Retrumping forbidden better for Biden
A tres días de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, todas
las encuestas que circulan en los medios de comunicación a nivel mundial le dan
una clara ventaja al candidato demócrata Joseph Robinette „Joe“ Biden, Jr., sin
embargo, la reciente experiencia
electoral en ese país demostró que sí es posible que un sujeto
político dado por muerto electoralmente resucite al tercer día y se declaré con
bombos y platillos presidente de la nación más poderosa del planeta tierra,
habiendo logrado un número menor de votos que su contrincante. Este hecho provocó hilaridad en el vencedor y
mucha tristeza, en Hilaria Clinton.
No obstante, esta “particularidad” norteamericana en el proceso electoral
radica en el hecho que la elección presidencial en EE. UU. es una votación
indirecta, es decir, los candidatos no son elegidos directamente por el voto de
los ciudadanos. Este procedimiento está contemplado en el artículo II de la
Constitución Política de los Estados Unidos de 1787. En realidad, lo que los
votantes eligen con su voto, es el llamado Colegio Electoral que está compuesto
por 538 electores provenientes de todos los estados. Lo cual significa que el
candidato que reúna la mitad más uno, es decir, 270 electores es declarado
vencedor de los comicios.
Ahora bien, no todos los estados federales tienen el mismo peso específico,
puesto que la importancia y relevancia entre los mismos depende del número de
electores que a cada estado le corresponde. El número de los electores es proporcional
a la población y a la cantidad de congresistas que lo representan, tanto en la
Cámara de Representantes como en el Senado. De tal manera que, verbigracia, el
estado de California, Texas o Florida cuentan con 55, 38 y 29 electores
respectivamente. Mientras que Alaska, por ejemplo, tiene solamente 3 electores.
Es por esta razón que los candidatos concentran tradicionalmente su estrategia
electoral en los estados de mayor importancia.
Más allá de la complejidad del proceso electoral norteamericano que data del
siglo XVIII y que está íntimamente ligado a los orígenes históricos de los EE.
UU. la pregunta clave es: ¿Qué pasará sí Donald Trump pierde las elecciones?
Sí se toma en serio las bravuconadas del presidente expresadas en las
últimas semanas, habría que esperar un escenario caótico y beligerante a nivel
político, social y constitucional nunca visto en la historia del país. Según mi
opinión, este hipotético escenario no ocurrirá. Y, en el caso que así fuera,
sería síntoma inequívoco del declive y deterioro de la sociedad norteamericana y
de la putrefacción de los poderes del estado, solo comparable con las “repúblicas
bananeras” del siglo pasado en América Latina.
Hace cuatros años el mundo entero vio en el histriónico y egocéntrico
magnate norteamericano Donald Trump a un payaso mediático. Hoy, esto no cabe la
menor duda: Trump es un auténtico payaso y un político peligroso.
Honestamente ignoro sí Joe Biden es el candidato idóneo para asumir la
presidencia de la nación, pienso, eso sí, que de resultar ser él el nuevo presidente
de los Estados Unidos, hará muy feliz a gran parte de la humanidad. Aunque solo
sea por un brevísimo momento.
Por eso pienso que es mejor votar por Biden y evitar así la reelección de
Donald Trump.
¡Retrumping forbidden better vote
for Biden!
Roberto de acuerdo con tu comentario, Biden tiene varias alternativas para ganar. Trump está cuesta arriba. Si Biden desde primeras horas de la noche del Martes 3 obtiene una clara ventaja en Florida y en otro “estado clave” que represente a más de 10 miembros en colegio electoral estará cerca del triunfo.
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