Sabe a milagro que en tan poco tiempo –seis meses– se haya dado en Cuba
Socialista, bloqueada por los Estados Unidos en todos los niveles desde octubre
de 1960, tres eventos que llenaron por unos días los titulares de los medios de
comunicación del mundo, pero cuya trascendencia político-diplomática y cultural
no pasa más allá de ser un acto de relaciones públicas internacionales. Sin
embargo, no se trata de ningún milagro, sino de cosas tan terrenales como lo
son las relaciones diplomáticas entre estados.
Ni el encuentro histórico entre el Papa Francisco y Cirilo, el Patriarca de
la Iglesia ortodoxa rusa en la Habana ni el Brown–cuban–
Sugar de los Rolling Stones en vivo en
el estadio de la Ciudad Deportiva ni siquiera los 88 años transcurridos entre
la visita del presidente republicano Calvin Coolidge en 1928 y la de Barack
Obama, demócrata, pasarán a la historia como el punto de inflexión de la revolución cubana o the point of no return de la misma. No
obstante, estos eventos indican que “algo” se “viene cocinando” a fuego lentísimo
en las respectivas cocinas desde hace varios años.
Y no podría ser de otra forma, puesto que los procesos, cuando se rigen por
las leyes de la dialéctica, solamente concluyen –parcialmente– cuando la lucha
de contrarios alcanza su máxima expresión, dando lugar a una fase de desarrollo
superior en calidad y cantidad a la anterior, en la cual lo viejo será negado nuevamente
y así sucesivamente.
El fracaso del llamado “socialismo real” en el siglo XX, se debió en gran
parte –según mi opinión– a que las
dirigencias políticas convirtieron la dialéctica en un dogma. ¿Dialéctica o Dogmatismo? Ese es el dilema de
toda fuerza política. ¿Desarrollo o involución?
Así como en los Estados Unidos, en Cuba también hay fuerzas políticas, por
una parte, que se oponen radicalmente a los cambios y se empecinan en mantener
el status quo vigente, otras,
empeñadas en imponer sus condiciones y otras, buscando encontrar soluciones
basadas en el respeto mutuo y la cooperación civilizada entre naciones con
diferentes modelos de desarrollo político-económico, ideológico y cultural. Por
esa razón es que los procesos dialécticos de desarrollo entre Cuba y los
Estados Unidos marchan más despacio que el deseo de los ciudadanos de “a pie” en
ambos países.
En este sentido, la visita de Francisco, Barack y los Rolling Stones son
parte integral, y a la vez superior, del proceso dialéctico de las relaciones
internacionales entre los Estados Unidos y la República Socialista de Cuba, y
que Juan Pablo II en su visita a Cuba en 1998 lo bautizara con la consigna: “Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se
abra el mundo”. El papel desempeñado por el Vaticano y la jerarquía de la
Iglesia católica como mediador, interlocutor e impulsor del acercamiento entre
los dos gobiernos ha sido importante para ambos.
Para entender mejor los cambios que se han dado en Cuba en los últimos 35
años hay que considerar dos coyunturas políticas que, según mi opinión,
influyeron de manera determinante en la política exterior e interior del
gobierno cubano. La primera es la caída de la Unión Soviética y la beligerancia
de la administración de Ronald Reagan. Aquí me referiré solamente a la segunda.
Ronald Reagan, la revolución salvadoreña, la
contrarrevolución nicaragüense, invasión a Granada y el fantasma de una guerra
centroamericana y caribeña 1983
La política exterior de la administración de Ronald Reagan en relación a la
revolución sandinista y la revolución socialista salvadoreña fue tajante y sin
corta pisas: Los Estados Unidos de Norteamérica no estaban (ni estarán) dispuestos
a tolerar y/o permitir una segunda o tercera Cuba en América Latina. Ni
siquiera una desteñida caricatura de la misma.
La invasión a Granada fue el mensaje meta comunicativo para el gobierno
cubano: O Cuba dejaba de apoyar a los movimientos revolucionarios en América
Latina o las consecuencias serían más graves aún para la revolución cubana.
