Juan Pueblo: ¿Objeto o sujeto de la historia?
Dedicado a la clase trabajadora
mundial en su día
Empero fue Carlos Marx el primer libre pensador en la historia que demostró
científicamente que el principio de la acumulación ilimitada de capital y riqueza
es la matriz del desarrollo desigual, injusto, y, en esencia, inhumano en el
mundo. La supra explotación del hombre por el hombre ha sido el origen de todos
los conflictos sociales y todas las guerras a lo largo de la historia y no al revés
como se nos quiso hacer creer en El Salvador en la década de los ochenta del
siglo pasado.
No obstante, en la teoría político-económica de Carlos Marx se anidó un
pensamiento determinista. Marx asumió
como verdad absoluta que la contradicción antagónica Capital-Trabajo
desembocaría irremediablemente en el fin de la historia del capitalismo.
Probablemente Marx, influenciado por la Comuna de Paris (movimiento
insurreccional en 1871) pensó que en la medida en que la acumulación de riqueza
de la clase dominante aumentaba, en esa misma medida, la lucha de clases se
intensificaría y los levantamientos populares violentos conducidos por el
proletariado aumentarían hasta alcanzar la toma del poder político-militar y económico
del estado burgués. Incluso predijo que sería en Inglaterra, en Alemania e
incluso en los Estados Unidos, así, en ese orden, donde se rompería la cadena del
capitalismo. Precisamente en los países de mayor desarrollo industrial y, por
lo tanto, de mayor explotación obrera. Pensó que, una vez logrado el poder, se
impondría la dictadura de las masas populares, período histórico en el cual se
desarrollarían las condiciones materiales y subjetivas necesarias para lograr
la transición del capitalismo al comunismo científico. Independientemente de lo erróneo de su
predicción, Carlos Marx, acuñó en el siglo XIX los tres grandes paradigmas del
marxismo revolucionario internacional: La dictadura del proletariado, la lucha
armada como única vía para la toma del poder y la transición violenta del
capitalismo al comunismo.
Ahora bien, más allá de las fallas e imprecisiones contenidas en la teoría
político-económica de Carlos Marx elaborada en el siglo XIX, considero importante
señalar aquí tres premisas del pensamiento de Carlos Marx que, a mi parecer, todavía siguen teniendo vigencia en el siglo
XXI y que deberían de servir como la rosa roja de los vientos para las
izquierdas en el mundo: 1) La
contradicción antagónica Capital-Trabajo, 2) El principio de acumulación
ilimitada del capital 3) La importancia del factor subjetivo en la lucha de
clases, es decir, la toma de conciencia de clase para sí.
Planteadas así las cosas y tomando
en cuenta que los paradigmas revolucionarios arriba mencionados finiquitaron según
mi opinión, en la década de los setenta del siglo pasado y con el agravante actual
que el capitalismo se está tragando el
planeta, queda claro, al menos para mí, que
la quinta esencia de cualquier debate sea éste político, académico o
filosófico, no es la pregunta ¿Cuál es el futuro?, de este u otro partido político de izquierdas
en El Salvador o en el resto del mundo, sino más bien, ¿cuál es el presente de
Juan Pueblo?, es decir, ¿cuáles son las condiciones de vida de la gran masa
anónima actual?
Esta pregunta ya la hizo Rosa Luxemburgo en su momento: ¿Barbarie o
Socialismo? Y, ojo, cuando Rosa se
planteó esta pregunta no estaba pensando en la revolución rusa.
Dado que la toma de conciencia de clase en sí no es un proceso espontáneo
ni automático en la clase social trabajadora, tanto en la que tiene trabajo
como en la que está en el paro, sino que, por el contrario, es un desarrollo político
arduo y lento que ella misma tiene que hacer. En primer lugar, hay que tener
presente, que “cuando se trata de sobrevivir lo primero es llenar la barriga”,
parafraseando a Bertolt Brecht, y luego se puede hablar de filosofía política. Aunque la experiencia diaria de ganarse la
vida es el mejor inculcador de la conciencia de clase para sí, esto no
significa en absoluto que la lucha por sobrevivir desemboque de manera inevitable
en la lucha de clases desde la perspectiva marxista revolucionaria. En segundo
lugar, hay que tomar en cuenta que la economía de mercado, independientemente
de sus crisis cíclicas, ha demostrado tener infinidad de recursos para mantener
enajenada a las grandes masas populares. Ya sea esclavizándonos sutilmente con el
látigo del consumo irracional de bienes materiales innecesarios para vivir y obnubilando
nuestras mentes con técnicas mercantiles que inducen a comprar mercancías a
destajo.
