El avestruz arábigo es una especie extinta que habitaba en el medio oriente, cuyo desaparecimiento se debió esencialmente a la caza excesiva a mano del hombre y no, como podría presumirse vulgarmente, por enterrar la cabeza en la arena frente al peligro. Igual que sus congéneres aún existentes, el avestruz arábigo (Struthio camelus syriacus) no acostumbraba a confundir a sus enemigos con tal posición corporal. Muchos políticos, sobre todo los que llevan muchos años en el poder, en algún momento de sus agitadas vidas, por andar con la cabeza en las alturas, pierden el contacto con lo terrenal y cotidiano de la vida de sus súbditos, que también es una forma especial de “hacer las del avestruz”. El Presidente egipcio no pertenece, según mi opinión, a esta especie…de políticos.
Según algunos observadores, Hosni Mubarak estaría comportándose como un avestruz arábigo al ignorar el movimiento popular en las tres últimas semanas, que ha tenido como epicentro político la plaza Tahrir de la ciudad del Cairo. Mubarak, como experimentado piloto de guerra que es, en estos momentos ni vuela alto ni a ras del suelo. Él es un político ducho y curtido en batallas, y que además está consciente del papel estratégico de Egipto en la región. Goza del apoyo incondicional de los Estados Unidos, de Israel y de los europeos. Lo cual no significa, que más temprano que tarde (a lo mejor es cuestión de días), tendrá que deponer el poder, no sin antes asegurarse que el marco supraestructuctural jurídico-legal futuro, garantice el status quo que ha reinado en Egipto y en la región durante los últimos treinta años.
El líder egipcio es un ejemplo más en la cadena de gobernantes, sean éstos considerados por la opinión pública como dictadores o tiranos, que han estado al servicio de los intereses de los Estados Unidos y sus aliados, y han contribuido, muchas veces masacrando a su propio pueblo, a mantener el equilibrio geo-político y militar en determinadas zonas neurálgicas del orbe. En este sentido, la vida política de estos políticos está en dependencia de:
a) los intereses geo-políticos de los Estados Unidos y aliados en el país o la región b) del carácter y contenido de las fuerzas populares alzadas
c) de la correlación de fuerzas político-militares de las mismas y d) de la importancia relativa del país en el concierto mundial de las naciones.
Egipto no es una república bananera cualquiera y además, tiene el agravante de estar ubicado en el centro de un polvorín de dimensiones mundiales. Resulta por lo tanto, muy difícil de imaginarse un Oriente Medio sin el “control pro occidental” de Egipto sobre el canal de Suez y su papel conciliador con el Estado de Israel. En este sentido, el gobierno que sucederá a Hosni Mubarak deberá corresponder al perfil político internacional que satisfaga a los centros del poder occidental y sobre todo, al estado de Israel.
Las tiranías pro norteamericanas van y vienen, y algunas veces éstas desaparecen como bombas de jabón. Aunque, en más de alguna ocasión, los tiranos no se han resignado a dejar súbitamente el poder, sino que han tratado de revertir los acontecimientos, como le sucedió al general Augusto Pinochet en Chile y en la actualidad al presidente egipcio. Otras dictaduras desaparecen en el instante en que el dictador muere, como ocurrió en España con el generalísimo Francisco Franco.
En todo caso, las dictaduras pro imperialistas más peligrosas son las que continúan funcionando constitucionalmente, incluso después de la muerte política o física del susodicho. No importa sí es la neutral Confederación Helvética o el Panteón, el lugar escogido por el defenestrado político para pasar sus últimos días. Lo fundamental es que la continuidad del dominio geo-político y militar del imperialismo norteamericano y sus aliados esté garantizada. De lo contrario, ellos mismos se encargaran de restablecer el orden y el status quo. Ganas y medios no les faltan, tampoco sería la primera vez.
Roberto Herrera 08.02.2011
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