El Comandante Fidel Castro Ruz en su discurso del 14 de noviembre de 1983
dedicado a los cubanos caídos en combate durante la invasión a Granada, expresó
lo siguiente: “El imperialismo se empeña
en destruir símbolos, porque conoce el valor de los símbolos, del ejemplo, de
las ideas. Quiso destruirlos en Granada, quiere destruirlos en El Salvador, en
Nicaragua, en Cuba… Ojalá que la pírrica victoria de Granada y la atmósfera
triunfalista que los embriaga no los conduzca a graves e irreversibles errores [advertencia
del Comandante a Reagan]…Los
revolucionarios salvadoreños, en más de tres años de heroica lucha, se han convertido
en combatientes experimentados, temibles, invencibles. Son miles de hombres que
conocen el terreno palmo a palmo, veteranos de decenas de combates victoriosos,
acostumbrados a luchar y vencer en proporción de uno a diez contra tropas
élites entrenadas, armadas y asesoradas por Estados Unidos [advertencia de
las implicaciones de una vietnamización de la guerra en El Salvador]…En las condiciones actuales de nuestro
continente, una guerra de Estados Unidos contra un pueblo latinoamericano
levantaría el espíritu y volcaría el sentimiento de todos los pueblos de
América Latina contra los agresores” [La amenaza de intervención militar
norteamericana directa en El Salvador fue un hecho real]. Nota: Los comentarios
entre corchetes son del autor.
La estrategia de uno, dos, tres Vietnam había quedado sepultada en la
Higuera en 1967 y la expectativa revolucionaria del movimiento salvadoreño de
tomar el poder político-económico y militar por la vía de las armas se había
aplazado – el FMLN no logró insurreccionar al pueblo el 22 de enero de 1981 – a
una fecha indecisa en el futuro. Es decir, que por un lado el gobierno de los
Estados Unidos no quería más “Cubas” en Latinoamérica (recordar Chile, 1973) y por
el otro, los movimientos revolucionarios guerrilleros en el continente no
podían derrotar a las dictaduras militares por la vía de las armas, entonces lo
más cuerdo y civilizado era optar por la vía pacífica, por el dialogo y la
negociación. Este fue el dilema que
confrontaron los movimientos guerrilleros latinoamericanos después de la
revolución cubana en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta del siglo
pasado, sobre todo en El Salvador.
Karl von Clausewitz argumenta en su obra “De la guerra”, que existen dos
motivos principales para plantear y/o hacer la paz: el primero es la
improbabilidad del éxito y el segundo el precio excesivo a pagar por él. Por
otra parte, tan pronto como el gasto de fuerza sea tan grande que el objetivo
político ya no sea equivalente, este objetivo deberá ser abandonado y el resultado
será la paz.
Cuba optó sabiamente por el camino de la paz, influyendo de manera importante
en el proceso de diálogo y negociación en El Salvador entre el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno de ARENA.
Fidel,
Raúl y su sensibilidad especial por la Iglesia Católica 1985- 2015
Hay un detalle
muy importante a tener en cuenta a la hora de analizar las relaciones entre
Cuba y el Vaticano: Cuba fue el único gobierno comunista que jamás rompió las
relaciones diplomáticas con el Vaticano.
El 24 de mayo de 1985 en algún lugar de la Habana se llevó a cabo una
conversación[1] entre el
fraile dominico brasileño Frei Betto y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Fidel reconoce en dicha ocasión que no se admite la presencia de cristianos en
el Partido Comunista de Cuba. Frei Betto pregunta si será posible en el futuro que
el PCC se transforme en un partido laico y si existirá la posibilidad que un
cristiano revolucionario pueda pertenecer a las filas del partido. Fidel
responde que, dadas las circunstancias político-culturales en los inicios de la
revolución, se tomó la norma rigurosa y
ortodoxa que todo aquel que quisiera ser militante del partido, tenía que
aceptar el marxismo-leninismo en todos
sus aspectos, no solo político y programático, sino también filosófico, y,
además, añade Fidel, que considera que todavía no están dadas las condiciones
en Cuba para que el partido comunista proclame el carácter laico del Partido.
En 1991, seis años más tarde de la conversación con Frei Betto, el Partido
Comunista de Cuba aprobó la entrada de católicos en sus filas. ¿Qué condiciones
se dieron para que el PCC proclamara el carácter laico del partido? A lo mejor,
la tácita desaparición de la Unión Soviética y el inicio del “Periodo Especial
en tiempos de Paz” contribuyeron a que la dirigencia del Partido lo decidiera.
