Bien. Emocionalmente hablando, para mí el mundial de fútbol 2014 se terminó
en el momento en que Maxi Rodriguez hizo lo máximo por Argentina. A Holanda o más
bien, al ególatra Louis van Gaal le salió el tiro por la culata. Sin duda
alguna, Holanda ha producido y seguirá produciendo excelentes jugadores de la
talla de Johan Cruyff, Marco von Basten, Ruud Gullit o Dennis Bergkamp y sus
selecciones nacionales siempre comenzarán los mundiales con brillo, con fuerza,
con buen fútbol y con buen estilo, pero al final serán víctimas – mientras no
cambien – de sus dos grandes defectos: la arrogancia y la soberbia.
Louis van Gaal en un “golpe de mano” contra Costa Rica colocó al gigantón
Krul para asustar a los “enanos” costarricenses, para meterles miedo, para
“comerle la mente” a los jugadores. Van Gaal se pavoneó– y disfrutó– con la
“brillante” estratagema. La poderosa Holanda, digo van Gaal, tuvo que recurrir en
los penaltis a trucos “psicológicos” para amedrentar a los Ticos. ¡Vaya poderío!
Pero todo esto ya es historia. ¡Adiós Holanda, hasta en cuatro años!
El próximo domingo se enfrentaran Alemania y Argentina por el título
mundial. No me importa quien gane, puesto que mi umbral de tolerancia emocional
es tan amplio que Argentina tiene allí también su rinconcito. Si gana Alemania
tendré la satisfacción de haber apostado
racionalmente por un sistema moderno de fútbol cuyos prototipos se
encuentran en la España campeona del mundo y de Europa, en el Brasil de Pelé,
Tostao, Rivelino y Gerson y en la Holanda de Johan Cruyff; lubricado este
engranaje con las cualidades típicas del fútbol alemán. Garantía de triunfo no
existe, pero el fútbol, a diferencia del tenis es un juego de equipo, y el de Alemania
ha demostrado precisamente eso: ser una escuadra compacta, una Mannschaft unida una piña teutona. Una
máquina puesta a punto en los últimos ocho años, un colectivo de profesionales
del deporte en el cual la “súper estrella” brilla por su ausencia. El Rey Pelé
fue uno más en Suecia y en México; Xavi e Iniesta lo fueron en Suráfrica,
Austria y Ucrania. Desgraciadamente no puedo decir lo mismo del Brasil de Scolari
con su legión de centurias y de la Argentina de Lionel Messi.
Messi, el Mesías, la Pulga o el
“hijo de Dios en la tierra” es, sin duda alguna, el mejor futbolista actual del
planeta y definitivamente un jugador capaz de cambiar en segundos el desarrollo
de un partido. Como decía Juan Román Riquelme, el jugador argentino del Boca
Juniors y seleccionado argentino en
su crítica-elogio: "Messi es el único jugador que corre más
rápido con el balón en los pies que sin él".
Puede suceder que “La Pulga” vague – camine sin rumbo – por el campo como un
sonámbulo durante 88 minutos, causando la impresión de estar soñando con su
abuelita, pero en el momento menos pensado se despierta súbitamente precisamente
en el instante en que Javier Mascherano mete la bola en un espacio vació; Messi
arranca como un endemoniado, perdón, vuela como un arcángel caído del cielo, dejando
a los rivales clavados como banderillas en un eslalon de esquí alpino marcando finalmente
un golazo para los libros de historia futbolística.
Y, ¿Qué decir de los gladiadores brasileños actuales? Pues la verdad que el
equipo actual nada o muy poco tiene que ver con aquellas orquestas sinfónicas
de 1958 a 1970 en las que cada artista era un virtuoso en su especialidad.
En todo caso, gane quien gane o pierda quien pierda, el menú de la cena del
domingo en casa ya está decidido y ordenado:
Menú del día “Final Copa do Mondo 2014”
Para
picar (Amuse-bouche)
*Pulpo portugués
machacado en piedra bávara*
Entrada
*Ancas de rana
francesa al ajillo en salsa de vino del Rin*
Segundo (plato frío)
*Cuscús argelino
con trucha tornasol de Suabia*
Plato
principal
*Filete
argentino asado al palo de abeto de Turingia *
Postre
*Sorbete de
Mango y Maracuyá del Mato Grosso al estilo Selva Negra*
Decoración
de mesa
*Tulipanes de
Rotterdam en floreros de cristal de Jena*
¿Qué le parece, querido lector? Pura vida, ¿no?
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