La visita del sucesor de San Pedro en Alemania del 22 al 25 de septiembre del año en curso, a mi modo de pensar, forma parte de una ofensiva estratégica teológico-diplomática lanzada por el Vaticano en Europa y que está íntimamente ligada a la creación de un nuevo Consejo Pontificio (dicasterio vaticano) para evangelizar en Occidente los países de tradición católica, pero que "registran una progresiva secularización de la sociedad", según declaró el papa Benedicto XVI el 26 de junio del 2010 ante varios miles de fieles reunidos en la Santa Sede. El Presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, Arzobispo Roberto Zollitsch, cuya residencia está en Friburgo, forma parte de este nuevo dicasterio. No ha sido casual ni arbitrario que la primera visita haya sido España, bastión europea, junto a Italia de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, cuna del Opus Dei. En agosto de este año, el Papa estuvo en España y visitó uno de los centros más importantes de la religión católica en Europa: La catedral de Santiago de Compostela. En la ciudad condal de Barcelona, aprovechó la oportunidad de consagrar como basílica la iglesia La Sagrada Familia, que el gran arquitecto y escultor catalán, Antonio Gaudí, diseñara en 1882.
Friburgo, la última etapa de su periplo por Alemania, es una ciudad pequeña que está ubicada en el sur del rico y próspero estado de Baden-Württemberg, en una de las regiones, según las estadísticas meteorológicas, más mimadas por el sol. Rodeada de pinos y nogales, la capital de la Selva Negra se prepara en estos aciagos tiempos, donde las guerras imperialistas, el hambre, el desempleo y la miseria son el pan nuestro de cada día, para recibir al Papa Benedicto XVI.
La brisa fresca que baja del Höllental anuncia un otoño temprano y frio. El “valle del infierno” (Höllental), que por su topografía se asemeja más bien a un cañón, termina precisamente en un lugar llamado Himmelreich, cuya traducción literal significa “el reino de los cielos”. Si la toponimia es casual o causal, es un tema ajeno a nuestro propósito. Ciertamente son muchas las leyendas que se cuentan en los alrededores en relación al famoso valle. Una de ellas es la del “salto del ciervo”(Hirschsprung), estación obligada para todos los turistas que visitan Friburgo y la Selva Negra y los que llegarán después de la visita del Papa a contribuir con sus divisas al desarrollo de la región. Pues como dice la propaganda eclesiástica de la Conferencia Episcopal Alemana: “Allí donde está Dios, ahí hay futuro” (Wo Gott ist, da ist Zukunft)
¿Qué importancia tiene Alemania para el Vaticano? ¿Quién visitará Alemania? ¿El filósofo-teólogo, el político o el jefe de Estado?
Desde el punto de vista teológico, históricamente Alemania ha tenido una posición particular con respecto a la hermenéutica teológica del Vaticano. Alemania es la cuna del Reformismo. La distribución porcentual de las religiones en Alemania es la siguiente1 : católicos 30,50 %; evangélicos 29,50 %; sin confesión 34,60 % y el restante 5,4% está conformado por diversas religiones occidentales y orientales, siendo el islamismo (4,88%) el grupo religioso minoritario más fuerte. En la ciudad de Friburgo 40 % de los friburgueses es católico, el 25 % es evangélico y el 35 % restante no tiene confesión o pertenece a grupos religiosos minoritarios. Es decir, que casi un 70 % de creyentes y sin confesión en Alemania, no se encuentra arropado bajo la protección de la Iglesia Católica, lo cual significa que ese porcentaje de ovejas descarriadas deposita el diezmo( en Alemania es el 8% y el 9% del sueldo bruto) en arcas diferentes a las de la Curia Romana. Por otra parte, Alemania, país del cual el Papa es oriundo, es uno de los más ricos e influyentes en Europa Central. En este sentido, los intereses del Vaticano en Alemania son de carácter ecuménico y económico, es decir ecunómicos.
Desde el punto de vista político-filosófico, es necesario refrescar un poco la memoria y recordar que el papa Benedicto XVI, antes de ser elegido por el cónclave como el jefe supremo del Vaticano, fue el Cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, encargada de promover y tutelar la doctrina sobre la fe y las costumbres en todo el orbe católico. Antiguamente esta Congregación recibió el nombre de Congregación del Santo Oficio, conocida también como la Inquisición romana. En su función de moderno inquisidor, Joseph Ratzinger se enfrentó a nivel político-ideológico y filosófico-teológico con los máximos representantes de la Teoría de la Liberación. En el informe acerca de la teoría de la liberación2 , el Cardenal Ratzinger concluye su ponencia en términos político-ideológicos contundentes: “….Si se trata de dar un juicio global, hay que decir que, cuando uno busca comprender las opciones fundamentales de la teología de la liberación, no puede negar que el conjunto tiene una lógica casi irrebatible. Con las premisas, por una parte, de la crítica bíblica y de la hermenéutica fundada en la experiencia y, por otra, del análisis marxista de la historia, se ha logrado crear una visión de conjunto del cristianismo, que parece responder plenamente, tanto a las exigencias de la ciencia como a los desafíos morales de nuestro tiempo. Y por lo tanto, se les impone a los hombres de inmediato la tarea de hacer del cristianismo un instrumento de la transformación concreta del mundo, lo que parecería vincularlo con todas las fuerzas progresistas de nuestros días. Se puede, entonces, entender cómo esta nueva interpretación del cristianismo atrae más y más a teólogos, sacerdotes y religiosos, especialmente a la luz de los problemas del Tercer Mundo. Sustraerse a dicha interpretación, necesariamente tiene que aparecer ante los ojos de ellos como una fuga de la realidad y como un abandono de la razón y de la moral. Pero si, de otro lado, se piensa en cuán radical es la interpretación del cristianismo que se deriva de ahí, entonces se vuelve más urgente el problema de qué puede, y debe hacerse frente a la misma…” El avezado lector comprenderá diáfanamente que el Cardenal Ratzinger en su exegesis teológica de la Teología de la Liberación, comprendió acertadamente el peligro que se cernía en la Iglesia Católica y en la sociedad capitalista en general, en el caso que los millones de pobres en el mundo hicieran suyo este pensamiento liberador. La Teología de la Liberación fue en su momento, en el tercer Mundo, más peligrosa que el marxismo-leninismo. Por eso es que el Cardenal Ratzinger hizo todo lo posible, para impedir que teólogos como el peruano Gustavo Gutiérrez, el brasileño Leonardo Boff, el chileno Ronaldo Muñoz y el vasco Jon Sobrino, pudieran llevar al pueblo la palabra de Jesús redivivo. Ellos si tomaron partido por el lado de los pobres. ¿Y el Cardenal Ratzinger?
Los costos de la visita del Papa Benedicto XVI a Friburgo ascienden oficialmente a más de 11 millones de Euros. Entonces uno se pregunta: ¿Si allí donde está Dios, ahí hay futuro, porque razón su Santidad el Papa no visita más a menudo países míseros donde al parecer no hay futuro? Hasta la fecha, con la excepción de Camerún y Angola (2009), África al parecer, no está en la agenda del Santo Padre. Tal vez para que los visitantes feligreses y curiosos no tengan tan mala conciencia frente al despilfarro de fondos económicos de la ciudad y el estado alemán, aportados por todos los contribuyentes, la curia alemana llama a sus fieles ovejas, en nombre del Papa Benedicto XVI, a donar por el África Oriental.
¡Para los negritos hambrientos del África Oriental, una limosnita por el amor de Dios!
Roberto Herrera 22.09.2010
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