Al final de la entrevista, Fidel le regala a Frei Betto un afiche del
Movimiento 26 de Julio con un dibujo del rostro del Comandante y con una
dedicatoria que dice: “Aún no lo ha logrado, pero si alguien puede hacer de mí
un creyente es Frei Betto. Fidel Castro”.
Treinta años más tarde, es decir en mayo del 2015, Raúl Castro Ruz declara
en Roma que: “Yo me leo todos los discursos
del Papa (Francisco). Si continúa
hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la Iglesia. Y no lo
digo en broma”.
El papel mediador del Vaticano 1998-2016
La visita del Papa Francisco a Cuba no ha provocado más expectativas que las
que causó en su momento Juan Pablo II cuando visitó la Isla en 1998, aun cuando se trata del primer
Sumo Pontífice no europeo en el Vaticano y con el crédito de ser coterráneo del
Comandante Che Guevara. No obstante, la
visita del presidente de los Estados Unidos no hubiera sido posible sin los
buenos oficios del Sumo Pontífice Francisco.
La visita de Karol Józef Wojtyla en Cuba hace 18 años tuvo una connotación
más política que religiosa: “Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra el
mundo”. Fue un llamado a levantar el bloqueo económico contra Cuba, lo cual no
significaba que Cuba recibiría un cheque en blanco, sino que se trataba de un quid pro quo. A cambio Cuba tenía que
realizar reformas político-económicas. Mientras
que la visita de Jorge Mario Bergoglio tiene como consigna: “Haz la paz y no la
guerra”.
El bloqueo económico que todavía rige por decreto de ley federal
estadounidense, es una guerra declarada contra Cuba, en la cual no hay
armamento militar de por medio, sino una cantidad de decretos y normativas que
provocan más daño al pueblo cubano que una guerra convencional. Es decir, que el
bloqueo no es más que la continuación de la guerra contrarrevolucionaria
imperialista por otros medios. ¡Una guerra que dura ya 56 años!
El fracaso del boicot y la fidelidad del pueblo cubano a
Fidel 1959-2016
El objetivo principal de la ley Torricelli, promulgada en 1992 por la Cámara
de Representantes de los Estados Unidos, era doblegar al gobierno cubano y
llevar a cabo la contrarrevolución. Es durante la fase más dura del “Periodo
Especial en Tiempos de Paz” en que se aprueba esta ley, también conocida como
Ley de la Democracia Cubana. Cuba, a pesar de todo ha resistido más de medio
siglo el bloqueo económico, político y diplomático. De tal manera que Cuba
Socialista entró al siglo XXI habiendo resistido amenazas de todo tipo por
parte del gobierno de los Estados Unidos y habiendo hecho caso omiso a los
cantos de sirena de la socialdemocracia internacional que llegó a la Isla en la
persona de Felipe González y su cohorte de funcionarios con recetas reformistas
económicas. El efecto dominó esperado por todos los enemigos de la revolución
en la década de los noventa, después del derrumbe de la Unión Soviética, no se
llevó a cabo. Es más, Cuba sigue ahí, empecinada en construir el
socialismo cubano y fiel al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.
Desde 1959, Fidel y el “marxismo-fidelismo” del pueblo cubano son las rocas
donde las olas se rompen con violencia cuando hay huracanes
político-ideológicos.
De cara al futuro es válido preguntarse: ¿Es posible un marxismo-fidelismo
sin Fidel?
Obama y la subversión sutil 2016
El discurso pronunciado por Barack Obama en el Gran Teatro de la Habana
el pasado 22 de marzo puede clasificarse
de “argumentativo-subversivo”, en cuanto que el presidente de la nación más
poderosa del planeta, haciendo uso de la retórica fina e inteligente que lo caracteriza,
pretende convencer al pueblo cubano y sobre todo a las nuevas generaciones
anónimas que lo escuchan atentamente en todos los rincones de la Isla, que el
presidente de los Estados Unidos de América le tiende al pueblo cubano su mano
negra y franca en son de paz, pero no quedó muy claro sí lo hacía en calidad de
amigo o enemigo de la revolución cubana.
