“Los Estados bien ordenados y los príncipes sabios cuidaron siempre de no descontentar a los grandes hasta el grado de reducirlos a la desesperación, como también de tener contento al pueblo”. Maquiavelo, El Príncipe, Cap.XIX.
La carrera por el poder político en las economías de mercado tiene más
parecido con el “Vale todo”, un híbrido deportivo de origen brasileño obtenido
de la combinación de diferentes artes marciales, que con la lucha de clases de
Carlos Marx y Federico Engels o con el arte de “Marcial” de hacer política en
El Salvador del siglo pasado.
Por este motivo y de acuerdo al bajo nivel cualitativo y cuantitativo de la
lucha ─ real ─ de clases ─ en El Salvador, en la “lucha” por los votos nada
es imposible para el partido oficialista FMLN. Por eso, el nombramiento del
empresario Nayib Bukele, como candidato para la alcaldía de San Salvador en las
próximas elecciones el 1 de marzo no sorprendió a nadie, ya que dicha maniobra
electorera forma parte de la política reconciliadora y concertadora del FMLN.
Como tampoco ha sorprendido la noticia que Jaime Hill, miembro de una de las
familias más acaudaladas del país, formará parte del consejo municipal de San
Salvador, en el caso de salir electo alcalde Nayib Bukele.
Todos estos tejes y manejes, dimes y diretes de la política real
efemelenista, son parte de las “reglas del juego” de la lucha por el poder,
pero no por el “poder” en el sentido clásico marxista, sino más bien en el
sentido de “poder administrar” los bienes y los servicios públicos. La
municipalidad, como parte de la superestructura de un estado, puede
considerarse como una “empresa” especializada fundamentalmente en prestar
diversos servicios a la ciudadanía, velar por la limpieza de la ciudad y
recaudar los impuestos municipales.
Tanto Nayib Bukele, Jaime Hill y probablemente otros más, por el hecho de
ser supuestos exitosos empresarios, reúnen ─ técnicamente ─ las condiciones
para administrar presupuestos, hacer malabares con activos y pasivos, reducir
los “costos de producción” y la obtención de buenos beneficios. Y por último,
pero no menos importante, está el hecho que ambos representan el perfil del capitalista
moderno del siglo XXI, es decir, progresista, “preocupado” por la intríngulis
social y el medio ambiente. Incluso Nayib Bukele se declara públicamente como
un político “radical de izquierdas”. Estos señores capitalistas modernos contribuirían
mucho más y directamente al “bien vivir” de la sociedad salvadoreña invirtiendo
sus capitales en el país, creando nuevos puestos de trabajo y mejorando los
contratos laborales de los empleados y obreros.
Ahora bien, al reducirse la “política” meramente a la gestión
administrativa, o bien, a la posibilidad de tener una fuente de ingresos, la “política”
se transforma en “una misión filantrópica”, en un oficio de rutina, en un cargo
ministerial o comunal; entonces la “política” pierde su carácter y contenido histórico
liberador y emancipador para convertirse en un modus vivendi. Cuando el “político”
antepone sus intereses personales y deja de
ser el “regulador” entre los intereses del ciudadano, del Estado y de las
clases sociales, entonces comienza un proceso de enajenación que irremediablemente
desemboca en el nepotismo, corrupción y malversación de los fondos públicos.
Las próximas elecciones legislativas y municipales, tienen en cierta medida,
el carácter de “tercer round” en la lucha cuerpo a cuerpo entre el FMLN y ARENA;
una lucha en la que todo vale; pero también en la cual todo─ o mucho─ se puede
perder.
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