domingo, 20 de marzo de 2016

De alternativas y de realidades políticas en Alemania

De alternativas y de realidades políticas en Alemania


En época de crisis coyunturales o sistémicas, sean éstas político-militares y/o económicas, los procesos electorales en las sociedades democrático-parlamentarias se convierten–en muchos casos–, en torrentes incontrolables de opiniones, miedos y exageraciones. Es decir, en ríos revueltos de color café. Un tinte marrón que recuerda ineludiblemente, ideológicamente hablando, al color estiércol de los regímenes nacional-socialistas del siglo pasado. Y bien sabido es, como afirma Pármeno en La Celestina, que “a rio revuelto ganancia de pescadores.”

La crisis de los refugiados y la campaña racista y xenófoba desplegada en los últimos meses por movimientos sociales anti islamistas como PEGIDA y otras organizaciones de extrema derecha en Alemania, sobre todo en la antigua República Democrática Alemana (DDR), crearon un clima propicio para la proliferación de planteamientos demagógicos y populistas.

El escenario previo a las elecciones parlamentarias se complejizo aún más, cuando se hicieron públicas las contradicciones entre Ángela Merkel y su principal socio político, Horst Seehofer (Social Cristiano) en relación al tema “Refugiados” y la resistencia de Austria y Hungría para encontrar una solución europea al problema de los refugiados.

Es decir, que las fuerzas políticas que salieron a pescar al rio ahíto de refugiados fueron las de centro-derecha, derecha y extrema derecha. Mientras que la socialdemocracia y la izquierda moderada (Die Linke) fueron simples espectadores o bien, pescaron sin anzuelo y sin carnada. Algunos pescaron con caña y otros con red.  Y otros, como Tayyip Erdogan, el presidente turco y Winfried Kretschmann (Los Verdes), presidente del estado federal Baden-Württemberg, pescaron con mando a distancia.  Dado que el partido de derecha “Alternativa para Alemania” (AfD) salió a pescar con redes de arrastre, encontró felizmente llena su atarraya tanto de bazofia como de toda clase de pescado. 

Muchos han querido interpretar el “triunfo” de AfD como un deja vú histórico. Pienso que no está mal el ejercicio y hace bien recordar que el 13 de marzo de 1932 se realizaron elecciones presidenciales en Alemania y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) dirigido por Adolfo Hitler obtuvo el 30% de los votos válidos y en la segunda vuelta, el 10 de abril, el Partido Nazi en alianza con el Partido Nacional del Pueblo de Alemania (DNVP, siglas en alemán) obtuvo casi el 37% de los votos. No obstante, Paul von Hindenburg, socialdemócrata, resultó electo Presidente de la República de Weimar.

Los sucesos posteriores, a raíz del nombramiento de Gustavo Adolfo Hitler como canciller en enero 1933 hasta el 30 de abril de 1945, fecha en que el “Führer” se voló la tapa de los sesos en su búnker de Berlín, forman parte de uno de los capítulos más tristes, vergonzosos y macabros de la historia moderna de Alemania.

Según los análisis realizados por el instituto alemán de análisis y pronósticos Infratest dimap, el 25 % de los jóvenes menores de 25 años en Sajonia-Anhalten (antigua Alemania Oriental), es decir, la generación nacida después de la caída del muro de Berlín votó por el partido político “Alternativa para Alemania” (AfD), mientras que en Renania-Palatinado y Baden-Württemberg el 12 % y el 13 % respectivamente. Pareciera entonces, que el pueblo alemán no aprendió bien las lecciones de historia en la escuela.  

Pero bien, aunque los resultados de estas elecciones parlamentarias regionales son preocupantes, tampoco significa que Alemania se encuentra en el umbral del fascismo.  Independientemente de que la xenofobia haya alcanzado niveles de violencia parecidos a los años del auge del partido nazi hitleriano en algunos lugares de Sajonia.

Por otra parte, es necesario señalar, a fin de marcar las diferencias entre la crisis de los años veinte y treinta del siglo pasado y la coyuntura actual capitalista, que la economía alemana es la más fuerte en el contexto europeo y el Gran Capital alemán no está amenazado.

Lo que está sucediendo en Alemania y en el resto de Europa es una “derechización” de la clase política y las últimas elecciones en Alemania dan prueba de ello. Pero “derechización” no es sinónimo ni eufemismo del fascismo. Puede ser una parte integral de su desarrollo, pero no necesariamente. Recordemos el ascenso abrupto del fascismo en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular en los momentos en que el país se encontraba en un proceso democrático al socialismo y el zarpazo del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) dirigido por Adolfo Hitler apoyado por el Gran Capital alemán como respuesta al peligro de la expansión de la revolución bolchevique. El fascismo es siempre la respuesta más radical y violenta del Gran Capital frente al anticapitalismo.

Ahora bien, la “derechización” es un proceso que se viene observando a nivel mundial desde la caída de la Unión Soviética y, en particular en Alemania desde la reunificación. El corrimiento a la derecha del centro político parlamentario alemán es un hecho indiscutible a partir de la elección de Gerhard Schröder (SPD) en 1998 como Canciller de la república, quien gobernó en coalición con Los Verdes hasta el año 2005. El programa de gobierno conocido como “Agenda 2010”, impulsado por los socialdemócratas y Los Verdes entre el 2003 y 2005 fue la fórmula mágica del neoliberalismo, en la cual solo puede haber crecimiento económico en la medida en que se reducen los salarios y la eliminación de las prestaciones sociales estatales. La reforma del mercado laboral, conocida en Alemania como HARZT IV, tuvo un fuerte impacto negativo en las clases sociales económicamente más débiles. También las diferentes reformas del sistema de salud, así como la escasez de viviendas sociales afectaron a la población con menor poder adquisitivo.

Con la llegada al poder de Ángela Merkel en el año 2005 (gran coalición con la socialdemocracia), la agenda 2010 continuó teniendo validez y, por otra parte, la democracia cristiana fue asumiendo lentamente, en parte, posiciones “socialdemócratas” y, por lo tanto, “robándole” espacios a la “derecha” socialdemócrata. Este desplazamiento aparente “hacia la izquierda” de la democracia cristiana ha dejado “espacios políticos vacíos de derecha” que el partido Alternativa para Alemania (AfD) ha sabido aprovechar.

Según demuestran los análisis de las elecciones parlamentarias recién pasadas, casi un 65-70 % de los electores que votaron por la Alternativa para Alemania (AfD) estaría en desacuerdo con la política de los partidos tradicionales (SPD, CDU) y el partido de izquierda “Die Linke”. En Sajonia-Anhalten el gran perdedor es el partido socialdemócrata, seguido por el partido “Die Linke”.  
En este sentido, el triunfo de AfD no puede considerarse un tsunami o terremoto político ni mucho menos, pero si como expresión de la “derechización” de las fuerzas políticas en Alemania y de la tácita debilidad de la izquierda parlamentaria. 


¿Existe una alternativa real a la “derechización” en Alemania?