viernes, 3 de enero de 2014

Las arrugas de la piel son los surcos que nos deja el tiempo

Coplas a destiempo


¿Qué es el tiempo? ¿Existe el tiempo?

El “tiempo” es un invento muy bonito del homo sapiens para pasar el tiempo reflexionando acerca de lo que ya se fue y no volverá, de las preguntas que no se hicieron y de las respuestas que quedaron entre las rendijas y las arrugas de la piel, que son los surcos que nos deja el arado de la vida, eso que los humanos llamamos "tiempo".

El “tiempo” es un movimiento continuo que puede medirse, contarse y utilizarse; y por lo tanto existe y además, lo sentimos "pasar" lento, pegajoso, pero implacable. En fin, los humanos aprendemos con “el tiempo”– tarde o temprano– que todo lo que es, existe aunque no lo percibamos. No soy filósofo ni poeta, pero los sueños cuando son lúcidos, se convierten en el aderezo de la vida, que puede ser banquete opíparo o un almuerzo frugal. Todo es relativo, ya lo dijo Alberto…y ¡zas!, sin darnos cuenta, los años y los sueños se nos fueron volando como centellas perdidas en el Universo, que es finito, pero no tiene fronteras.

En mis “tiempos” de estudiante confundí la dilatación del espacio-tiempo con la destilación. El Tequila como el Coñac son productos destilados, el primero de la planta agave tequilana, monocárpica que muere al florecer y cuando se bebe sin medida, más de alguno se pone grave. El segundo, se obtiene a partir del vino crudo de la uva blanca de las cepas cultivadas en Poitou-Charentes. Sepa putas si de Turbiano o de Ugni Blanc es el mosto que se destila dos veces para obtener tan exquisita bebida, pero poitu madre te lo juro, que no olvidaré la borrachera aquella que nos pusimos en Madrid. Tampoco me olvido del nombre de la botella, Lepanto Solera Gran Reserva, rezaba la etiqueta. El espanto del catracho Orlando, nuestro hospedador, todavía lo guardo en la memoria, cuando mi amigo el “Mexicano”, expresó sin reserva y olvidándose de la etiqueta, que a él le gustaba más el Fundador o el Presidente. Miguel de Cervantes y José López Portillo asocié por un instante, yo me quedé con el manco y aunque en cosa de gustos no hay cánones que valgan, viva Lenin, dije yo, viva Trotski dijo Orlando, viva el Che, dijo Alejandro y Mao?, preguntó “Tachito”, el otro borrachín, a quien nadie respondió. Al día siguiente tremendo chorrillo nos dio por ingerir camarones con mahonesa.

Gocé los vicios húmedos en mis “tiempos” de mozo brioso, como ya lo han visto, y conocí también el calabozo sin ser indocumentado, pero nunca me gustó el porro ni siquiera con tabaco de Sumatra y aunque no fueron pocas las veces que el Profesor de física hizo las del zorro con su látigo catedrático, aprendí – a la Sinatra – que para entender a Einstein hay que ser matemático. Con el “tiempo” aprehendieron a Mustafá, el traficante de porros en sacos, dicen que por una estafa, pero yo más bien creo que por adulterar la marihuana con mafafa o con alfalfa. Así lo declaró Juana, la colombiana adúltera, ante el registro de los pacos de Constanza, quien confundió dilatar miembros viriles en grupo con delatar los miembros viriles del grupo de traficantes. Al kurdo lo liberaron después de pagar una fianza y como era zurdo de ideas no lo dejaron en paz. Pero él, que era muy capaz en los negocios y en el adulterio, se las ingenió para resolver la problemática judicial, casándose con Federica que no era fea ni rica. La boda dizque musulmana fue todo un misterio y duró toda la semana.

Einstein y su relatividad me han perseguido todo el “tiempo”, incluso en mi primer viaje a la Madre Patria estuvo allí también presente. No fueron pocas las veces que conducimos en pedo, es decir, fuera de la ley, cantando despreocupados el negrito del Batey. Los pedos son gases sonoros por lo general mal olientes, que se escapan inadvertidos o bien por libre albedrío de algún maleducado jayán, pero no por el hecho de ser volátiles se escapan a las leyes del judío-alemán. Los propios me causaban risa y los ajenos, es decir los del “Mexicano” y los de “Tachito”, mis compañeros de viaje, me parecían letales. Todo dependía, según Einstein, del punto de vista del observador o en este caso, del catador del flato digestivo. Debo de suponer, que mi copiloto también opinaba lo mismo, puesto que cada vez que yo anunciaba la salida de un feroz pedo, raudo como una saeta tarahumara abría la ventana para respirar el aire contaminado por los automóviles circulantes. Hecho, que de por sí confirmaba la relatividad del concepto de contaminación ambiental. Sin embargo, Tachito, quien por razones que no viene al caso explicar, carecía de licencia de conducir, lo cual lo obligó a viajar en el asiento de atrás durante todo la travesía, es decir, que se vio forzado a aspirar estoicamente las flatulencias de los pilotos.

