sábado, 1 de febrero de 2014

Oda a las Herrera

Joda en 4/4


Permítanme que me presente, pues buenos modales  aprendí en mi humilde cuna, a mí me parió mi madre allá en el barrio El Calvario a las orillas del “Arenal” con todas las de la ley, María Esther era su nombre pero la llamaban “Tey”.

A los ocho días vino alguien y no sé si era Rabino, pero decidido el hombre llegó como lo estipula la Tora y la vecina casi se atora cuando vio el bisturí, de un tajo cortó la piel del prepucio y como no padecí de fimosis siempre me pregunté ¿el por qué? Me hice famoso sí, en todo el poblado, pues yo era el único chaval circuncidado.

Daniel me hubiera llamado, según me comentó mi padre, así se llamó mi abuelo quien era abstemio y a quién no llegué a conocer. De profeta ni una gota, de arcángel mucho menos, a lo mejor un pelín de poeta, pues a los diez años en la escuela me gané el primer premio por un buen estribillo. ¡Vaya que fui diablillo!

Crecí entre mujeres  y aprendí  desde pequeño para qué sirve el corpiño, pero no crean los lectores que me crie como un pachá, ni fui paje de ninguna, pues no nací para maje, pero ya se imaginará usted por qué las chiquillas del barrio me decían “Cariño” Herrera. Así fui conocido por amigos y enemigos y no fueron pocas las veces que salí a la carrera.

Aquí termino mi relato personal de esta joda cuatro por cuatro, pues de lo que quiero hablar ya lo dije a bote pronto, se trata de las mujeres, pues de ellas heredamos el patronímico que llevamos con orgullo, algunas de ellas buenas costureras, otras excelentes cocineras y otras tantas con título académico. Y hay que ser muy capullo para no reconocer que el hombre sin la mujer, puede volverse mico.

El mambo lo aprendí a bailar en una fiesta allá en San Julián, mi maestra fue mi prima Ana, después inventé pasos propios pues así me dio la santísima gana y ya les advertí que no fui santito, en ese pueblo aprendí también raudo a montar en bicicleta en casa del tío Tito.

No conozco a ninguna Herrera que no le guste el baile y el vacilón, con gracia y salero mueven la colita cuando escuchan una rumba, samba, guaracha o reggaetón y la cosa no se limita a los ritmos tropicales, pareciera que Terpsícore las alimentó cuando nenas con la pacha o con biberón.

Y ya que hablamos de musas, si quieren comer buenas pupusas o un asado de lechón, vayan a Las Delicias y visiten a las Chacón. Y no quiero darles lata con tanta bobería, pero después de una bachata nocturna tómese una horchata fría o una cebada con un pedazo de quesadilla.

Allí estará Elvira con su sonrisa que inspira y si eres una Herrera, aunque vengas de “Nuéga Yorg”, Sausalito o Colorado, no importa si estás casada, arrejuntada, divorciada o eres soltera, te servirá al instante unos nuégados sabrosos con chilate o si así lo deseas, un pastelito de piña recién horneado con un cafecito caliente.

El comedor universitario de la ciudad de Friburgo quedó paralizado allá por los años setenta, cuando a mi hermana, ella sí es una santa, se le ocurrió bailar conmigo un merengue apambichao y no crea mi compay que le cuento historias, pero estábamos los dos en el centro de la “Mensa” rodeados de alemanes que no podían creer lo que estaban presenciando y eso a pesar del resfriado que “May” había pescao.

Y son de armas tomar cuando de defender los derechos de la mujer se trata, y pobre de aquel infeliz que por un desliz infiel en la taberna la tranquilidad del hogar maltrata, con una feroz patada en el trasero a la chucha lo largan rapidito sin hacer ningún espectáculo. Ya sé que la rima es nula, pero mi prima es terca como una mula y chulo fui cuando niño, quítele la “H” de Herrera y sabrá lo que quise decir con disimulo.

A Michele la asocié con Fidel y la busqué en la red con mucho esmero, pero sin nada de fortuna, pues el mundo virtual es más amplio que un estero, así que me comuniqué con Houston, pues yo tenía un problema, me sentía como un satélite girando sobre la luna. Yuri Gagarin fue un emblema de la extinta Unión Soviética y antes que se me agotara la tinta, quise buscar la plática con los vástagos de Armando, quien por andar armando líos en la época de Lemus sin buscar halagos ni reconocimientos a la cárcel fue a parar y créanme que les digo que a mi tío Arturo casi le da un patatús.

Las Herrera son una orquesta en la que hay instrumentos de cuerda y viento; la música y las artes forman parte de su historia. Repartidas por el mundo van dejando sus semillas, políglotas errantes y ciudadanas universales. Discúlpenme si pongo a mi madre por delante, a ella que está en la Gloria, le gustaba cantar por las mañanas, creo eran sevillanas y otras canciones que no recuerdo, hasta que un día de junio de aquel fatídico 58 con tanto infortunio, su voz calló para siempre.

No quiero terminar esta joda con un final triste y aciago, la impronta alegre familiar lo impide y así hago las paces con el hado. Pero pensé que como coda, bueno sería traer al recuerdo la riqueza cultural de los Herrera, algo que no me incomoda. Rico sabe el helado de coco con chocolate, pero rico no es el que tiene dinero sino el que goza de un bagaje intelectual. En Puerto Rico vive Rosita, Gloria se siente en Chicago como su en casa, a “May” la tengo a la vuelta de la esquina y para terminar esta Oda, me sirvo una limonada cubana con soda y tiro al aire estas palabras como confeti, para despedirme de mi hermana Betty. 

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