Durante muchos años la figura ficticia de Alexis Sorbas en la película Zorba, el griego del cineasta
greco-chipriota Michael Cacoyannis†, sirvió de “estereotipo” del ciudadano
griego común y silvestre, es decir, un hombre que va resolviendo y
sobreviviendo el día a día de acuerdo a los dictámenes de su mundo emocional y
al mismo tiempo, utilizando la astucia y perspicacia aprendida en el liceo de
la calle y de los montes. Sin embargo, Alexis Sorbas es más que eso. Filosóficamente
hablando, Sorbas es una mezcla de Epicuro de Esparta y Sócrates. Él
efectivamente vive la vida, pero sin caer en el pasotismo, es decir, vivir por
vivir, sino que a través de la observación aguda de su entorno social, Sorbas
reflexiona –algunas veces con ironía– y analiza acerca de la naturaleza humana y
por consiguiente, se conoce a sí mismo, que es la base del saber vivir.
El final del largometraje es una tragicomedia griega, en la cual los
personajes principales –Alexis y Basil– terminan bailando Sirtaki, una danza “inventada”
ad hoc para la película, a pesar del rotundo fracaso del proyecto nacido de una
idea espontánea de Sorbas. Hasta aquí la ficción y el romanticismo de la
película inspirada en la novela del escritor griego Nikos Kazantzakis.
Suponiendo que todos los griegos fuesen como Sorbas, habría que suponer que
Alexis Tsipras, primer ministro del país heleno y Yanis Varoufakis, ministro de
finanzas, no toman en serio los problemas económicos de la nación y lo que es
más grave aún, pareciera que los interlocutores europeos –la ex troika– lo
único que provocan en los políticos de Syriza es una risa sardónica à la Anthony
Quinn.
Pero las apariencias, así como los “clichés”, “prejuicios” y “estigmas”
engañan y/o manipulan al ciudadano. En la película, ni Sorbas sabe de minería
ni el inglés está realmente interesado en la explotación de lignito, una
variedad de carbón mineral. En la Grecia de la zona Euro, la cosa es muy
distinta, ya que Varoufakis sí sabe de economía y Alexis Tsipras no es un
político bisoño; y los europeos, por su parte, están –sospechosamente–
demasiado interesados en Grecia.
El interés europeo por Grecia nunca fue económico, sino esencialmente
geopolítico. El nivel de desarrollo industrial de Grecia es el más bajo en la
Unión Europea. La crisis financiera mundial de 2008 y las políticas económicas erradas
de la Unión Europea de cara a los países menos industrializados (Grecia, España
y Portugal), con exceso de austeridad y falta del apoyo necesario al desarrollo
industrial, provocaron una caída importante del desarrollo industrial en estos países,
sobre todo en Grecia.
¿Es posible promover en Grecia políticas económicas que promuevan un
desarrollo industrial suficiente para garantizar la salida de la crisis, el
empleo, salarios dignos y mejoras sociales? Según algunos expertos en economía,
entre ellos el ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, eso es posible.
No obstante, las instituciones financieras (Fondo Monetario, Banco Mundial y la
Comisión Europea) se mantienen en la línea férrea de la austeridad y recortes de
prestaciones sociales. A esto hay que añadir la corrupción en las instituciones
públicas griegas y la evasión fiscal, dos males endémicos que debilitan
enormemente la economía nacional. El problema de Grecia no es la deflación (caída
de los precios de bienes y servicios), sino la deuda.
La deuda pública griega es impagable. Eso es una verdad irrefutable y matemáticamente
comprobable. Entonces, es válido preguntarse: ¿Por qué tanta alharaca en torno
a los paquetes de rescate? ¿Quién rescata a quién?
A juicio de Joseph E. Stiglitz, premio nobel de economía y uno de los
economistas contemporáneos más críticos con las políticas de austeridad
exigidas por la Unión Europea a Grecia y con las políticas neoliberales
aplicadas en los países capitalistas menos desarrollados; los “paquetes de
rescate” de Grecia representan en realidad una protección de los bancos
europeos, especialmente de los bancos alemanes. Si es sabido y reconocido
entonces, que la famosa “ayuda financiera” tiene como objetivo principal rescatar
a los bancos europeos, ¿por qué se presiona y se difama al gobierno de Syriza?
¿Por qué no se invierte en el desarrollo industrial griego?
Pienso que lo que se persigue –sin pretender ser “Pitoniso” del templo de
Delphi– es ir acorralando a Syriza de tal manera hasta lograr una situación
política de “callejón sin salida”. Si las encuestas griegas no se equivocan, la
mayoría de la ciudadanía estaría –a pesar de todos los problemas que acarrea el
euro– a favor de permanecer en la Eurozona. Esto significa que la única salida
realista y pragmática –más bien forzada– que le quedaría al gobierno de Alexis
Tsipras, sería entonces la celebración de nuevas elecciones. En este nuevo
escenario electoral es probable que se dé un desplazamiento a favor de las fuerzas
políticas de centro-derecha, más permeables y abiertas a las políticas de
austeridad impuestas por la Unión Europea, ya que Syriza está sufriendo un evidente
desgaste político. Mientras tanto, el crítico espectador de este montaje o
desmontaje político-económico moderno tiene la impresión que la Unión Europea lentamente,
de sorbo en sorbo, está ahogando a Sorbas, el griego.
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