La historia sucinta que relata Obama centralizada en la época de la
esclavitud en América, es un instrumento retórico para restarle importancia a las
diferencias político-ideológicas entre ambos gobiernos y, sobre todo, para
remarcar sus raíces africanas y su condición de pertenecer a un grupo social
que sufrió en los Estados Unidos el racismo y la discriminación social y
económica en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Obama ubicó el centro
de atención de su discurso en la influencia del África Negra en el continente
americano y en las reformas político-económicas necesarias que Cuba tendría que
realizar para garantizar el desarrollo futuro de la sociedad. Es decir, no era
un anglosajón ni un miembro de la oligarquía estadounidense que se dirigía al
pueblo cubano, sino un negro que ha tenido que currar duro para llegar a donde
está y que, además, quiere ayudar a Cuba.
Obama se dirigió de manera muy particular a las nuevas generaciones,
sabiendo que los jóvenes son los únicos que pueden moldear el “futuro” cubano. Miami, podría ser el paradigma a seguir en el
futuro, dado que es un “claro ejemplo” en los Estados Unidos de lo que los
cubanos son capaces de lograr con su talento innovador. Obama obviamente, no quiere una “nueva Miami”
en Cuba, sino una “nueva Cuba” en Cuba. ¿Y, cómo se logra eso?
Fortaleciendo e impulsando medidas de reestructuración económica –el
recetario para reestructurar el modelo de desarrollo económico socialista
cubano es más extenso–, pero Obama se limita a unas pocas, como, por ejemplo, el
cuentapropismo, cooperativas, políticas
monetarias, reformar las leyes laborales y disponibilidad de internet en
toda la isla.
Luego, Obama, consciente que la reestructuración económica no es suficiente
para que la juventud cubana realice el triple salto mortal sin red de seguridad
al estilo Miami, se explaya hablando de los derechos universales del hombre a
tener trabajo, escuela, casa, salud y los alimentos necesarios. Sin mencionar
que el bloqueo económico atenta precisamente contra los derechos universales de
los cubanos.
Obama no quiere que Cuba emule a los Estados Unidos, no obstante, él
explica al auditorio y a los televidentes cubanos que los Estados Unidos es un
país donde todo es posible conseguir y alcanzar, siempre y cuando exista la
voluntad de lucha y sacrificio individual y colectivo. De no haber sido porque
la gente se organizó, protestó y desafió a las autoridades gubernamentales no
hubiera sido posible abolir la segregación y la discriminación racial, comenta
el Presidente Obama. Es decir, que, para lograr cambios en la sociedad en
general, la juventud tiene que luchar, si es necesario contra el gobierno. ¡A
buen entendedor pocas palabras bastan!
La democracia estadounidense–argumenta Obama– es la que le ha dado al
pueblo trabajador la oportunidad de organizarse y a la gente “de a pie” a tener
voz y voto; es decir, que la democracia gringa es la garantía que tienen los
ciudadanos para alcanzar el sueño americano –the american dream– y disfrutar de un alto nivel de vida. !That is the american way of life!
Los Estados Unidos –reitera Obama– no tiene ni la capacidad ni la intención
de imponer cambios en Cuba. Lo que cambie dependerá del pueblo cubano. Pero sí dejó
bien en claro que para que los cubanos puedan construir the cuban way of life tiene que haber reformas profundas en el
modelo político-económico cubano.
Los cubanos no tienen que hacerse muchas ilusiones con la fineza y bonhomía
de Barack Obama ni esperar nada regalado por parte del gobierno norteamericano.
La política exterior del gobierno de los Estados Unidos no depende única y
exclusivamente del presidente de turno. La derogación de la ley Torricelli no
está en sus negras manos, sino en primera instancia en las manos blancas de
accionistas anónimos archimillonarios enquistados en sociedades y corporaciones
industriales y financieras. Los políticos demócratas o republicanos apretarán o
aflojarán las tuercas a Cuba de acuerdo a los intereses de los Estados Unidos.
I can't get no satisfaction
Antes que los Rolling Stones con el “I
can't get no satisfaction” y “You
Can't Always Get What You Want” llegaran a Cuba, John Lennon ya había
arribado –simbólicamente – a las costas
cubanas en su barco de fantasía Imagine
en diciembre de 1990[2],
diez años más tarde de su muerte física frente al Dakota en Manhattan. No fue un acto oficial sino un acto espontáneo
organizado por un puñado de jóvenes artistas que tuvieron el coraje y la
valentía de cantar públicamente las canciones de los Beatles. Tuvieron que
trascurrir diez años para que John tomara asiento sobre una banca de un
parquecito ubicado en el Vedado, ciudad de la Habana. El mismo Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz
estuvo presente en la inauguración del monumento a John Lennon[3].
