miércoles, 29 de agosto de 2018

La caminata con Otto me asustó más que el terremoto


La caminata con Otto me asustó más que el terremoto

Resulta que un día de estos, para no caer en el hastió y la modorra que provoca el seco y caluroso estío en la provincia de Alicante, se me ocurrió, a bote pronto, subir al punto más alto de la región. Desde la llanura, el Pico Campana, erguido, pelado y besando las nubes impone, debo reconocer, un relativo respeto. Pero de verdad que vale la pena alcanzar la cima, pues desde las alturas el panorama es impresionante y maravilloso.

Con sus 1409 metros de altura –medidos en dos ocasiones por el GPS de pulsera Polar M400–, el Puig Campana, es un piquito o un Piccolo, comparado con los picos suramericanos, africanos, tibetanos o los alpinos. No obstante, siempre vale la pena enfrentarse a cualquier obstáculo que pueda ofrecer el terreno, aunque después a uno le duela hasta el lugar más recóndito del cuerpo, precisamente ahí, donde los rayos del sol no llegan.

Sin embargo, antes de emprender la caminata, previamente consulté a unos amigos conocedores de la ruta, con el objeto tantear teóricamente un poco la topografía de la zona. Me llenaron de buenas y sinceras recomendaciones, y con más de alguna bienvenida advertencia. Escuchándoles atentamente me llegó volando el recuerdo de una caminata que hice a finales de la década de los ochenta del siglo pasado en los Alpes suizos junto con Otto M., un alemán lanzado y aventurero. En dicha ocasión, no pregunté a nadie, y confiando en la supuesta experiencia de Otto en los glaciares, me aventuré en terra incógnita.

No recuerdo el nombre del glaciar que escogió Otto para nuestra ruta ni tampoco la altura de la montaña suiza; pero la próxima vez que lo encuentre en la ciudad le plantearé la pregunta que desde hace años llevo guardada en mi interior. Un caso de represión emocional diría Sigmund Freud, pues la verdad es que la caminata con Otto me asustó más que el terremoto de 1965 en San Salvador. Sí las palabras hubieran sido proyectiles de hielo tipo carámbano, seguro estoy que el aventurero germano hubiera quedado patitieso como la momia Ötzi.

La escalada hasta la morena no me resultó ningún problema. Ante mí se abrió un blanco y negro telón, tan imponente como amenazante. Era la lengua del glaciar. Fue en ese momento, cuando me di cuenta de que mi guía alpino, es decir Otto M., de alpinismo no tenía ni la más mínima experiencia. A pesar de que llevábamos, según yo, el supuesto equipo necesario para escalar: Crampones

Mientras discutíamos la ruta a escalar, vimos a lo lejos, descender a un alpinista en medio del glaciar. A pesar de todo, Otto seguía empecinado en tomar una ruta que, según mi juicio, era la opción más absurda e insólita. Así que decidí tomar las riendas de mi destino, pues bajar al punto de partida, es decir, al estacionamiento de coches no estaba en mi itinerario. Mejor solo que mal acompañado, pensé. Así que ni corto ni perezoso mandé a Otto a tomar por el culo.

Después de varias horas de caminar y ya oscureciendo –Otto, afortunadamente utilizó su sentido común y siguió mi huella– llegué a la cima de la montaña. El responsable del refugio salió a mi encuentro en el puente de madera que comunica el glaciar con el refugio de montaña, vociferando algo en un cerrado alemán-suizo que en un primer momento no comprendí acústicamente; pero luego, alzando él más la voz me reprendió por la estupidez que había cometido al ascender el glaciar, primero, en solitario y segundo, sin el equipo adecuado. Minutos más tarde, le tocó el turno a Otto, el autor intelectual de la estúpida caminata, quien de vergüenza cambió del rojo tomate a un morado ciruela.

Esa noche en el refugio, escuchando las historias de los alpinistas ahí reunidos acerca de los peligros que encierran los glaciares, no podía creer la falta de responsabilidad de Otto al arriesgar su vida y la mía en tan descabellada aventura. En esas nocturnas horas no me faltaron vituperios para mandar a parir a Otto, lo que sí me faltó fueron horas para recuperar energías. Tan encabronado estaba que no pude pegar pestaña. Nunca en mi vida me había expuesto al peligro de muerte como lo hice ese día de otoño ascendiendo el glaciar con la inocencia angelical de un enfermo mental. Todavía anidan en mi recuerdo el ruido del agua corriendo bajo mis pies y las grietas profundas a derecha e izquierda del camino.

Al día siguiente, la angustia aumentó exponencialmente al contemplar la inmensa e interminable pared vertical que formaba el glaciar. De no haber sido por un experto alpinista alemán de Karlsruhe que generosamente se ofreció a descender con nosotros, yo ese día acompañado solo de Otto no hubiera bajado ni siquiera por todo el oro del mundo. De no haber sido así, ese día solamente en helicóptero me bajan del Glaciar.

Descendimos no por la ruta del día anterior, sino por una, más cerca, más segura y tomando las medidas mínimas de seguridad: Adelante, en la vanguardia, iba el verdadero guía, yo al medio y en la retaguardia, Otto, el falso guía. Los tres íbamos unidos por una cuerda atada a nuestras cinturas. No fueron pocas las veces que caí hasta la cintura en agujeros ocultos por un manto de nieve recién caída, fresca y virgen, conocida como polvo. Cuando por fin mis pies tocaron la tierra firme de los Alpes suizos, me volvió el alma al cuerpo y entendí en ese momento, de manera sensorial, que definitivamente el agua en su estado solido y líquido no es mi elemento.