Es decir, que el quehacer de cualquiera de las fuerzas políticas anti
sistémicas o revolucionarias existentes o por surgir, debe estar dirigido a
contribuir al desarrollo de la conciencia de clase en sí, en teoría y en la práctica,
en acompañar a la clase trabajadora en la lucha diaria, no como guías o
conductores, sino como parte integral de la lucha de clases. Sin olvidar que: “es
el modo de producción de la vida material la que condiciona el proceso de la
vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los
hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es
la que determina su conciencia”. Carlos Marx
murió convencido que el pueblo trabajador es el sujeto de la historia. Esto
quiere decir, que el papel principal de los pueblos debería de ser el de determinar
el rumbo de su historia.
Ahora bien, dado que el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas
en un mundo globalizado no es igual en todas partes, es evidente que existe una
diferencia abismal entre las condiciones de vida de Juan Pupusa y Jean Baguette
o Johannes Wurst o Joe Bubble Gum, sin embargo, la problemática en resumidas
cuentas es la misma en todos los continentes. Esto significa que la gran masa
anónima, tanto la que vive en los centros neurálgicos del capitalismo mundial
como la que vive en su periferia siempre es explotada de una u otra forma;
tenga ésta conciencia de ello o no.
Entonces de lo que se trata pues, desde una perspectiva marxista, en las
condiciones actuales de repliegue y acomodamiento estratégico de las “izquierdas”(
hay varias interpretaciones del marxismo, pero todos están en crisis) , tanto
en El Salvador como en cualquier parte del mundo capitalista no se trata de reinventar la rueda que mueva a los pueblos
ni descubrir nuevas formas de lucha ni elucubrar ideas nuevas, puesto que no
hay nada nuevo por descubrir en la lucha política, sino de avanzar de lo simple
a lo complejo dialécticamente. Se trata de aprender de los errores históricos y
de aplicar la teoría revolucionaria de manera dinámica y no dogmática y, ante
todo, estar consciente de que el capitalismo no es un enfermo balbuceante que
se encuentra en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) ni tampoco es un sujeto al
que se le puede aniquilar con una metralleta UZI.
Se trata de entender que la concepción materialista histórica del
desarrollo político-económico de las sociedades concebida por Carlos Marx y
Federico Engels no es un manual ni un catecismo político, sino simplemente una
guía teórica que debe ser contrastada con la realidad y adaptada a las
condiciones concretas y específicas de cada sociedad. Por lo tanto, bien se
puede afirmar que Carlos Marx y Federico Engels desarrollaron una teoría
general del desarrollo histórico materialista de las sociedades humanas,
partiendo de la base de datos que tenían en esa época y de la realidad concreta
que ellos vivieron. Las relaciones de producción capitalista moderno y las
fuerzas productivas, se diferencian cuantitativa y cualitativamente de las
del siglo XIX y por las formas de explotación y por la estratificación social.
Por lo tanto, el análisis político-económico, social y militar debe de ser
visto y analizado con ojos del siglo XXI y no a través del cristal empañado por
las oscuras nubes de la máquina de vapor de fines del siglo XVIII.
El Salvador se encuentra actualmente en una crisis “político-partidaria”, hundido,
además, en el mar de penurias económicas endémicas ya conocidas. Esto significa
que las fuerzas políticas, que durante casi tres décadas administraron el estado
oligárquico-capitalista dejaron a Juan Pueblo más flaco y desvalido que lombriz
de momia. No es extraño entonces, que Juan Pueblo se haya hartado de las promesas
no cumplidas. Entre el “populismo caduco”, es decir, el histérico de ARENA, el histórico
del FMLN-Partido y el “populismo millennials”, de Nayib Bukele, Juan Pueblo
eligió el tercero.
La diferencia entre los diferentes populismos y la política-económica basada
en la concepción materialista de la historia, también conocida como
materialismo histórico, radica en el papel que desempeña la gran masa anónima
social. Para el populismo, “Juan Pueblo” es simplemente un instrumento o un
medio para conseguir el “poder político”, mientras que en la concepción
política marxista revolucionaria la lucha por el poder tendría que conducirla el
pueblo mismo a través de diferentes organizaciones político-sociales y
laborales.
En nuestro país, como en otras partes del planeta, tanto los populistas histéricos
como los caciques históricos, se han atribuido el “derecho natural” de hablar y
actuar en función de los intereses populares. Mientras tanto, la gran masa
anónima se ha estirado y se ha escogido como una gigantesca goma de mascar,
demostrando así, niveles casi inhumanos de resiliencia político-social y
psíquico-emocional.
Ahora, bien la pregunta que tarde o temprano Juan Pueblo deberá responderse
es si quiere seguir siendo el objeto de los politicastros o bien, el sujeto principal
de la historia salvadoreña.
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