¡Acata, Cataluña!
La voz lúgubre del fantasma de Francisco Franco
Que Mariano Rajoy sea
gallego como lo fue Francisco Franco, es probablemente una mera coincidencia;
pero lo que definitivamente no es casual, es el hedor putrefacto del franquismo
que se respira al interior del Partido Popular(PP), sucedáneo de la extinta
Alianza Popular, y vaya con las similitudes, fundada por Manuel Fraga, ¡otro gallego!
Pero no piensen los
lectores que pretendo hacer un silogismo aristotélico con lo expresado
anteriormente y concluir con un razonamiento categórico, afirmando que todos
los gallegos y todas las gallegas son hombres y mujeres de derechas. Definitivamente que no es así. Así como hay gallos y gallas[1] en
Chile que aplaudieron al dictador, la mayoría de la “gallá[2]”
votó por el “No” en 1988. Y Pinoshit tuvo
que dejar el poder a regañadientes.
Por otra parte,
cualquier comparación de Mariano Rajoy con el dictador Francisco Franco sería
hiperbólica, puesto que Franco jugó en otro equipo y en la liga de las
dictaduras más tenebrosas y crueles del siglo XX. Si de parangones se tratara,
probablemente sea Pinoshit el
personaje más lúgubre y macabro en la historia de la edad contemporánea
comparable a Francisco Franco. Ambos, militares de carrera, fueron continuadores
de la ideología político-militar más brutal y reaccionaria del Gran Capital y de
la gran burguesía internacional conocida como fascismo. En este sentido, tanto Franco como Pinoshit junto a Hitler y Mussolini
pueden considerarse como los cuatro jinetes apocalípticos que en su gran cruzada
contra el comunismo sembraron guerras, hambre, enfermedades y muerte.
Mientras la gran
parte de la clase política de centro derecha de Alemania, Italia y Chile logró
con el tiempo sacudirse –más o menos– de la ideología fascista de las
dictaduras, en España, empero, todavía se siente el hálito de Francisco Franco
en todo lo concerniente al concepto de nación española y al poder de Madrid. Esto quedó evidenciado en el 2005, cuando el
Partido Popular se opuso a las reformas del estatuto de autonomía de Cataluña
de 1979 que el parlamento catalán había aprobado por mayoría. A pesar de la oposición
del PP, el nuevo estatuto fue sometido a un referendo en el año 2006, siendo este
aprobado por la mayoría de los votantes.
Pero Mariano Rajoy
y el Partido Popular, no reconocieron la voluntad de los catalanes, recurrieron
de inmediato al Tribunal Constitucional pretendiendo lograr la anulación de 114
artículos de los 223 del Estatuto de Autonomía de Cataluña 2006, es decir, más
del 50% de los mismos.
Finalmente, el 28
de junio del 2010 el Tribunal Constitucional dictaminó sentencia, avalando la
mayor parte de los estatutos, y al mismo tiempo anulando 14 artículos. Esto
significó un duro revés para los catalanes, quienes pretendían, entre otras, legalizar
el carácter preferente de la lengua catalana(Art.6) en la comunidad, además de lograr
contar con un Poder Judicial autónomo(Art.97), así como la ampliación de sus
competencias en asuntos fiscales (Art.206 y 218).
Fue en este marco político,
muy caldeado por lo demás, que se fue gestando el referéndum de independencia y
autodeterminación de Cataluña, convocado por la Generalitat de Cataluña y
suspendido por el Tribunal Constitucional el 7 de septiembre de 2017. Finalmente,
el referéndum se llevó a cabo de manera ilegal el 1 de octubre de 2017. Los resultados demostraron que solamente un
43 % de la población votante participó en el mismo.
Pero independientemente
de la validez o de la interpretación de los resultados, el hecho es que Mariano
Rajoy, por miopía política o tozudez, desoyó las advertencias parlamentarias de
los partidos de la oposición, contribuyendo con su letargia política a la
escalación del conflicto entre la Generalitat y el gobierno central.
Mariano Rajoy, al
reducir el conflicto con Cataluña a un problema meramente jurídico, ha
recurrido a la fuerza pública para hacer cumplir lo establecido en la
constitución. Esto, que desde el punto de vista jurídico es legal y correcto, políticamente
es un error estratégico gravísimo, puesto que el conflicto entre Cataluña y el
Estado Español, muy antiguo por lo demás y a decir del filósofo Ortega y Gasset
sin solución alguna, va más allá de la complejidad de los estatutos, derechos,
obligaciones y atribuciones de cada una
de las gobernaciones autónomas en relación con el poder central del estado
español. Puesto que, tratándose de un
problema POLÍTICO, con raíces
histórico-culturales complejas, la solución debe ser política. Esto quiere
decir, que tarde o temprano se tendrá que revisar concienzudamente la
constitución de 1978, así como los estatutos de las autonomías, y finalmente,
plantearse seriamente la federalización del estado español. Para esto se
requiere necesariamente del dialogo y la negociación de todas las fuerzas
políticas en juego.
Ahora bien, por el
momento el clima político en Cataluña está polarizado y en estas circunstancias
la decisión del gobierno de Rajoy de aplicar el artículo 155 de la constitución
bien puede entenderse en Cataluña como
una orden militar: ¡Acata, Cataluña!
Es obvio, que estas
drásticas medidas provocaran una reacción radical y furibunda en una parte de la
ciudadanía catalana, lo cual no contribuirá a resolver pacíficamente el problema.
Más allá de la inviabilidad de la República de Cataluña, soberana e
independiente en el marco de la Comunidad Europa y de la futura Europa que se
está construyendo, no será por la vía manu
militari que se pondrá fin a las aspiraciones independentistas y
separatistas de los catalanes, sino precisamente todo lo contrario.
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