sábado, 25 de marzo de 2023

El lado opaco de Nayib

 

El lado opaco de Nayib

A modo de introducción.

La Asamblea Legislativa de la República de El Salvador aprobó el 27 de marzo de 2022 el decreto 333 en el cual se declara el "RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN" en todo el territorio nacional, por el plazo de treinta días, debido a las graves perturbaciones del orden público por grupos delincuenciales (las maras o pandillas) que atentan contra la vida, la paz y la seguridad de la población. De los 71 diputados ahí presentes (84 en total) 67 votaron a favor y cuatro se abstuvieron. Eso significó luz verde para el inicio de la campaña político-militar y propagandística contra las maras, en el marco de una guerra caracterizada como “total” y sin tregua. Razia que desde décadas era necesaria, puesto que los gobiernos anteriores de ARENA y del FMLN estuvieron más preocupados en mantener sus cuotas de poder, sacrificando la paz y seguridad pública, el orden y la tranquilidad de la ciudadanía.  A tal grado, que las pandillas criminales se convirtieron con el devenir de los años en un poder fáctico político-paramilitar paralelo al gobierno.

La “paz” negociada entre ARENA y el FMLN en 1992 representó, de hecho, solo el final del conflicto armado y de la disolución del FMLN como estructura militar. Pero esto no conllevó ningún cambio significativo a nivel socioeconómico para las grandes mayorías populares. Es decir, el statu quo que fue la causa principal de la guerra civil sigue vigente.  Por lo tanto, el ciudadano de a pie en El Salvador continuó viviendo en la zozobra y en la pobreza y la “calle”, dominada por los mareros, se convirtió en una especie de ruleta rusa salvatrucha. Una “guerra” social con características nuevas y diferentes que generó un estrés psíquico-emocional extremo añadido al cotidiano.  ¡Y vaya que los salvadoreños estamos acostumbrados a la violencia!  Pero es sumamente difícil vivir o sobrevivir así, en un clima de permanente violencia y con el agravante de altos niveles de pobreza. Condiciones de vida inhumanas que deshumanizan más a la sociedad. Nos acostumbramos a vivir de acuerdo con la consigna: ¡Sálvese quien pueda!

Estado de sitio “M”

El “régimen de excepción” o estado de sitio es un concepto jurídico internacional que equivale al de estado de guerra, y por ello se concede a las fuerzas armadas y a la policía, facultades extraordinarias en cuanto a la administración de jurisdicción y resguardo del orden público, pero también para hacer uso de la violencia institucional.

Nayib Bukele haciendo gala de su maestría con el manejo de los medios de comunicación modernos (YouTube, Twitter y otros) ha sabido promover y vender “su guerra total” a nivel nacional e internacional. La antología de videoclips con la que diariamente alimenta él o su equipo y seguidores a los youtuberos y tuiteros nacionales y extranjeros bien debería llamarse Estado de Sitio “M” (de maras).

La imagen pública que se tiene del presidente salvadoreño es la de un joven pulcro, aséptico, de buenos modales, elegante, sano, deportista, bien nutrido y muy catrín, seguro de sí mismo, ducho en la retórica y de alguien quien además se ducha mucho. Ese es el Bukele, el sunnyboy, marca registrada, como salido de un catálogo de moda. No obstante, del lado opaco de Nayib nada se sabe.

En El Salvador los videoclips han sido bien recibidos por la audiencia internáutica y es evidente que la guerra total contra las Maras la está ganando el gobierno. Tanto es así, que Nayib Bukele ni corto ni perezoso no pierde oportunidad alguna para colocarse a motu proprio, medallas y galardones que le permiten aumentar en la ciudadanía la popularidad, la simpatía y el apoyo electoral de cara al futuro.

