De alternativas y de realidades políticas en Alemania
En época de crisis coyunturales o sistémicas, sean éstas político-militares
y/o económicas, los procesos electorales en las sociedades democrático-parlamentarias
se convierten–en muchos casos–, en torrentes incontrolables de opiniones,
miedos y exageraciones. Es decir, en ríos revueltos de color café. Un tinte
marrón que recuerda ineludiblemente, ideológicamente hablando, al color
estiércol de los regímenes nacional-socialistas del siglo pasado. Y bien sabido
es, como afirma Pármeno en La Celestina, que “a rio revuelto ganancia de
pescadores.”
La crisis de los refugiados y la campaña racista y xenófoba desplegada en
los últimos meses por movimientos sociales anti islamistas como PEGIDA y otras organizaciones
de extrema derecha en Alemania, sobre todo en la antigua República Democrática
Alemana (DDR), crearon un clima propicio para la proliferación de planteamientos
demagógicos y populistas.
El escenario previo a las elecciones parlamentarias se complejizo aún más, cuando
se hicieron públicas las contradicciones entre Ángela Merkel y su principal
socio político, Horst Seehofer (Social Cristiano) en relación al tema
“Refugiados” y la resistencia de Austria y Hungría para encontrar una solución
europea al problema de los refugiados.
Es decir, que las fuerzas políticas que salieron a pescar al rio ahíto de
refugiados fueron las de centro-derecha, derecha y extrema derecha. Mientras
que la socialdemocracia y la izquierda moderada (Die Linke) fueron simples
espectadores o bien, pescaron sin anzuelo y sin carnada. Algunos pescaron con
caña y otros con red. Y otros, como Tayyip
Erdogan, el presidente turco y Winfried Kretschmann (Los Verdes), presidente del
estado federal Baden-Württemberg, pescaron con mando a distancia. Dado que el partido de derecha “Alternativa
para Alemania” (AfD) salió a pescar con redes de arrastre, encontró felizmente llena
su atarraya tanto de bazofia como de toda clase de pescado.
Muchos han querido interpretar el “triunfo” de AfD como un deja vú histórico. Pienso que no está mal
el ejercicio y hace bien recordar que el 13 de marzo de 1932 se realizaron
elecciones presidenciales en Alemania y el Partido Nacionalsocialista Obrero
Alemán (NSDAP) dirigido por Adolfo Hitler obtuvo el 30% de los votos válidos y
en la segunda vuelta, el 10 de abril, el Partido Nazi en alianza con el Partido
Nacional del Pueblo de Alemania (DNVP, siglas en alemán) obtuvo casi el 37% de
los votos. No obstante, Paul von Hindenburg, socialdemócrata, resultó electo
Presidente de la República de Weimar.
Los sucesos posteriores, a raíz del nombramiento de Gustavo Adolfo Hitler como
canciller en enero 1933 hasta el 30 de abril de 1945, fecha en que el “Führer” se
voló la tapa de los sesos en su búnker de Berlín, forman parte de uno de los
capítulos más tristes, vergonzosos y macabros de la historia moderna de
Alemania.
Según los análisis realizados por el instituto alemán de análisis y
pronósticos Infratest dimap, el 25 % de los jóvenes menores de 25 años en Sajonia-Anhalten
(antigua Alemania Oriental), es decir, la generación nacida después de la caída
del muro de Berlín votó por el partido político “Alternativa para Alemania” (AfD),
mientras que en Renania-Palatinado y Baden-Württemberg el 12 % y el 13 %
respectivamente. Pareciera entonces, que el pueblo alemán no aprendió bien las
lecciones de historia en la escuela.
Pero bien, aunque los resultados de estas elecciones parlamentarias regionales
son preocupantes, tampoco significa que Alemania se encuentra en el umbral del fascismo.
Independientemente de que la xenofobia
haya alcanzado niveles de violencia parecidos a los años del auge del partido
nazi hitleriano en algunos lugares de Sajonia.
Por otra parte, es necesario señalar, a fin de marcar las diferencias entre
la crisis de los años veinte y treinta del siglo pasado y la coyuntura actual
capitalista, que la economía alemana es la más fuerte en el contexto europeo y
el Gran Capital alemán no está amenazado.
Lo que está sucediendo en Alemania y en el resto de Europa es una “derechización”
de la clase política y las últimas elecciones en Alemania dan prueba de ello. Pero
“derechización” no es sinónimo ni eufemismo del fascismo. Puede ser una parte
integral de su desarrollo, pero no necesariamente. Recordemos el ascenso
abrupto del fascismo en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular en los
momentos en que el país se encontraba en un proceso democrático al socialismo y
el zarpazo del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) dirigido por
Adolfo Hitler apoyado por el Gran Capital alemán como respuesta al peligro de
la expansión de la revolución bolchevique. El fascismo es siempre la respuesta más
radical y violenta del Gran Capital frente al anticapitalismo.
Ahora bien, la “derechización” es un proceso que se viene observando a
nivel mundial desde la caída de la Unión Soviética y, en particular en Alemania
desde la reunificación. El corrimiento a la derecha del centro político
parlamentario alemán es un hecho indiscutible a partir de la elección de
Gerhard Schröder (SPD) en 1998 como Canciller de la república, quien gobernó en
coalición con Los Verdes hasta el año 2005. El programa de gobierno conocido
como “Agenda 2010”, impulsado por los socialdemócratas y Los Verdes entre el
2003 y 2005 fue la fórmula mágica del neoliberalismo, en la cual solo puede
haber crecimiento económico en la medida en que se reducen los salarios y la
eliminación de las prestaciones sociales estatales. La reforma del mercado
laboral, conocida en Alemania como HARZT IV, tuvo un fuerte impacto negativo en
las clases sociales económicamente más débiles. También las diferentes reformas
del sistema de salud, así como la escasez de viviendas sociales afectaron a la
población con menor poder adquisitivo.
Con la llegada al poder de Ángela Merkel en el año 2005 (gran coalición con
la socialdemocracia), la agenda 2010 continuó teniendo validez y, por otra
parte, la democracia cristiana fue asumiendo lentamente, en parte, posiciones
“socialdemócratas” y, por lo tanto, “robándole” espacios a la “derecha”
socialdemócrata. Este desplazamiento aparente “hacia la izquierda” de la
democracia cristiana ha dejado “espacios políticos vacíos de derecha” que el
partido Alternativa para Alemania (AfD) ha sabido aprovechar.
Según demuestran los análisis de las elecciones parlamentarias recién
pasadas, casi un 65-70 % de los electores que votaron por la Alternativa para
Alemania (AfD) estaría en desacuerdo con la política de los partidos tradicionales
(SPD, CDU) y el partido de izquierda “Die Linke”. En Sajonia-Anhalten el gran
perdedor es el partido socialdemócrata, seguido por el partido “Die Linke”.
En este sentido, el triunfo de AfD no puede considerarse un tsunami o
terremoto político ni mucho menos, pero si como expresión de la “derechización”
de las fuerzas políticas en Alemania y de la tácita debilidad de la izquierda
parlamentaria.
¿Existe una alternativa real a la “derechización” en Alemania?
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