En Chile 1973, un golpe de Estado duro; en Venezuela 2019: ¿Un intento de golpe a-gua(i)do?
El antecedente del golpe de Estado perpetrado por el general César Augusto
Pinochet el 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno de la Unidad Popular de
Salvador Allende, legítima y democráticamente elegido, fue la intentona militar
del 29 de junio 1973, conocida como el “Tanquetazo”. Hay que destacar que
después de los sucesos del 29 de junio en Santiago de Chile se barajó a nivel
político, la posibilidad de un “golpe blando”. Este plan fue propuesto por el
partido Demócrata Cristiano a través de su presidente Patricio Aylwin, quien propuso
la reestructuración de un nuevo gobierno y la incorporación institucional de
las Fuerzas Armadas a este nuevo gobierno.
No pretendo, bajo ningún punto de vista, comparar uno a uno los procesos
políticos ocurridos en la década de los 70 en la república chilena con lo que está sucediendo en la república bolivariana de Venezuela, sino
simplemente ilustrar, que sí en Venezuela no se ha llevado a cabo un golpe
militar duro, como el chileno, no es por falta de ganas ni por falta de
recursos logísticos político-militares con los que cuenta el Departamento de
Estado y el Pentágono, ya que me baso en la historia contemporánea de América
Latina para afirmar indubitablemente que no existe ninguna actividad político-militar
en la cual no haya intervenido directa o
indirectamente el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.
A mi juicio, la variable, o, mejor dicho, la incógnita que puede hacer
fracasar cualquier intento de golpe de estado duro en Venezuela es la posición
de los altos mandos de las Fuerzas Armadas Venezolanas y la de los mandos
subalternos. Además, habría que añadir otro factor reductor de las
probabilidades del éxito complotista contra el gobierno de Nicolás Maduro, que es
la falta de cohesión y unidad de las fuerzas políticas de derechas. Es decir,
que serían muy elevados los riesgos que conlleva un golpe duro, dado que los
consecuentes daños colaterales que produciría un conflicto militar interno serían
muy elevados. Pienso que nadie está apostando por una solución militar en
Venezuela.
Independientemente de la retórica agresiva de Donald Trump y su administración
con relación a Venezuela y a Nicolás Maduro, Venezuela no tiene la importancia
geopolítica estratégica que tiene Siria o Irak. Más allá de las reservas petrolíferas
venezolanas, en mi opinión, ni el gobierno venezolano está poniendo en peligro
los intereses del mundo capitalista en general ni es una amenaza para los
Estados Unidos de Norteamérica.
En Cuba, en la década de los sesenta y en Chile en los setenta del siglo
pasado, respectivamente, los gobiernos revolucionarios iniciaron un proceso de nacionalización
de empresas extranjeras y nacionales que sembró el pánico dentro de las grandes
burguesías y oligarquías de ambos países. De tal manera, que, a mediados de
siglo pasado, efectivamente el fantasma del comunismo sobrevoló el continente
americano. A Cuba no pudieron derrotarla,
a Chile sí. Mientras que en Venezuela la riqueza patrimonial, es decir, el
petróleo, fue nacionalizada hace ya décadas, concretamente en enero de 1976. Nadie
armó escándalos ni nadie quedó traumatizado por ello.
Ahora bien, está claro que es preferible, desde el punto de vista de la administración
Trump, tener relaciones con gobiernos derechistas y que gran parte del mundo
occidental prefiere a Guaidó como presidente de Venezuela. El problema es que Juan Guaidó es un político
que todavía esta verde, como para resolver una crisis político-económica que
está en proceso de maduración y la que Nicolas Maduro, a pesar de contar con el
apoyo de las FFAA, aún no logra controlar. En definitiva, para la consecución
de un golpe “blando”, los Estados Unidos necesitan un político duro y con más
carisma, y, desgraciadamente, Juan Guaidó es demasiado aguado para estas lides.
Personalmente, no creo que la problemática venezolana requiera de la
intervención militar por las razones arriba mencionadas. En el proceso de
diálogo y negociación ya se encontrarán soluciones políticas al conflicto. Entonces
está por verse, hasta qué punto Nicolás Maduro tiene la sartén por el mango, es
decir, en qué medida la correlación de fuerzas políticas y militares está a
favor o en contra de la revolución bolivariana.
Mientras tanto, sería recomendable que el resto de los países del mundo respetaran
la soberanía del pueblo venezolano y emularan al gobierno mexicano de Manuel López
Obrador, que basándose en la llamada doctrina Cárdenas, ha obrado consecuentemente,
rechazando cualquier tipo de injerencia extranjera en Venezuela.
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