No así en el extranjero, especialmente en Europa y los Estados Unidos, donde las opiniones son controvertidas y más bien negativas. Aunque hay que reconocer que el guion del “corto metraje”, Estado de Sitio “M”, ha sido bien concebido, así como la bien lograda puesta en escena con todo lujo de detalles; sobresale la actuación magistral del personaje principal  (Nayib Bukele) y la de los actores secundarios (Ministro de Seguridad Pública y el Director o Subdirector de la “Mega-Cárcel” en Tecoluca (lugar de búhos en Náhuatl) y, last but no least , salta a la vista la auténtica, patética y original actuación de los miles de extras, es decir, la mara anónima “M”. En fin, se tiene la impresión de estar viendo una película de Hollywood. A pesar del éxito promocional, no creo que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas le otorgue al director cinematográfico guanaco, Nayib Bukele, algún premio óscar. Ni Bukele es Costa-Gavras, el nonagenario director cinematográfico griego, ni “M” es “Z” (la mejor película de habla no inglesa en 1969). Ya quisiéramos que toda la violencia que vive El Salvador desde hace muchos años fuera ficción.  Desgraciadamente no es así. Es la cruda realidad.

Viendo en los videoclips la tendalada (cantidad) de mareros en fila india corriendo con la cabeza gacha y escuchando los comentarios oficiales de las autoridades, uno tiene la sensación de que los policías (los supuestos “buenos”) estuvieran arreando a los mareros (los realmente malos) como si de ganado vacuno o porcino se tratara. Más allá de los crímenes y atrocidades cometidas por los malos en nombre de las pandillas, el hecho es que no podemos dejar de considerar que se trata de seres humanos por muy atroces y aberrantes que hayan sido sus crímenes.

La deshumanización de la humanidad

El fin primario de todos los conceptos humanistas que han existido hasta nuestros días, desde el humanismo renacentista hasta el humanismo marxista, ha sido el desarrollo integral de los valores del ser humano. Es decir, hacer más humana a la humanidad. Sin embargo, cuando vemos las imágenes de El Salvador y del mundo entero, comprobamos que el hombre se deshumaniza cada vez más. Que los mareros estén en la cárcel por los crímenes y delitos cometidos con el salvajismo típico de personas deshumanizadas es lógico y comprensible. Sin lugar a duda, han violado las leyes de El Salvador y la justicia los condenará. No puede ni debe haber perdón. Lo más preocupante es que observo un proceso de deshumanización desde el presidente de la república, Nayib Bukele, hasta el salvadoreño de a pie. Entiendo y comprendo la rabia, el odio y el deseo de venganza contra las pandillas criminales. Pero ni la autorización legislativa ni el apoyo popular mayoritario puede significar la legalización y legitimación de la deshumanización en un estado de derecho.

Nayib Bukele tendría aquí la oportunidad de demostrarle al pueblo salvadoreño y al mundo entero que es un dirigente de altura, un fuera de serie manifestando sabiduría, cordura y ecuanimidad. Pues todo dirigente político que quiera realmente el bienestar y el desarrollo integral de la sociedad debería saber que los valores ético-morales son tan importantes como el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la libertad, a la vivienda, es decir, el derecho a vivir con dignidad; son tan importantes como las autovías, los puertos y aeropuertos, las computadoras y celulares. Entonces, cuando el gobernante se pone como meta estratégica humanizar a su sociedad no debería seguir los consejos del Príncipe de Maquiavelo, puesto que el camino maquiavélico conduce siempre a un callejón sin salida. La historia antigua y contemporánea está plagada de gobernantes amados y temidos simultáneamente, quienes al final de sus días fueron asesinados por las masas enfurecidas.

Ni dictaduras ni dictablandas

Nayib no es un cara dura y tampoco tiene la fisonomía típica del “hombre fuerte de mano dura”, más bien tiene pinta de rapero cool norteamericano al estilo de Common o de Will Smith. No obstante, para gobernar con “mano dura” no es requisito ser y comportarse como un gorila al estilo Pinochet o Fulgencio Batista. Empero es preciso señalar aquí, que ni Pinochet ni Batista fueron elegidos democráticamente ni contaban con el respaldo de las grandes mayorías populares. Es decir, que sí Bukele sigue siendo presidente más allá del 2024 y se metamorfosea maquiavélicamente en dictador, perpetuándose en el poder, será por obra y gracia de un golpe de estado con el apoyo de un pueblo que lo venera e idolatra como a un héroe o a un dios. Pues solamente así, con un Putsch, se puede revocar el Art.248 de la Carta Magna salvadoreña que prohíbe la reformas de los artículos de la Constitución que se refieren a la forma y sistema de gobierno, al territorio de la república y a la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia de la república.

