El 19 de Noviembre de 2009, se dio a conocer la noticia, que científicos norteamericanos habían logrado descifrar el genoma del maíz. Los expertos en genética de diferentes centros de investigación, que participaron en el proyecto, dirigido por la Universidad Washington en St-Louis (Misuri/USA, identificaron los 32.000 genes de los diez cromosomas que forman el genoma del maíz, que es, dicho sea de paso, el más grande entre las plantas. En comparación, el genoma humano cuenta con 20.000 genes repartidos en 23 cromosomas, que son los soportes de la información genética.
El código genético del maíz es colosal con 2.300 millones de bases de ADN, su tamaño se acerca al del hombre, que tiene 2.900 millones. Pienso en el Popol Vuh, en los Hombres de Maíz de Miguel Ángel Asturias y en José Martí, el apóstol cubano.
La declaración universal de los derechos humanos reza en su artículo I así: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Si somos iguales por la sencilla razón, que pertenecemos a una misma especie. Todos somos el resultado de la división celular somática en 23 pares de cromosomas (filamentos condensados de ácido desoxirribonucleico). 22 autosomas (cromosomas no sexuales) y un par de cromosomas sexuales (dos X en el caso de las mujeres y un cromosoma X y un Y en el caso de los varones).
Si los seres humanos somos iguales, debido a que nuestras células están compuestas de aminoácidos, enzimas, biomoléculas como el carbono, nitrógeno, oxígeno y nitrógeno y somos capaces por procesos metabólicos, de crecer y reproducirnos.
Si somos iguales al nacer y al morir, como las amebas y los bonobos; ¿por qué nos empeñamos pues, en encontrar diferencias tipológicas en el ser humano?
José Martí escribió en 1893, siete años después de haber sido abolida la esclavitud en Cuba, en su ensayo “Mi raza” lo siguiente:”…el hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra; dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos…”
¿Cuál es entonces la diferencia entre un blanco y un negro? ¿Entre un catire y un mestizo?
El hallazgo del “código secreto del maíz”, aparte del interés científico y de las consecuencias, que tal descubrimiento pueda originar, pone en evidencia una vez más, que el homo sapiens no es nada especial en la naturaleza y que por lo tanto, toda la gloria de la humanidad cabe en un grano de maíz.
La manipulación genética del maíz, el famoso maíz transgenético, que tanto daño está causando a los pueblos de Mesoamérica, es solamente una luz de alarma para el futuro cercano.
Si ya se manipula el genoma del maíz, que es la base y sustento de la existencia de millones de seres humanos, por intereses netamente comerciales, cabe preguntarse:
¿Hasta qué límites podrá la ciencia manipular el genoma humano?
Roberto Herrera 26.08.2010
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