Así tituló el cantautor cubano Silvio Rodríguez una canción, que según la portada del disco, fue grabada en la Habana, Cuba entre Junio de 1989 y Julio de 1992. Si mi memoria no me juega una mala pasada, recuerdo haber leído o escuchado unas declaraciones del mismo Silvio, donde afirmaba que para escribir ésta canción se había inspirado en la figura histórica del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz.
Con el derrumbe aplastante de la Unión Soviética en los albores de la década de los noventa, la economía cubana fue barrida de tajo por un alud de carencias en todos los niveles. ¡No había que comer, no había nada!
El periodo especial, como se conoce una de las etapas de la Revolución Cubana más críticas de su historia, puso a prueba la valentía, la disposición de sacrificio y la capacidad de lucha y de resistencia de un pueblo digno, noble y altivo.
Los enemigos de la Revolución pronosticaron la caída eminente del proyecto socialista cubano y se sentaron a la vera del camino a contemplar el sufrimiento y penuria de un pueblo, sangrado por el bloqueo económico-financiero impuesto por el imperialismo norteamericano desde 1962.
Se imaginaron en sus masturbaciones ideológicas que ocurriría como en Rumania. Pensaron que los cubanos maldecirían y condenarían a sus dirigentes. Esperaban que exigirían el retorno del capitalismo.
El tiempo pasó. Los pronósticos deseados y las profecías esperadas no se cumplieron. Fue menester recrudecer e intensificar la estrategia agresiva contra la Isla.
Entonces enfermó Fidel y lo dieron por muerto. Como en un mafioso casino de Miami, los enemigos acérrimos de la Revolución apostaron por el derrumbe de la “dictadura de los Castro” y comenzaron a preparar las maletas.
Pero ante su enfermedad, con la fortaleza que lo caracteriza, Fidel no se rindió.
Qué alegría siento yo, al ver al Comandante estilando el verde olivo guerrillero y las camisas a cuadros tan típicamente cubanas.
Fidel siempre estuvo presente, se tomó solo un descanso y reposó. Allí está el Comandante, dialogando y conversando nuevamente con su pueblo.
Allí está otra vez el necio, el intransigente, el inclaudicable…
Roberto Herrera 01.08.2010
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