lunes, 15 de julio de 2013

La pax americana o todo lo que el imperialismo norteamericano emprende para desplumar la paloma de la paz en América Latina

La metamorfosis de la Escuela del Terror de las Américas

Tercera Parte


La Escuela de las Américas fue una de las bases militares en Panamá, cuya meta principal era formar a oficiales y suboficiales latinoamericanos en el marco de la doctrina de contrainsurgencia. En Fuerte Amador, lo que menos aprendieron los más de 60000 alumnos que entre 1946 hasta 1984 por allí pasaron, fue el amor al prójimo. Todo lo contrario, allí se les adiestró y entrenó en el “arte” de la tortura, en la guerra psicológica y en la lucha antiguerrillera. Definitivamente, en Fuerte Amador el amor por la justicia social-económica y la libertad de acción y pensamiento, brilló por su ausencia.

La Escuela de las Américas fue fundada en 1946 con el nombre de “Centro de Entrenamiento para Latinoamérica División Combate Terrestre” con sede en la zona del canal de Panamá y rebautizada con el nombre de “Escuela del Caribe” en 1950, cuando el centro de entrenamiento fue trasladado al Fuerte Gulick, ubicado en la parte atlántica de la zona del canal. La doctrina Truman iba viento en popa y a toda vela en América Latina y las aguas del océano Atlántico arrastraron la “guerra fría” europea a las cálidas costas del Gran Caribe. El imperialismo norteamericano se preparaba estratégicamente para combatir la “subversión comunista soviética” en su patio trasero. Cuba, convertida en el “burdel caribeño” de la mafia norteamericana, se transformó de la noche del 31 de diciembre de 1959 a la mañana del primero de enero de 1960, con el triunfo de la revolución cubana, en el enemigo número uno de la sociedad norteamericana. La revolución cubana es desde entonces, la espina clavada en el costado del gobierno de los Estados Unidos.

En Julio de 1963, el gobierno de los Estados Unidos decidió cambiarle nuevamente el nombre a la “Escuela del Caribe”; probablemente porque asumió que el “peligro comunista” no se limitaba solamente a la región de la Gran Cuenca del Caribe, sino que abarcaba la totalidad del continente americano. El nombre de “Escuela Militar de las Américas” calzaba mejor con el carácter y contenido continental y anticomunista del centro de entrenamiento militar. En 1984, luego de haberse firmado los acuerdos que reglamentaban el traspaso del canal de Panamá al gobierno panameño, la “Escuela de las Américas” fue trasladada al Fuerte Benning in Georgia/USA. Desde entonces la „School of the Americas“(SOA) dejó de existir y en su lugar apareció el Instituto de Cooperación para la Seguridad del Continente Americano (WHISC, en sus siglas en inglés). El Centro de entrenamiento de antaño no se transformó en una mariposa de colores con el traslado al Fuerte Benning in Georgia, todo lo contrario, siguió creciendo como una hidra de mil cabezas que solo piensa en matar, asesinar y torturar.

Existen dos períodos en la historia político-militar del gobierno de los Estados Unidos en Latinoamérica que influyeron esencialmente y condicionaron el fomento y desarrollo de la “Escuela de las Américas”. El primer período comienza con el estallido de la primera guerra mundial en 1914 y termina en 1960 con la derrota del dictador Fulgencio Batista en Cuba. El segundo período se extiende desde 1961, simbólicamente representado por la invasión mercenaria en playa Girón hasta el presente.

El interés especial de los Estados Unidos por América Latina, como se ha explicado anteriormente, data de principios del siglo XIX, pero con la inauguración del canal de Panamá en agosto de 1914, la zona de Centroamérica y el Gran Caribe se convirtió en área estratégica militar del gobierno de los Estados Unidos.
Fue precisamente John F. Kennedy, el presidente norteamericano que impulsó y estimuló de manera decidida y resoluta la doctrina de contrainsurgencia a partir de 1961. John Kennedy, quien estaba convencido que la guerra contra el “comunismo internacional” no solamente se debía combatir con medios militares, desarrolló un plan político-económico-ideológico que sería la base de la „revolución pacífica” en América Latina. La Alianza para el Progreso fue financiada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (United States Agency for International Development), pero pronto quedó al descubierto, que la famosa “alianza para el progreso”, servía solamente para estrechar la unidad entre la oligarquía latinoamericana, la casta militar y la iglesia católica. La Alianza para el progreso fue en realidad la unidad de la clase dominante en función de fomentar el retroceso de los países pobres del continente americano.

A pesar del plan económico profiláctico de la administración Kennedy, después de la revolución cubana, surgieron las primeras guerrillas en Venezuela y Colombia, como respuesta a la situación de pobreza y de extrema desigualdad social en que vivía la mayoría de la población pobre. En El Salvador a mediados del siglo XX el 67 % de las tierras fértiles estaba en manos de un 4% de la población, mientras que el 96% de todos los propietarios de tierra poseía el 33 % de las tierras cultivables. En Colombia la situación era parecida: Al 5 % de la población le pertenecía el 80 % del terreno cultivable, mientras que el 66% de la población poseía el 5% de las tierras. A esta desigualdad a nivel de propiedad de la tierra se sumaban la corrupción de los funcionarios, el sometimiento de los gobiernos nacionales a los lineamientos del gobierno de los Estados Unidos y como colofón, la brutalidad con que los cuerpos represivos y paramilitares castigaban a los campesinos y jornaleros.

