sábado, 2 de octubre de 2010

DE REVOLUCIONES Y CONTRA REVOLUCIONES

Las revoluciones pueden ser pacíficas o armadas, democráticas-parlamentarias o socialistas, la contrarrevolución por el contrario será siempre violenta. Tesis.

América Latina está viviendo hoy en día un renacimiento de ideas y proyectos sociales en un mundo globalizado y militarizado por las fuerzas del imperialismo norteamericano. Donde existen reservas estratégicas de recursos naturales no renovables, allí están presentes las fuerzas armadas estadounidenses y sus aliados. El avance de las fuerzas populares y de los grandes movimientos sociales en los últimos años en América Latina es una señal que la crisis ideológica provocada por el derrumbamiento de la Unión Soviética está siendo remontada.

Las fuerzas contrarrevolucionarias dirigidas por el imperialismo norteamericano se están re-agrupando para golpear los eslabones más débiles del proceso revolucionario. Honduras y Ecuador son una muestra más, del reagrupamiento de las fuerzas hostiles al proceso de cambio social en Latinoamérica. Ya no se trata solamente de amenazas, sino que la cosa va en serio y habrá que tomar medidas también serias. La Alianza Bolivariana para las Américas está, sin duda alguna, en la mirilla del imperialismo norteamericano y sus aliados incondicionales nacionales.

El mensaje es claro, independientemente sí los sucesos en el Ecuador formaban parte de una estrategia golpista o si se trató de una conspiración palaciega. En todo caso, todo parece indicar, que los sectores tradicionales ligados a las esferas del poder político-económico-militar ecuatoriano, están concentrando la fuerza para golpear en el momento más oportuno.

¿Por qué Honduras, por qué Ecuador? ¿Por qué no México, Brasil o Chile?

Porque para gobernar en América Latina, en paz y tranquilidad relativa, de acuerdo a los cánones establecidos por el imperialismo norteamericano y el Gran Capital internacional, es condición sine qua non, que las fuerzas políticas nacionales negocien o pacten con los que ostentan el verdadero poder político-militar-económico en el mundo. En caso contrario, la construcción de sociedades alternativas a las impuestas por el Banco Mundial o por el Fondo Monetario Internacional resulta más difícil y compleja.

Las revoluciones democráticas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, enmarcadas dentro del esquema jurídico-legal de sus respectivas Cartas Magnas, aspiran cambios sociales y transformaciones de las estructuras capitalistas en beneficio de las masas populares, sin atacar directamente los pilares fundamentales del sistema capitalista de producción. Es decir, que en ninguno de los países antes mencionados, se cuestiona a nivel concreto y real la propiedad privada de los medios de producción capitalista. Salvo aquellos rubros, que tienen que ver con la explotación de los recursos naturales no renovables y sus derivados. Hecho, que por lo demás corresponde al contenido de las agendas programáticas de los respectivos gobiernos y por otra parte, no desvirtúa en absoluto, el carácter revolucionario de los procesos en cuestión. Este aspecto del análisis lo considero elemental, para entender el estrecho margen de acción con que cuentan los sectores revolucionarios y progresistas para construir las bases materiales e ideológicas, para la construcción del socialismo. Sí las reformas democráticas de las sociedades aquí mencionadas se ven envueltas en dificultades y obstáculos de toda índole, ya podrá el lector imaginarse, cuál sería la reacción del imperialismo norteamericano en caso que una de éstas revoluciones democráticas, declarara el carácter socialista de la revolución en los términos como lo hizo Cuba en 1962. Para esa eventualidad tienen sus bases militares instaladas en diferentes puntos estratégicos de América Latina.

Si la construcción del Socialismo revolucionario fuera tan fácil como llenar el tanque de la Cherokee 4X4, en un país donde la gasolina es más barata, que el agua potable en otras regiones del mundo, entonces tendríamos razón de sentirnos derrotados, no solamente por los resultados electorales en los Estados de Zulia y Anzoátegui en Venezuela el domingo recién pasado, sino también por las derrotas sufridas en Chile en 1973, en Nicaragua en 1979 y en Moscú en 1991. Tres revoluciones distintas, con antecedentes histórico-sociales y económicos diferentes, cuyo denominador común era la construcción de una sociedad alternativa a la dominante en el siglo XX.

El programa de gobierno de la Unidad Popular presidida por Salvador Allende, resumía al final del documento, el carácter de la revolución pacífica chilena: “…La única alternativa verdaderamente popular y por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile…”

Por su parte el Gobierno de Reconstrucción Nacional Sandinista, después de la toma del poder político-militar inició un proceso de reconstrucción del país y como primera medida jurídico-legal nacionalizó las pertenencias de la familia Somoza y la oligarquía aliada a la dictadura. Bienes que en su totalidad correspondían a más del 40 % de la riqueza de Nicaragua. Además impulsó un modelo de economía mixta, en la que un sector importante de la burguesía nicaragüense no ligada al clan Somoza, continuó operando sin ninguna restricción. Es decir, que el sector privado y la mayor parte de las tierras siguieron en manos de la burguesía criolla. Sin embargo, el equilibrio estratégico de las fuerzas se había desplazado a la izquierda, en cuanto el Frente Sandinista había asumido el poder militar.

En la medida en que los cambios sociales avanzan, en la medida en que los beneficios materiales de las reformas y transformaciones económicas llegan al pueblo, en la medida en que la conciencia del pueblo se radicaliza en esa misma medida, la clase dominante reacciona y pone resistencia a la fuerza popular. Las elecciones son un parámetro para medir éste “estira y encoge” de la lucha de clases.

En dependencia de la correlación de las fuerzas político-militares y sociales del proceso revolucionario en cuestión, el imperialismo norteamericano y sus aliados nacionales tomaran las medidas pertinentes.

Los golpes de estado y las invasiones militares, como parte de la estrategia contrarrevolucionaria imperialista, siempre son un corte radical, violento y doloroso.

Mucho guillo hermanos venezolanos, bolivianos y ecuatorianos. Hay que estar muy alertas y preparados por que el enemigo no descansa ni está cruzado de brazos viendo como construyen el socialismo en el siglo XXI.


Roberto Herrera 02.10.2010

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