Con la deshumanización del hombre  se pierden valores y virtudes importantes como la empatía, la solidaridad, la concordia, la prudencia, el espíritu de trabajo, la generosidad , la honradez, la decencia y confianza en el futuro. Entonces, cuando estas cualidades, propias del homo sapiens sapiens, desaparecen en una sociedad cualquiera, no puede haber diferencias entre el hombre y el resto de los animales.

Bertolt Brecht en su poema “La pregunta sobre el bien”, nos confronta con el bien y el mal en el ser humano: “…Escúchanos: sabemos que eres nuestro enemigo. Por ello te pondremos frente al muro. Pero en consideración a tus méritos y buenas cualidades te pondremos frente a un buen muro y te dispararemos con una bala buena de un arma buena y te enterraremos con una pala buena en la buena tierra…”

¡Ojalá la humanidad no llegue a tales extremos! Parece algo utópico, pero hay que hacerle empeño.

martes, 14 de marzo de 2023

De maras y de maras intramuros

 

De maras y de maras intramuros

 

De maras buenas y maras malas

Para todos los salvadoreños nacidos en los años cincuenta del siglo pasado, el término genérico “Mara” siempre estuvo asociado a un grupo de personas relacionadas entre sí, ya sea por vivir en el mismo barrio o colonia o por estudiar en un establecimiento determinado. De tal manera y en sentido general, todo salvadoreño perteneció en un momento dado de su vida a una “mara” en particular.

No obstante, el ser de una “mara” o estar en una “mara” en aquellos años previos al conflicto armado de la década de los ochenta del siglo pasado, nunca tuvo, semióticamente hablando, un sentido connotativo ni denotativo alguno, es decir, nunca fue un signo o símbolo representativo de algo. Luego entonces, ser de la “mara” de La Rábida (colonia popular de San Salvador) o ser de la “mara” del Liceo o del “Externado” (dos colegios elites de El Salvador no implicaba “militancia” ni “pertenencia virtual o abstracta” a una mara determinada. Nadie se definía a sí mismo, por lo tanto, diciendo: Soy de la “mara” del Instituto Nacional Francisco Menéndez (colegio popular con alto nivel educativo o soy de la “mara” de San Jacinto (barrio sansalvadoreño también muy popular). En resumidas cuentas, la expresión “mara”, utilizada preferentemente por la juventud salvadoreña en aquellos años, tenía la misma connotación que la castiza “turba”, que la “bola” popular mexicana o que la “gallada” chilena. 

¿Cuál es el origen de la expresión “Mara” en El Salvador?

La palabra “mara” en El Salvador es simplemente la apócope de MARABUNTA, nombre con el que se define en zoología comúnmente a una agrupación de cierto tipo de hormigas carnívoras endémicas de regiones tropicales, pertenecientes a la subfamilia de artrópodos Eciton Buchelii. Especie que se distingue de sus otros familiares del orden de los himenópteros, entre otras cosas, por su carácter depredador, por su alto grado de organización y por su agresividad guerrera.

Sin embargo, no creo que ese término se haya popularizado a nivel nacional y arraigado en el pueblo salvadoreño a lo largo del tiempo, debido a razones entomológicas. Tampoco es de mi conocimiento que historiadores, antropólogos y arqueólogos, nacionales o extranjeros, hubieran encontrado alguna correlación entre la idiosincrasia guanaca y estos himenópteros guerreros Eciton B.  Más allá del éxiton (en su desarrollo y proliferación en California) que tuvieron las maras modernas salvadoreñas, mundialmente famosas hoy en día, es decir, las bandas criminales que se formaron de manera espontánea en el sur de Los Ángeles en la década de los noventa del siglo XX, al calor de la dinámica típica de los guetos norteamericanos al mejor estilo del musical West Side Story de Leonard Bernstein.

