Gone with the COVID-19
Hace aproximadamente un año escribí un artículo en mi blog que titulé: La razón, sinrazón y la zurrazón en los
tiempos del COVID-19 en
el cual concluía afirmando que “no se necesita ser sabio, culto o competente
para entender racionalmente la gravedad del problema y comprender la razón de
muchas medidas profilácticas. Pienso que todas las medidas que a nivel mundial
se están tomando están basadas en la razón y entendimiento científico actual,
en la experiencia real y concreta con otras enfermedades parecidas”.
Recuerdo que conversé una semana antes que comenzaran las medidas
profilácticas aquí en la región el 14.03.2020 con un grupo de amigos, quienes
están vinculados a la medicina e investigación viral. Mis preguntas, además de
ingenuas y prosaicas, estaban íntimamente ligadas a mi condición de analfabeto
en aspectos relacionados con virus, bacterias y con enfermedades pandémicas.
Por lo demás, aunque no era el único ignorante en la tertulia literaria, motivo
principal de nuestra reunión, fui el único que se atrevió a conversar coloquialmente
acerca del coronavirus. Por entonces, lo único que sabía, al menos
teóricamente, era que la elaboración de la vacuna podía durar un par de años.
No obstante, de todo lo que se habló esa tarde alrededor del SARS Co V-2, el
comentario que me quedó retumbado en lo más recóndito del sistema límbico fue
lo expresado personalmente por una buena amiga de muchos años: “Nada volverá a
ser lo mismo en el futuro”
Ella, quien formó parte del equipo de virólogos y técnicos de laboratorio
que a finales de los sesenta del siglo pasado se encargó de investigar el virus
de Marburgo/Alemania, sabía a ciencia cierta de lo que hablaba. Esa vivencia dramática
quedó plasmada en su libro testimonio: “In uns und um uns” (En nuestro
interior y rededor. Mi experiencia con el virus de Marburgo). Dicho sea de
paso, todavía no se ha encontrado la vacuna para combatir aquel bicho, miembro
de la familia de los filovirus y transmitida por el murciélago Rousettus.
Nos despedimos aquella tarde, como siempre, de manera anti profiláctica e
irresponsable, es decir con abrazo y beso, a pesar de la advertencia y resistencia
de la doctora en medicina. Pero bien, ella también se rindió a la fuerza y
dinámica de nuestro grupo. Demostrándose así, que muchas veces la presión de la
mayoría se impone, aunque muchas veces la razón y el sentido común no estén de
su parte.
…Nada volverá a ser lo mismo en el futuro…se transformó en muletilla.
Efectivamente. Muchas cosas cambiarán para bien o para mal, aquí y en la
quebrada del ají. En algunas sociedades del planeta los cambios serán más
rápido que en otras, dependiendo de los niveles de desarrollo
político-económico, científico y cultural. Mas la “normalidad” que conocimos
antes de la pandemia se la llevó el viento. Gone with the COVID-19.
Aunque nada es lo mismo al “día siguiente” después de una crisis social
profunda, sea ésta de carácter pandémico, catastrófico, sistémico o bélico, hay
que decir que Escarlata O‘Hara o, mejor
dicho, Margaret Mitchell tenía razón al afirmar que después de todo, mañana
será otro día (“after all, tomorrow is another day”).
Por causa del coronavirus y la Covid-19 han fallecido hasta el día de hoy,
según las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, 2 millones
600 mil y tantas personas a nivel mundial. Se marcharon de manera sobrecogedora
con el huracán provocado por la COVID-19. Entre ellas, cuatro personas
que conocí personalmente. Una de ellas, un familiar de primer grado.
La situación pandémica y las medidas profilácticas, sobre todo el
aislamiento social y las restricciones de contacto social, han provocado un
desequilibrio en las relaciones psíquico-emocionales y en las sociales. A tal grado que más de alguna amistad se ha
debilitado o enfriado y otras se han desvanecido como pompas de jabón en el viento
provocado por el SARS Co V-2.
En efecto, el coronavirus ha puesto de manifiesto los vicios y virtudes de los
hombres y las mujeres en sociedad.
“Para conocer a un rengo lo mejor es verlo andar”, decía el Martin Fierro
de Don José Hernández.
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