Los planes de instrucción militar de la “Escuela de las Américas” fueron adaptados a la estrategia de contrainsurgencia de la administración Kennedy. Como paladines de la democracia occidental los militares aprendieron en la SOA que la tortura, la desaparición y muerte son los instrumentos idóneos para garantizar la “libertad y la paz” en los pueblos de América Latina.

Desde 1961 hasta 1990, alrededor de 36000 oficiales y suboficiales de Latinoamérica visitaron la Escuela de las Américas“. La mayoría de ellos eran colombianos (5827), salvadoreños (5642), peruanos (3465), panameños (3003), bolivianos (2669), venezolanos (2462), chilenos (1968), ecuatorianos (1869), hondureños (1550) y dominicanos (1700)[1].

La clasificación del número de egresados por país de la SOA, variaba según la coyuntura político-militar regional de América Latina. Fue así que en la época del Che Guevara en Bolivia, Venezuela, Bolivia, Panamá y Perú ocuparon los primeros cuatro lugares. A pesar de la derrota de la guerrilla del Che, los Estados Unidos mantuvieron el foco de atención en Suramérica, sobre todo en Perú. De tal manera que, Perú, Panamá, Bolivia y Venezuela ocuparon los primeros puestos en los años setenta.

A partir de 1981 hasta 1990 la situación en América Latina cambió radicalmente y el centro de atención se trasladó a El Salvador y Colombia, dos naciones con estructuras político-sociales parecidas. Ambos países no tienen solamente en común unos de los mejores cafés del mundo, un alto índice de pobreza y una violencia extrema, sino que además en sus territorios operaban los ejércitos guerrilleros más numerosos y mejor armados en toda la historia de la lucha político-militar en América Latina. No es extraño entonces, que Colombia y El Salvador ocuparan los dos primeros lugares en el número de egresados de la “Escuela de las Américas”.

Estas estadísticas reflejan el verdadero carácter y contenido ideológico de la “Escuela de las Américas”. En la actualidad, ni Venezuela ni Cuba representan un factor desestabilizador político-militar en la región del Gran Caribe, lo que preocupa en primera instancia al gobierno de los Estados Unidos es Colombia. O expresado de otra manera, son las FARC y el ELN los que se encuentran en el punto de mira de Washington.

Dentro de los alumnos destacados de la “Escuela de dictadores”, como también se conoce a la SOA, sobresalen[2]:

General Manuel Noriega, panameño: Antiguo agente de la CIA. Noriega fue condenado a prisión en 1992 por un tribunal de justicia de los Estados Unidos por tráfico de drogas, chantaje y conspiración. Desde entonces se encuentra en la cárcel[3].

General Efraín Ríos Montt, guatemalteco: Fue condenado el 10 de mayo de 2013 por genocidio y por crímenes de lesa humanidad a la pena de 80 años de cárcel. La sentencia fue revocada días más tarde.

General Hugo Banzer, boliviano: El dictador boliviano entre 1971 y 1978 quien desde 1988 ocupa un puesto de honor en el Hall of Fame de la Escuela de las Américas.

Coronel Roberto D'Aubuisson, salvadoreño: Fundador del partido ultraderechista ARENA y de los escuadrones de la muerte en los años 80. El ex embajador Robert White declaró en 1986 al Congreso de los Estados Unidos, que D’Aubuisson participó en la planificación y ejecución del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Sin embargo, D’Aubuisson nunca fue acusado formalmente ante la justicia. Murió en la cama como el dictador Pinochet, sin haber pagado frente a la sociedad por los crímenes cometidos.

Coronel Natividad de Jesús Cáceres Cabrera, salvadoreño: Segundo al  mando del batallón Atlacatl, responsable de haber realizado la masacre de El Mozote. Cáceres Cabrera  es, junto con el Teniente-coronel Domingo Monterrosa y mayor José Armando Azmitia Melara (ambos ya fallecidos) responsables directos de dicha masacre.

Manuel Contreras, chileno: Fue director de la policía secreta chilena (DINA) durante la dictadura de del General Pinochet. Contreras fue condenado a 289 años de prisión por secuestro, desaparición y asesinato.

Resumiendo:
Durante la guerra fría, la Escuela de las Américas desempeñó un papel determinante en la formación militar en el marco del concepto estratégico de contrainsurgencia, guerra de baja intensidad y la guerra sucia, además en el adoctrinamiento anticomunista de miles de oficiales y suboficiales latinoamericanos.
Con la caída de la Unión Soviética en 1991 desapareció el “enemigo comunista”. En su lugar apareció el tráfico de drogas internacional, llamado también narcotráfico y el terrorismo musulmán. Con el nacimiento del “nuevo enemigo” de la sociedad occidental – aunque el tráfico de drogas siempre ha existido– el gobierno de los Estados Unidos se sacó de la manga el argumento político-militar para continuar manteniendo sus bases militares y centros de entrenamiento en todo el planeta. Es posible que el ciudadano común norteamericano esté mal informado, pero los políticos que gobiernan esa poderosa y gran nación – demócratas o republicanos, palomas o halcones –, son personas con gran educación y bien informados, quienes con toda seguridad, saben que mientras persistan las causas de la pobreza y la desigualdad social en América Latina, el peligro de las revoluciones sociales seguirá latente. Mientras el peligro de la revolución marxista se esconda en su “patio trasero”, la presencia militar de los Estados Unidos seguirá siendo una realidad inevitable.




[2] La lista es larga y los nombrados aquí han sido elegidos aleatoriamente.
[3] Estados Unidos, Francia y Panamá es el periplo carcelario de Noriega.