Soy más bien de la opinión, que la película de horror de Hollywood The Naked Jungle, Marabunta en El Salvador, interpretada por Charlton Heston y Eleanor Parker y filmada en Florida en 1953, fue lo que dio origen, a la apócope Mara. Por lo tanto, pienso que, el término “mara” vio la luz en El Salvador en 1954.

Ahora bien, los mareros que llegaron deportados a El Salvador en la década de los noventa del pasado siglo, especialmente los de Los Ángeles, California, lo menos que tenían era de angelitos. Con la llegada de las pandillas criminales autodenominadas Barrio 18 (por la calle 18) y Marasalvatrucha 13 (MS-13) y su propagación y explosiva expansión en todo el territorio nacional al mejor estilo de los himenópteros Eciton Buchelii, el inicuo y colegial término de “mara” de mi niñez y adolescencia quedó sepultado en el cementerio de La Bermeja (el camposanto de los pobres más pobres de San Salvador y del mundo).

De maras intramuros

En El Salvador, en la actualidad, ni siquiera en broma se puede mencionar en público el nombre de “mara”. Es una palabra maldita, un tabú que solo se pronuncia muy en privado. Es algo parecido al Valdemort de Harry Porter.  Dado que, por el régimen de excepción vigente desde marzo de 2022, expedito y sin preguntar te pueden meter entre los muros de la mega cárcel en Tecoluca; estés tatuado como un Yakuza nipón o tengas el cuero limpio e inmaculado como en un anuncio publicitario de Nivea. Pues, tanto en la policía como en el ejército no hay tutía que valga en el combate contra las maras.

Para muchos connacionales y para la mayoría de los extranjeros, los muros, contramuros y vallas en El Salvador, así como las Maras criminales, son hijos putativos de la guerra. La verdad, sin embargo, sí se quiere tener una visión realista de la situación actual, habría que buscarla en su historia política-económica y social. Es allí donde se encuentran las respuestas a las asimetrías sociales y económicas actuales imperantes en El Salvador. Las “maras” criminales, sí bien es cierto son un subproducto del conflicto armado, en el sentido que la crisis político-militar de los ochenta provocó la migración masiva de salvadoreños hacia los Estados Unidos, los que tarde o temprano pasaron a militar en las maras MS-13 o B-18.

No obstante, cabe señalar que la causa primaria de la guerra civil o guerra revolucionaria fue precisamente la pobreza e injusticia social en El Salvador. Es decir, que tanto el crimen organizado al estilo marero, la delincuencia y el marco violento del vivir, convivir y sobrevivir al que se ha acostumbrado o habituado la ciudadanía salvadoreña, son expresiones directas del sistema político-económico y social que reina en El Salvador desde más de 200 años. Dado que el poder económico sigue estando en las manos, metafóricamente hablando, de una o varias clases económicas dominantes, la violencia y la pobreza son un mal endémico en El Salvador, desde su independencia del imperio español en 1821 hasta nuestros días.

Mientras  los medios de comunicación del mundo entero, sobre todo, los de los continentes americano y europeo, protestan vivamente contra la violación de los Derechos Humanos de los mareros y los vejámenes antidemocráticos  cometidos por el flamante y engominado presidente del pequeño país centroamericano, Nayib Bukele, en su cruzada contra las  bandas criminales, gran parte de la ciudadanía salvadoreña, aprueba y aplaude la construcción de la Mega-Cárcel  con capacidad para 40000 reos, rodeada de un muro perimetral de 2,1 kilómetros, y que será vigilada día y noche por 600 soldados y 250 policías.

Todas estas medidas jurídicas no son exabruptos autócratas o dictatoriales del ciudadano Bukele, sino que se encuentran legalmente plasmadas en la constitución política salvadoreña. Comenzando por el artículo 131 que le otorga a la Asamblea Legislativa, entre otras cosas, suspender y restablecer las garantías constitucionales de acuerdo con el Art. 29 (Régimen de excepción), pasando por la suspensión temporal (30 días) de los artículos 7,12, 13 hasta llegar al artículo 24 que tiene que ver con toda clase de correspondencia entre personas y la prohibición explícita de intervenir e interferir las comunicaciones telefónicas.

