viernes, 21 de febrero de 2014

La hipocresía de un continente

“Quién esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. 


En la cultura-política occidental, Suiza es el paradigma de la democracia por antonomasia. Tan es así, que cuando hablamos de la Suiza de Centroamérica, todo el mundo piensa enseguida en Costa Rica. Mientras que los Charrúas son los suizos del continente americano. Es decir, que en el universo de las “democracias americanas”, Uruguay sería la vanguardia. No nos vamos a detener aquí, a discurrir si los “uro-suíticos” son más democráticos que los “suí-ticos” o a preguntarnos quién fue el lunático que tuvo la brillantica, estrambótica y parafrástica idea de comparar estos países con la Convención Helvética y por último, a debatir sí Suiza es realmente la “Meca” de la democracia occidental.

El caso es que el sistema político suizo en cuanto al carácter federal y a la separación de los poderes  estatales no se diferencia mucho a otros estados europeos como Alemania y Austria, sin embargo, en cuanto a los referéndums o plebiscitos, los suizos marcan una diferencia a nivel mundial. Lo cual no significa que las constituciones políticas de los otros estados soberanos occidentales no contemplen el derecho plebiscitario, sino que los suizos utilizan con mayor frecuencia este instrumento de expresión popular. Tanto para lo bueno como para lo malo.

El Partido Popular Suizo-Unión Democrática de Centro (PPS-UDC) fue el iniciador del último referendo suizo: “Contra la Inmigración en Masa". El mismo partido político ultraderechista que agitó al electorado helvético con un afiche propagandístico racista durante la campaña para las elecciones parlamentarias 2007, en el cual aparecían tres ovejas blancas – representando a la población originaria suiza – delante de la bandera suiza y propinándole una patada en el trasero a una oveja negra que simbolizaba no solamente al inmigrante africano, sino al extranjero en general. En noviembre de 2009, Christoph Blocher, Presidente del PPS-UDC, lanzó una furibunda campaña anti musulmana y convocó a la Confederación Helvética a votar a favor de la “Iniciativa contra Alminares”, es decir, en contra de la construcción futura de minaretes en todo el territorio. Solamente una minoría reducida en cuatro cantones votó en contra de la iniciativa. Allí finiquitó el mito que Suiza es la “Meca” de la democracia.

Los suizos aprobaron el referendo del pasado 9 de febrero, que establece la revisión de las cuotas de inmigración en los próximos tres años, ratificadas también plebiscitariamente en 2002, en el marco del acuerdo con la Unión Europea sobre la libre circulación de personas dentro del espacio territorial Schengen.
La decisión de los suizos ha causado gran revuelo en la Unión Económica Europea y desconsuelo en los estadistas líderes. Todos ellos han lanzado estupefactos y al unísono su grito al cielo.
La medida afectará sin duda a más de 300 mil trabajadores alemanes y una cantidad similar de franceses. Tanto el gobierno alemán de Angela Merkel, como el gobierno francés presidido por François Hollande, han advertido sobre los "importantes problemas" que plantea el resultado del referendo suizo.

Pero la verdad es que Europa en general no ve con buenos ojos ni la inmigración africana ni la de Europa oriental. Todos señalan con el dedo reprendedor a la “neutral” Suiza. Aunque la tan cacareada “neutralidad” es otro de los muchos mitos con que se alimenta la fama de ese pequeño e importante país europeo. Suiza es el aliado estratégico del Gran Capital financiero internacional, cuyos centros operativos se encuentran ubicados en los núcleos de poder del primer mundo capitalista.

Si el próximo domingo los otros países europeos realizaran un plebiscito similar, tenga la seguridad, estimado lector, que los resultados no serían muy diferentes. Pues tras la cortina de críticas y desavenencias se esconde la hipocresía de todo un continente.

La Europa del siglo XXI es una “fortaleza”, que cada día se pone más xenófoba e imperialista como en los años dorados de la edad media. El fantasma de Tordesillas se esconde hoy en día en el Tratado de Maastricht y en los Acuerdos Schengen.

Allí están presentes Lampedusa y Rosarno como ejemplos vivos de la frialdad del capitalismo europeo. 

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