Por eso, vale la pena y es necesario, pienso yo, aprovechar "el tiempo" cuando se es joven, aunque sea para aprender a conducir vehículos de cuatro ruedas y con motor de combustión diésel o gasolina, a pesar de la problemática del monóxido de carbono y del deterioro de la capa de ozono. Aunque los pedos salen por el ano lo que menos tienen es metano, su mal olor proviene de la ruptura de los aminoácidos, es decir, las proteínas. Así pues, hasta las reinas y las heroínas en sus palacios, dejan escapar de sus reales orificios vulgares gases sonoros en diferentes tonalidades y nunca son inodoros. Por eso al llegar a la Junquera le pregunté a Anastasio, quien era ducho en química, física y matemáticas: ¿Cómo ha sido el viaje? Puro ácido butírico y ácido sulfhídrico me contestó aturdido.

Y llegamos a España, la tierra de Garcia Lorca. Atrás dejamos a Francia después de varios entuertos. Pero fue toda una hazaña llegar hasta Valencia, donde hubo muchos muertos por culpa de la Falange. El destape de la sueca lujuriosa en Benidorm fue una sensación. La sueca casi ahorca al “Mexicano” –no se ría querido lector – por el coitus interruptus provocado por un pedo fugitivo que sin pedir permiso al charro Don Juan Tenorio, salió por el tubo de escape, provocando una explosión. Moraleja habría dicho Zorrilla en estos “tiempos”: Por eso es importante revisar de vez en cuando los empaques de la válvula de escape.

También en la política y en el deporte las victorias y las derrotas son relativas. Por eso las cosas hay que tomarlas con calma, ya que todo es pasajero en la vida, tanto la diarrea causada por comer carne asada de conejo con mole de chile verde al desayuno, como el catarro, pues según el dicho popular, para todo hay una solución en la vida, menos para alejar a la Catrina de nuestras vidas, pues ella no se espanta ni con la aspirina ni yendo a la letrina ni mucho menos con el ron.

Así que lo mejor es hacer las de Galeano, que fue haciendo caminos en busca de la Utopía, lo mismo que hizo Mandela en cautiverio y en libertad. La vida es un caminar finito y una candela de mecha lenta, o a lo mejor un cordel enrollado como el tango de Gardel, para quien veinte años no eran nada y al final volvería al terruño donde cantaba la Negra, que bien pudo llamarse Lola o Mercedes.

Atrapar el tiempo con las manos es una ilusión, así también su predicción. Lo único predecible en la vida es la muerte y la fecha de jubilación. La de mi amigo Alejandro ya está a la vuelta de la esquina. Ojalá tenga allá en ciudad Juárez un rancho donde alojar, como lo tuvo Sancho allá en La Mancha, para ir a visitarlo y conocer a la nana Pancha, bailar con ella una guaracha, una rumba o un danzón, como lo hizo Pedro y aunque yo no soy cantante, mi apellido también es Infante. Alabado aquel, que se lava las manos antes de comer pescado y después de cometer algún pecado, como lo hizo Herodes Antipas, a quien le gustaban las tripas de oveja montuna. Hagamos pues las de Fuente Ovejuna si queremos justicia económica segura, pues la pensión puede convertirse en prisión futura, cuando la jubilación no alcanza ni siquiera para darse un vacilón.

Nadie puede saber el futuro, eso lo dijo Arturo. Ni faraones ni reyes. Ni siquiera el egipcio Ramsés el de la ópera de Verdi, supo cuando moriría. Pero yo diría de antemano que la vieja Europa, más fría y sola se quedaría sin la presencia y la alegría de Jano Reyes, quien tuvo hace poco una recaída, así como la de Aída, cuando sintió que la tenía ya bien adentro, no a la negra soledad en aquella bóveda inhóspita y oscura en Menfis o Tebas, sino aquella melancolía, la que lentamente va corroyendo las fibras del alma, cuando se vive alejado del rincón que lo vio nacer a uno. ¿Tebas o te quedas?, querido Jano.

A mí me faltó un poco de “tiempo” para terminar a tiempo estas coplas de fin de año. El dos mil trece ya falleció, el catorce ya lo tenemos encima, reciban pues un saludo fraterno de quien los estima, el quince seguro le seguirá y ojalá no tenga ningún esguince jugando al tenis o ejercitando cualquier juego. Así sucesivamente irá pasando el “tiempo”, nuestras alas irán perdiendo vuelo hasta que paremos las chalas, o como decía Aldebarán, hasta que caguemos fuego. 

¡Carpe diem!

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