La suspensión temporal del articulo 24 es, según mi opinión, el dardo letal que apunta al corazón de la estructura paramilitar de las maras. Sin comunicaciones de ningún tipo tanto de adentro como hacia afuera o viceversa, las maras, Marasalvatrucha MS-13 y Barrio-18, más temprano que tarde desaparecerán (como estructuras) en el terreno de operaciones criminales. Sin comunicaciones y con el asedio permanente de los tres poderes estatales, estas bandas criminales (MS-13 y B-18) tienen sus días contados.

¿Desaparecerán entonces el crimen, la delincuencia y la violencia en El Salvador con las maras intramuros?

Lo dudo. Sí todavía existe en los países más desarrollados del globo terráqueo la delincuencia, el crimen organizado y la violencia en general y, en especial la de genero como en España.    ¿Cómo pretender que estas lacras desaparezcan metiendo a los delincuentes en una cárcel por muy grande que esta sea?  Claro, se mata al perro rabioso, pero no se elimina el virus que provoca la enfermedad. Sin embargo, se requiere mucho más que cárceles y penitenciarias para combatir la violencia y el crimen organizado en un país tan pobre, turbulento, violento y subdesarrollado como El Salvador.

“…Hace poco fui a Japón…”‒relataba Nayib Bukele al cuerpo diplomático ‒ y “…es un país impresionante, limpio, ordenado…ahí la gente camina a las tres de la mañana en la calle…sí tienen policía es porque tienen que tener, porque casi ni lo necesitan, es una cosa increíble…”

Claro, él no se reunió con ninguna de las maras niponas conocidas como Yakusa.  Y, en Paris, no creo que haya dado un paseíto por el 19e Arrondissement.  

¿Qué hicieron Japón, Francia, Inglaterra y otros países en el pasado para estar dónde están?

Hicieron efectivamente cambios estructurales importantes y radicales. Así, diversos países de economías centrales realizaron reformas agrarias, empezando por Francia e Inglaterra. A lo largo del siglo XX, por ejemplo, Japón implementó una de las reformas agrarias más profundas en Asia a partir de la segunda guerra mundial. De 1945 a agosto de 1950, el sistema de terratenientes desapareció por decreto imperial y más del 80% de las tierras fueron redistribuidas a los antiguos aparceros. Italia realizó expropiaciones mediante indemnización a los antiguos propietarios, desarrolló infraestructura en el campo, recuperó áreas degradadas y construyó casas para los campesinos.

En fin, hay que leer la historia político-económica de los países desarrollados para comprender y entender que el desarrollo integral de una nación comienza con la redistribución de la tierra, como conditio sine qua non. La cuestión agraria es un debate central para el desarrollo político y socioeconómico de cualquier país que aspire a convertirse en una nación soberana y con igualdad social. El instrumento concreto de esa reorganización agraria se llama reforma agraria.

 

Sí a Nayib Bukele se le atribuye tanto poder político-militar es de esperar que su cruzada por el bienestar de la sociedad salvadoreña no se limite solo al encarcelamiento, desmantelamiento y aniquilación de las bandas criminales, sino que también tenga la valentía política de tocarle los ijares a las clases económicas dominantes.

El Salvador es, en efecto, un lindo país, pero como lo explicó Roque Dalton en su poema “El Salvador será”, el Pulgarcito de América todavía tiene muchos desniveles, muchas shuquedades (suciedades), llagas y fracturas causadas por la guerra, muchos desengaños y sin sabores, mucha decepción y desesperanza. 

Todavía tengo mis dudas políticas y recelos ideológicos con relación a Nayib Bukele. En el fondo de las cosas, no creo que sea el Mesías o el político que salvará a El Salvador. Mientras tanto, espero con mucha expectativa el momento en que él  toque a degüello por Twitter,  Instagram, Tik Tok or what ever y ordene a sus ministros y al pueblo entero ir a   por ellos, a por los oligarcas.