación, el fatalismo y la esperanza del homo consumens moderno, me quedo con la esperanza que los seres humanos sí somos (y seremos) capaces de ir cambiando poco a poco la sociedad. Pienso así, no por romanticismo revolucionario o por miopía político-económica o por desconocer la naturaleza humana, sino porque observo y analizo lo que está sucediendo a nivel mundial con perspicacia. Son muchas las antorchas que están iluminando el túnel oscuro en que se ha trasformado la sociedad moderna. La lucha por la paz, la lucha por los derechos humanos, la lucha por los derechos de los animales, la lucha por el agua, la lucha por el medio ambiente, la lucha contra el gran capital financiero, la lucha contra el racismo, el sexismo y la exclusión de genero, la lucha emancipadora del movimiento feminista, la lucha contra la violencia de género, etc. etc. Sin olvidar aquellas medidas político-económicas tomadas hace un par de décadas que han sido exitosas, como la lenta recuperación de la capa de ozono, el cierre completo de plantas atómicas o la limpieza del río Rin. Todos estos ejemplos son válidos y constatan que sí es posible construir un mejor presente y un futuro esperanzador. Si bien no es mucho ni tampoco suficiente, pero peor es nada. ¿O?

En fin, son tantas las trincheras cavadas en todo el mundo, en las que todos los homo consumens conscientes podemos encontrar un lugar ad hoc, acorde a los intereses y necesidades particulares, para contribuir desde allí a la construcción de un mundo mejor, en el que la paz ciudadana, la concordia, la justicia social y el derecho de   vivir en armonía con la naturaleza sea lo que nos haga más humanos.

A pesar de estar consciente que muchos de los daños causados al medio ambiente en el pasado por el hombre son ya irreversibles, como lo es el cambio climático, no pierdo la confianza en el ser humano. No obstante, y a pesar de la gravedad del calentamiento global de la tierra, no caigo en el fatalismo ni en la resignación kafkiana ni en el nihilismo de Nietzsche. Los terrícolas todavía tenemos futuro.

No le parece, estimado lector, que es una buena y bonita forma de consumir los años de vida que tenemos haciendo algo bueno para uno mismo y para los demás.

Al menos así, digo yo, el CONSUMO (racional) tendría un carácter emancipador y, por lo tanto, revolucionario.