¡Más vale tarde que nunca!
En la Cuba Socialista todavía hay necesidades materiales no satisfechas.
Pero también es cierto que hay otras pequeñas satisfacciones , como relata
Brecht en su poema “Satisfacciones”, que
los cubanos de “a pie” también pueden gozar y que son también vitales para la
salud mental: " La primera mirada por la ventana al despertarse, el viejo
libro vuelto a encontrar, los rostros entusiasmados, nieve –solamente en forma de helado en el Copelia,
sabor Fresa y Chocolate–, el cambio de las estaciones – solamente dos, pero bien marcadas–, el
periódico –Granma y Juventud Rebelde–,
un perro –también hay escuelas para los
caninos–, la dialéctica – esencial
para entender y comprender la naturaleza del hombre y de las cosas–,
bañarse –en hermosas playas de arena
blanca pero
no en pelota, porque es prohibido como en la mayoría de países –, nadar, música antigua – Benny Moré y Bella Vista Social Club –,
zapatos cómodos –de marcas conocidas–,
comprender, música nueva – Reguetón, Rap
y los Rolling Stones–, escribir, plantar, viajar –por el momento un lujo chino –, cantar –y bailar– y ser amable”. Nota: Los comentarios entre guiones son
del autor.
Cuba, para poder satisfacer integralmente las necesidades materiales y
espirituales del pueblo, tiene que modernizar sus estructuras y sus
instalaciones productivas, tiene que reparar en los errores cometidos en el
pasado tanto los propios como los ajenos – ante todo los de la antigua Unión Soviética–
y lógicamente, eliminarlos, tiene que rectificar las coordenadas, verificar las
rutas, anclar en nuevos puertos, etcétera, etcétera. Y precisamente en ese
proceso se encuentra la revolución cubana, rectificando errores a todos los
niveles. Un proceso que comenzó en los años ochenta del siglo pasado y que
quedó plasmado en los lineamientos generales aprobados en el III Congreso del
Partido Comunista de Cuba en diciembre de 1986.
¿Is this the end, my only cuban friends, the end?
Así están las cosas pues, en la Cuba del siglo XXI. Cuba se está abriendo
al mundo y el mundo se está abriendo a Cuba. Los sonidos de los tambores y
congas del presente no son de guerra, sino de paz. No obstante, no hay que
olvidar la historia y tener siempre presente que desde John Kennedy pasando por
Reagan, Bush padre e hijo, los presidentes de los Estados Unidos en mayor o
menor medida, abierta-o veladamente, han cantado a capela We can't get no satisfaction, viendo a la Cuba socialista resistir
los embates de la nación más poderosa del planeta. Por eso persisten en derrotarla.
¡'Cause they try, try and try!
Jim Morrison, cantante de los Doors,
compuso la canción The End y Julio
Numhauser Navarro un cantautor chileno es el autor de la famosa canción “Todo cambia”. Personalmente, me gusta
más la cosmovisión de Navarro. En la canción del chileno se habla de que todo
cambia en la vida. Efectivamente, la dialéctica de la naturaleza es la base del
desarrollo sostenido del hombre y la sociedad. Todo cambia sí, pero no hay que
olvidar que hay cosas que no cambian, sino que se profundizan y se multiplican como
el amor al pueblo, al prójimo, el humanismo y el respeto por la dignidad del
hombre. Pero también hay que reconocer que hay cosas que definitivamente tienen
su fin: La revolución bolchevique, la revolución mexicana, la revolución
sandinista, la revolución salvadoreña y la Unidad Popular.
Reconozco que hay que tener mucha fantasía para imaginarse a Fidel tocando
guitarra eléctrica y cantándole a la juventud cubana la canción de Cat Stevens,
“Father and Son”, pero todo es
posible en la vida: “It's not time to
make a change, just relax, take it easy, You're still young, that's your fault.
There's so much you have to know. But take your time, think a lot, why, think
of everything you've got. For you will still be here tomorrow. But your
dreams may not. All the times that I've cried. Keeping all the things I knew
inside it's hard. But it's harder to ignore it. If they were right, I'd agree.
But it's them they know, not me. Now there's a way, and I know that I have to
go away. I know I have to go. “
Ojalá el pueblo cubano, sobre todo la juventud a la que se dirige Barack
Obama, sepa valorar en su correcta dimensión lo alcanzando por la revolución
socialista hasta la fecha.
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