Pintad de blanco
un manicomio, ingresad a Trump y decirle que es la Casa Blanca
Escribo estas líneas horas, días o a lo mejor semanas antes de que se sepa
oficialmente quién ha resultado el vencedor en la disputa por la presidencia en
los Estados Unidos y, por lo tanto, quién habitará en los próximos cuatro años
la mansión conocida como la Casa Blanca.
No niego que me daría satisfacción leer y ver la noticia en los titulares
de la prensa nacional e internacional escrita en grandes letras de molde, adornada
con una foto del Tío Sam señalando a Donald con su índice derecho: “YOU’RE
FIRED”
Empero, más allá de cualquier sentimiento negativo que gran parte de la
humanidad pueda albergar en su fuero interno en contra de Donald Trump, es un hecho
que hay que esperar hasta que se cuente el ultimo voto o hasta que uno de los
candidatos alcance la cifra mágica de 270 o más miembros electores o gane por
litigio. Es decir, la suerte todavía no está echada. Aún ninguno de los
candidatos ha atravesado el Rubicón, aunque parece ser un vacilón trumpiano o
trumpada de ahogado acusar de fraude al contrincante solo por el temor de perder
la batalla electoral, con el agravante de no tener prueba alguna que justifique
la presunta sospecha. Ahora bien, la receta del “fantasma del fraude” que está proponiendo
Trump, es la misma que el Departamento de Estado ha practicado durante décadas en
América Latina detrás de bambalinas. Cada vez que un candidato presidencial llegó
al poder por la vía del voto popular y éste no tuviera el visto bueno y no cuajara
en el menú geopolítico estratégico de los Estados Unidos, la acusación de
fraude no se hizo nunca esperar. No reconocieron nunca los escrutinios finales y
en muchos casos actuaron manu militari para evitar el ascenso del
candidato triunfante, organizando y financiando crímenes o golpes militares.
¿Podrá tener éxito la misma receta casera en la propia cocina?
Raya en lo ridículo cuando Trump acusa a Biden de ser socialista o bien,
que el “camarada Joe” va a permitir la penetración del comunismo chino en los
Estados Unidos. Esta acusación más que
cinismo o chiste panfletario electoral de muy mal gusto, es simplemente una gilipollez
del supuesto archimillonario neoyorquino. Solo los “Hillbillys” pueden creer
tales sandeces. Es como creer en la existencia de la Ciguanaba, el Cipitío o el
Cadejo, figuras fantásticas en el ideario mitológico de los salvadoreños. Esto ya parece cosa de locos.
Donald Trump ha hecho de la política un espectáculo y está haciendo de las
elecciones un verdadero culebrón televisivo. Recomiendo pues a los norteamericanos,
que pinten de blanco un manicomio cualquiera en Washington D.C, ingresen en
camisa de fuerza al ciudadano Trump y háganle creer que es la Casa Blanca.
Ahora bien, dejando atrás la ironía y el sarcasmo que me provoca el magnate
norteamericano, quiero ponerme serio y astringente. En este sentido, lo
importante es preguntarse: ¿Existe alguna diferencia esencial o fundamental
político-económica e ideológica entre Donald Trump y Joe Biden?
En mi opinión, tanto Trump como Biden son caras de la misma moneda imperial
norteamericana. La diferencia entre ambos está en que Trump es un tipo
prosaico, inculto, mal educado y racista declarado y Joe Biden no lo es. Por lo tanto, me da lo mismo, políticamente
hablando, quien sea finalmente el ganador.
Mientras tanto, seguiré a la espera del escrutinio final, ya que el
espectáculo que está ofreciendo Donald Trump es algo inédito en la historia
política y diplomática de los Estados Unidos.
Jajajaaa, la idea de pintar un manicomio para Trump es genial.
ResponderEliminarEn Florida, sólo los recalcitrantes derechistas creyeron que Biden y Harris son comunistas, por eso en condado Dade un 92/100 votó por Trump.