Las elecciones presidenciales en Honduras 2013 bajo la sombra de una tétrica realidad
Dele rienda suelta a su
imaginación. Usted se encuentra en Tegucigalpa frente a un semáforo en rojo en
alguna intersección de calles, esperando que la luz se ponga en verde para que
usted pueda continuar su travesía rumbo a su trabajo, y vamos a suponer que
usted tiene un empleo seguro y además dispone de un vehículo. ¡Todo un
privilegio en esas latitudes! Un lujo, que solamente unos pocos ciudadanos
pueden gozar. Dos jóvenes adolescentes montados en una moto japonesa, vistiendo
sendos cascos reglamentarios de tránsito aguardan impacientes, lo mismo que
usted, el cambio de señal. No obstante, ellos están violando una ley de tránsito
que prohíbe que dos personas viajen en moto. Un policía de tránsito que en esos
momentos ayuda a una anciana a cruzar la calle, se percata de la infracción de
los jóvenes y diligente se dirige a los motociclistas para cumplir con su
obligación. El piloto de la moto se baja y sin mediar palabra alguna, lanza un
puñetazo en plana cara al policía, quien cae al pavimento. El guardián de las
leyes de tránsito hondureñas trata a duras penas de ponerse de pie, sin pensar
en ningún momento que en los próximos segundos, sonará por él la campana de la
muerte. Serán los últimos de su vida. El copiloto se baja de la moto, saca un
revólver y apunta a la cabeza del policía y dispara. Una vez y otra vez…Los peatones
y conductores quedan petrificados y mudos de miedo como estatuas de alabastro.
Con frialdad asesina y con una
tranquilidad espeluznante, ambos se suben a la moto y continúan su viaje, como
si lo ocurrido hubiera sido el último acto de una tragedia moderna, en la cual
los actores se retiran del escenario con la expectativa que el público les aplauda
y los ovacione.
Probablemente, sí usted no habita
en alguno de los países del mundo, donde la violencia y criminalidad es parte
del “folclore” nacional, se preguntará, si la historia relatada es parte de la
nueva película de Quentin Tarantino. Pero se equivoca. Algo parecido sucedió
hace algunas semanas en Tegucigalpa, la capital de Honduras, el país
latinoamericano más peligroso en la actualidad. Esta escena trágica y mortal
fue filmada con una cámara de video de la municipalidad. Por lo demás nada
inusual en el país centroamericano. Éste tipo de escenas son muy frecuentes en
la capital hondureña y uno se pregunta: ¿Cómo es posible vivir o sobrevivir
bajo estas condiciones? ¡Pues, sí! Aunque usted no lo crea, es posible. A todo
se acostumbra el ser humano. No queda de otras. O te quedas o te largas. ¡ No hay tutía!
Este dilema enferma al ciudadano,
transformándolo en un ser apático, desesperanzado y lo que es peor, en una
persona indiferente ante los problemas que atañen a la sociedad entera. La
adaptación al crimen cotidiano, al robo a mano armada, a la prostitución, a la
violencia de género, al hambre, al desempleo, al analfabetismo, a la injusticia
socio-económica y al tráfico de drogas actúan en el cerebro y la conciencia
como una droga fuerte.
Honduras, es un país pobre en
Centroamérica, que busca, desafortunadamente sin éxito alguno, desde hace años,
salir del agujero en que ha caído. La esperanza de una América Central
“democrática y pacífica”, se desvaneció como las burbujas de jabón con la
llegada de la violencia armada de las maras y los barones de la droga.
La “democracia” hondureña recibió
un duro revés en junio de en 2009 con el golpe de Estado perpetrado contra el
gobierno de Manuel Zelaya, militante del Partido Liberal, quien intentó
–contando con la ayuda solidaria de Venezuela, Cuba y los países del ALBA – encontrar
una salida política-económica a la miseria del pueblo hondureño en el marco
constitucional y bajo las leyes de la economía de mercado.
El domingo 24 de noviembre se
celebrarán las elecciones presidenciales en Honduras. En ellas participarán los
partidos políticos tradicionales: Partido Liberal, Partido Nacional, el Partido
Libre, una escisión del partido liberal que apoya la candidatura de Xiomara
Castro, esposa de Manuel Zelaya y otros partidos pequeños sin mayor trascendencia
política.
El partido “Libres” (Libertad y
Refundación) es la formación política que según los pronósticos electorales
tiene grandes posibles de salir victorioso en la contienda electoral. Internacionalmente
apoyan la revolución bolivariana de Venezuela, razón suficiente para que sus
rivales políticos los señalen de ser “comunistas”. Acusar a Xiomara Castro y su
esposo, Mel Zelaya de marxistas-leninistas, equivaldría a tachar al actual
presidente de la república de El Salvador, Mauricio Funes de ser un paladín del
socialismo revolucionario.
Al parecer, el contrincante más
fuerte de Xiomara Castro es el nacionalista Juan Orlando Hernández, actual
presidente del Congreso e hijo de un “militar de cerro” (coronel sin formación
académica militar), no muy querido en el departamento de Lempira, de donde es
originario. El candidato liberal, Mauricio Villeda, así como el resto de los
candidatos, según los pronósticos, no tienen ninguna chance real de ganar.
¿Podrá Xiomara amarrar a la mara?
¿Quién pude salvar a Honduras, un país que ha caído en lo más hondo del agujero
negro del tráfico de drogas, del crimen organizado y de la corrupción
institucional? ¿Quién puede garantizar a los hondureños y hondureñas un futuro
venturoso?
Probablemente ninguno de los
partidos políticos en contienda. El problema esencial de Honduras se encuentra
enraizado profundamente en el sistema socio-económico desigual y que además, es
extremadamente dependiente del gran capital extranjero, cuya solución va más
allá de la voluntad y los buenos deseos de personalidades y de agrupaciones
políticas. El tráfico de drogas, la violencia organizada y la corrupción
estatal son solamente las consecuencias secundarias del sistema económico, que
dicho sea de paso, es apoyado y fomentado por todos los partidos políticos en
contienda. Ésta es precisamente la tragedia de este pueblo.
Honduras es después de Haití, el
país más pobre de América Latina y probablemente uno de los países más peligrosos
del mundo actualmente. Se encuentra ubicado precisamente en el centro de la “ruta
de las drogas”, que une el norte de Suramérica con los Estados Unidos de
Norteamérica – el mayor consumidor de drogas en el mundo – y con un territorio
relativamente extenso, lleno de pistas de aterrizaje para aviones pequeños. A
pesar del control de radar de las bases militares norteamericanas en territorio
hondureño, tanto en Palmerola como en la La Mosquitia, es tácitamente imposible
detener el tráfico de drogas. Son tantos los aviones Cessna que aterrizan en
Honduras que asemejan una plaga de mosquitos. Los barones de la droga que
operaban tradicionalmente en México han conquistado Centroamérica y han hecho
de Honduras su sucursal principal con la ayuda de las maras, los numerosos
colaboradores civiles y la corrupción institucional.
En este escenario oscuro y
desolador, las elecciones presidenciales 2013 en Honduras parecen ser una
quimera. La ilusión de un pueblo pobre, que ha caído en lo más hondo.
¡Pobre Honduras!
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