sábado, 13 de marzo de 2021

Gone with the COVID-19

 

Gone with the COVID-19

 

Hace aproximadamente un año escribí un artículo en mi blog que titulé: La razón, sinrazón y la zurrazón en los tiempos del COVID-19 en el cual concluía afirmando que “no se necesita ser sabio, culto o competente para entender racionalmente la gravedad del problema y comprender la razón de muchas medidas profilácticas. Pienso que todas las medidas que a nivel mundial se están tomando están basadas en la razón y entendimiento científico actual, en la experiencia real y concreta con otras enfermedades parecidas”.

Recuerdo que conversé una semana antes que comenzaran las medidas profilácticas aquí en la región el 14.03.2020 con un grupo de amigos, quienes están vinculados a la medicina e investigación viral. Mis preguntas, además de ingenuas y prosaicas, estaban íntimamente ligadas a mi condición de analfabeto en aspectos relacionados con virus, bacterias y con enfermedades pandémicas. Por lo demás, aunque no era el único ignorante en la tertulia literaria, motivo principal de nuestra reunión, fui el único que se atrevió a conversar coloquialmente acerca del coronavirus. Por entonces, lo único que sabía, al menos teóricamente, era que la elaboración de la vacuna podía durar un par de años. No obstante, de todo lo que se habló esa tarde alrededor del SARS Co V-2, el comentario que me quedó retumbado en lo más recóndito del sistema límbico fue lo expresado personalmente por una buena amiga de muchos años: “Nada volverá a ser lo mismo en el futuro”

Ella, quien formó parte del equipo de virólogos y técnicos de laboratorio que a finales de los sesenta del siglo pasado se encargó de investigar el virus de Marburgo/Alemania, sabía a ciencia cierta de lo que hablaba. Esa vivencia dramática quedó plasmada en su libro testimonio: “In uns und um uns” (En nuestro interior y rededor. Mi experiencia con el virus de Marburgo). Dicho sea de paso, todavía no se ha encontrado la vacuna para combatir aquel bicho, miembro de la familia de los filovirus y transmitida por el murciélago Rousettus.

Nos despedimos aquella tarde, como siempre, de manera anti profiláctica e irresponsable, es decir con abrazo y beso, a pesar de la advertencia y resistencia de la doctora en medicina. Pero bien, ella también se rindió a la fuerza y dinámica de nuestro grupo. Demostrándose así, que muchas veces la presión de la mayoría se impone, aunque muchas veces la razón y el sentido común no estén de su parte.  

…Nada volverá a ser lo mismo en el futuro…se transformó en muletilla.

Efectivamente. Muchas cosas cambiarán para bien o para mal, aquí y en la quebrada del ají. En algunas sociedades del planeta los cambios serán más rápido que en otras, dependiendo de los niveles de desarrollo político-económico, científico y cultural. Mas la “normalidad” que conocimos antes de la pandemia se la llevó el viento.   Gone with the COVID-19.

Aunque nada es lo mismo al “día siguiente” después de una crisis social profunda, sea ésta de carácter pandémico, catastrófico, sistémico o bélico, hay que decir que Escarlata  O‘Hara o, mejor dicho, Margaret Mitchell tenía razón al afirmar que después de todo, mañana será otro día (“after all, tomorrow is another day”).

Por causa del coronavirus y la Covid-19 han fallecido hasta el día de hoy, según las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, 2 millones 600 mil y tantas personas a nivel mundial. Se marcharon de manera sobrecogedora con el huracán provocado por la COVID-19. Entre ellas, cuatro personas que conocí personalmente. Una de ellas, un familiar de primer grado.

La situación pandémica y las medidas profilácticas, sobre todo el aislamiento social y las restricciones de contacto social, han provocado un desequilibrio en las relaciones psíquico-emocionales y en las sociales.  A tal grado que más de alguna amistad se ha debilitado o enfriado y otras se han desvanecido como pompas de jabón en el viento provocado por el SARS Co V-2.

En efecto, el coronavirus ha puesto de manifiesto los vicios y virtudes de los hombres y las mujeres en sociedad.   

“Para conocer a un rengo lo mejor es verlo andar”, decía el Martin Fierro de Don José Hernández.

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