Felizmente regresé sano y salvo a casa sin ningún rasguño en el cuerpo, convencido que soy cabra montuna y que mi amigo Otto, sin quererlo, se comportó como un cabrón, pero también con mucha fortuna.  

viernes, 10 de agosto de 2018

¿Quién ganará sí gana GANA en febrero 2019?


¿Quién ganará sí gana GANA en febrero 2019?

El nombramiento de Nayib Bukele como candidato oficial del partido derechista GANA para participar en las próximas elecciones presidenciales de febrero 2019 ha causado un “terremoto político”, según el conocido analista político salvadoreño, Dagoberto Gutiérrez. Este movimiento “telúrico” ha sido de tal dimensión que, hasta Dagoberto, antiguo cuadro político y dirigente del partido comunista salvadoreño PCS, ha quedado sorprendido; esa es la impresión que tuve, viéndolo y escuchándolo discurrir en una conversación televisiva digital (El Salvador Impressive, YouTube) el día 30 de julio.

Dagoberto se escabulló, como una trucha que recibe una ducha de agua caliente, y evitó olímpicamente contestar la pregunta que con mucha insistencia le planteó el periodista Ernesto López: ¿Hay un pacto de alianza entre GANA y Nuevas Ideas?

Dagoberto salió finalmente del atolladero dialéctico, pero, para mi gusto, muy maltrecho. Lo salvó la campana. Si bien es cierto que utilizó con elegancia, con humor y con mucha astucia todos los recursos retóricos, político-ideológicos, teórico-filosóficos que posee, lo que sembró durante esa conversación publica fue duda y confusión. Ahora bien, en definitiva, lo importante no fue lo que Dagoberto dijo o no dijo, sino lo que no quiso decir.

Durante la charla con el periodista, Dagoberto se mostró escurridizo y evasivo, algo muy inusual en él. No fue el maestro corifeo, elocuente y sabio que suele ser en este tipo de encuentros, sobre todo cuando su interés se focaliza en descubrir lo que “está más allá” de lo superficial. En este diálogo, los papeles se invirtieron, Ernesto López quería encontrar la verdad y Dagoberto se aferró a las arenas movedizas de la superficialidad y futilidad en la argumentación: “Bukele es militante de GANA, Bukele es dirigente de GANA y Bukele es incluso candidato presidencial de GANA”.

Sin embargo, días más tarde, el mismo Dagoberto en su comentario semanal retrasmitido vía digital por el canal “Informa TVX” (YouTube) el martes 7 de agosto (miércoles 8 en Europa), fue claro, diáfano y sin contrapuntos en relación a la política de alianzas y en particular, entre GANA y Nuevas Ideas.  Algo que hace siete días se negó a reconocer ante la pregunta del periodista Ernesto López, esta vez lo expuso sin galimatías. ¿Por qué recién siete días más tarde?

Pues probablemente las fuerzas políticas que marcan la pauta o el rumbo del movimiento social Nuevas Ideas ya llegaron a un compromiso político. Es decir, se pusieron de acuerdo en la táctica y en la estrategia política a seguir en la futura alianza con GANA y otras fuerzas políticas. Pienso que, en estas discusiones, debates y negociaciones políticas, la voz de Dagoberto Gutiérrez ha sido escuchada.

Los objetivos de la alianza “GANA-Nuevas Ideas y otros” son,  según entendí a Dagoberto, derrotar la estrategia del bipartidismo en El Salvador, logrando que ARENA no vuelva al poder y que el FMLN no continúe administrando los poderes del estado, y, segundo, asegurar la posibilidad (el subrayado es importante, ya que se trata solo de asegurar la posibilidad) de alcanzar las transformaciones político-económicas y sociales necesarias (reformas a todos los niveles) para que la sociedad salvadoreña pueda desarrollarse en paz.

Racionalmente entiendo la política de las alianzas como un vehículo de acumulación de fuerzas para lograr objetivos políticos concretos y/o programas de gobiernos específicos.  Sin embargo, pienso que pactar una alianza con GANA, para arrebatarle el gobierno al FMLN e impedir que ARENA vuelva al poder, sobrepasa el umbral de mi tolerancia política. La verdad es que se desvaneció en mí la gana que tenía de darle mi voto a Nuevas Ideas en febrero 2019.

En relación a Nayib Bukele, soy de la opinión que él tiene la idea fija, desde hace varios años, de convertirse en el próximo presidente de la República de El Salvador. Con tal de conseguir esa meta Bukele estuvo dispuesto a pactar alianzas políticas con quien fuera.  Su coqueteo y noviazgo político con el FMLN fue parte de esa estrategia. La decisión de Bukele de pactar alianzas con GANA, un vástago del partido ultraderechista ARENA, forma parte de su plan presidencial estratégico maestro.

Personalmente, no me hago ninguna ilusión de que un gobierno con Bukele a la cabeza vaya a resolver la problemática socioeconómica de la gran mayoría del pueblo salvadoreño ni mucho menos cambiar el modelo económico neoliberal, tampoco pienso que será el detonante de la revolución democrático-burguesa salvadoreña del siglo XXI.

Efectivamente, las elecciones del próximo año podrían demostrar si el pueblo progresista, democrático, humanista y marxista se ha vuelto resistente o inmune al somnífero FMLN, en el caso que Nayib Bukele saliera elegido como presidente de la república, a pesar del agravante de ser un político de derechas y representar a una fuerza política cercana a la ultraderecha tradicional salvadoreña.

¿Quién ganará entonces, sí gana GANA en febrero 2019?