Cada país tiene sus tradiciones y su folclore. La idiosincrasia de un pueblo y de los individuos que lo componen son los rasgos característicos que los distinguen del resto de las personas de otras culturas. Uno de los comportamientos típicos de los italianos, del norte y del sur, es la inclinación a la vanidad. Patricios y plebeyos aprendieron de sus antepasados la predisposición a exagerar sus capacidades. Y, aclaro que no me refiero aquí al 100% de la población, puesto que hay italianos que se escapan a la influencia cultural. Estos, que son la excepción de la regla, emigraron en su debido momento a otras tierras.
La política parlamentaria en Italia, como dirían los emigrados, es un quilombo. Con la vida bacanal de algunos gobernantes, uno ya no sabe si ponerse a reír o a llorar. Todos los periódicos sensacionalistas de gran tiraje no cesan de publicar en sus titulares las escapadas y deslices del presidente italiano, inventadas o reales.
Según dicen, Silvio B. construyó su imperio, con mucho ahínco y esfuerzo personal. Pero la verdad es que los orígenes de su cuantiosa fortuna siguen siendo desconocidos. Así nació el cuento de camino real del milanés, que se hizo millonario con el sudor de su frente, aunque dicen las malas lenguas, que recurrió a la pequeña ayuda de un grupo de amigos que siempre actuó al borde o más allá de la legalidad. ¿Mito o leyenda?
Con tantas disputas con viejos rivales políticos, numerosos líos con putas quinceañeras e infinidad de cuentas pendientes con la justicia italiana, a Silvio B. no le alcanza el tiempo para dedicarse en cuerpo y alma, a tareas menos libidinosas y lucrativas, como gobernar y administrar el poder en función de la ciudadanía, es decir los plebeyos.
Leyendo las informaciones acerca de la política doméstica italiana, el lector podría tener la impresión, que el presidente está más empeñado en demostrar, o bien la fortaleza de la forza Italia o la forza de su destino. Tampoco queda claro si se trata de una ópera clásica o de una obra de teatro bufo. En todo caso, la actuación de Silvio B. de cara a los ciudadanos, sabe más bien a burla y parece estar más obsesionado en demostrar su forza masculina, que en resolver los problemas económico-sociales de las italianas e italianos. De cualquier modo, la forza de las testosteronas de Silvio Burlasconi, más que mito y leyenda, es un buen producto comercial periodístico y eso es lo que realmente cuenta y suma.
Roberto Herrera 24.01.2011
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