“Quién esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.
En la cultura-política occidental, Suiza es el paradigma de la democracia
por antonomasia. Tan es así, que cuando hablamos de la Suiza de Centroamérica, todo
el mundo piensa enseguida en Costa Rica. Mientras que los Charrúas son los
suizos del continente americano. Es decir, que en el universo de las “democracias
americanas”, Uruguay sería la vanguardia. No nos vamos a detener aquí, a
discurrir si los “uro-suíticos” son más democráticos que los “suí-ticos” o a preguntarnos
quién fue el lunático que tuvo la brillantica, estrambótica y parafrástica idea
de comparar estos países con la Convención Helvética y por último, a debatir sí
Suiza es realmente la “Meca” de la democracia occidental.
El caso es que el sistema político suizo en cuanto al carácter federal y a
la separación de los poderes estatales
no se diferencia mucho a otros estados europeos como Alemania y Austria, sin
embargo, en cuanto a los referéndums o plebiscitos, los suizos marcan una
diferencia a nivel mundial. Lo cual no significa que las constituciones
políticas de los otros estados soberanos occidentales no contemplen el derecho
plebiscitario, sino que los suizos utilizan con mayor frecuencia este
instrumento de expresión popular. Tanto para lo bueno como para lo malo.
El Partido Popular Suizo-Unión Democrática de Centro (PPS-UDC) fue el
iniciador del último referendo suizo: “Contra la Inmigración en Masa". El
mismo partido político ultraderechista que agitó al electorado helvético con un
afiche propagandístico racista durante la campaña para las elecciones parlamentarias
2007, en el cual aparecían tres ovejas blancas – representando a la población
originaria suiza – delante de la bandera suiza y propinándole una patada en el trasero
a una oveja negra que simbolizaba no solamente al inmigrante africano, sino al extranjero
en general. En noviembre de 2009, Christoph Blocher, Presidente del PPS-UDC,
lanzó una furibunda campaña anti musulmana y convocó a la Confederación
Helvética a votar a favor de la “Iniciativa contra Alminares”, es decir, en
contra de la construcción futura de minaretes en todo el territorio. Solamente
una minoría reducida en cuatro cantones votó en contra de la iniciativa. Allí
finiquitó el mito que Suiza es la “Meca” de la democracia.
Los suizos aprobaron el referendo del pasado 9 de febrero, que establece la
revisión de las cuotas de inmigración en los próximos tres años, ratificadas también
plebiscitariamente en 2002, en el marco del acuerdo con la Unión Europea sobre
la libre circulación de personas dentro del espacio territorial Schengen.
La decisión de los suizos ha causado gran revuelo en la Unión Económica
Europea y desconsuelo en los estadistas líderes. Todos ellos han lanzado estupefactos
y al unísono su grito al cielo.
La medida afectará sin duda a más de 300 mil trabajadores alemanes y una
cantidad similar de franceses. Tanto el gobierno alemán de Angela Merkel, como
el gobierno francés presidido por François Hollande, han advertido sobre los
"importantes problemas" que plantea el resultado del referendo suizo.
Pero la verdad es que Europa en general no ve con buenos ojos ni la
inmigración africana ni la de Europa oriental. Todos señalan con el dedo
reprendedor a la “neutral” Suiza. Aunque la tan cacareada “neutralidad” es otro
de los muchos mitos con que se alimenta la fama de ese pequeño e importante
país europeo. Suiza es el aliado estratégico del Gran Capital financiero
internacional, cuyos centros operativos se encuentran ubicados en los núcleos
de poder del primer mundo capitalista.
Si el próximo domingo los otros países europeos realizaran un plebiscito
similar, tenga la seguridad, estimado lector, que los resultados no serían muy
diferentes. Pues tras la cortina de críticas y desavenencias se esconde la hipocresía
de todo un continente.
La Europa del siglo XXI es una “fortaleza”, que cada día se pone más
xenófoba e imperialista como en los años dorados de la edad media. El fantasma
de Tordesillas se esconde hoy en día en el Tratado de Maastricht y en los
Acuerdos Schengen.
Allí están presentes Lampedusa y Rosarno como ejemplos vivos de la frialdad
del capitalismo europeo.
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