domingo, 4 de julio de 2021

La pandemia también mató amistades

 La pandemia también mató amistades

 

Cuando el ser humano ideologiza las „cosas en sí “, sin estar consciente de ello o sin pretenderlo, puede cavar fosas profundas y apestosas que con el tiempo hay que cerrarlas por la pestilencia del agua. Pues sabido es, que tanto las ideas como el agua cuando no fluyen se pudren. La ideologización de las cosas encierra el peligro del fanatismo, que no es más que el verdugo de la discusión y del debate, y, por lo tanto, del desarrollo de las ideas y del pensamiento. Las ideologías se convierten en instrumentos manipuladores en el momento en que se utilizan para alcanzar el control del comportamiento individual o colectivo.   

Paulo Freire, el famoso pedagogo brasileño del siglo XX, en su libro “Pedagogía de la autonomía” asume tener conciencia del “poder” que tiene el discurso ideológico, sobre todo, el discurso que proclama la “muerte” de las ideologías, concluyendo que: “En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.”  

La “pandemia en sí” ha matado a amigos, a conocidos y a millones de desconocidos, y la peste ideologizada ha matado también a más de alguna amistad.

“Creer o no creer” en la existencia del virus SARS CO V2 se transformó desde los inicios de la epidemia en el argumento disyuntivo entre amigos. Controversia que fue aumentando de manera hiperbólica y correlativa a las medidas político-sanitarias impulsadas por los distintos gobiernos a escala mundial.  

Resulta pues, que al “ideologizarse” la cosa en sí, ponerse mascarillas, lavarse las manos, evitar el contacto personal, el confinamiento, la vacunación o la negación de las medidas sanitarias y profilácticas se convirtió en un acto de sumisión o de rebeldía frente al estado. Es decir, se cerraron los espacios para un análisis ecuánime y objetivo que ayudara a la comprensión holística de la crisis político-sanitaria, puesto que la “ideologización” de las “cosas en sí” desemboca siempre en una guerra de posiciones en la cual nadie está dispuesto a escuchar los argumentos, por muy fundados que éstos sean, de la otra parte.  

Para unos el acto de vacunarse no solo representa una forma de autoprotección, sino que, al mismo tiempo es asumido como un acto solidario frente a la sociedad civil. Mientras que, para algunos, en su lógica, la vacuna no es necesaria, puesto que niegan per se la existencia del virus; para otros, los “darwinianos”, un buen sistema inmunológico es suficiente para combatir el bicho, ya que la humanidad se adaptará, tarde o temprano, a las nuevas condiciones, es decir, la fuerza de la selección natural resolverá el entuerto provocado por el SARS CO V2, y el resto de los virus y de las bacterias zoonóticas habidas y por haber.

Por otra parte, también han surgido sentimientos negativos entre los amigos como la envidia y el resentimiento. Envidia, sí te vacunaron antes que a ellos; resentimiento o molestia por haber asumido consecuentemente el distanciamiento social.

En fin, los tiempos de crisis extremas como pueden ser las guerras o las luchas político-económicas o las pandemias son una especie de cedazo. Ponen en evidencia, en cierta medida, las virtudes y defectos de los seres humanos, que son en definitiva los elementos esenciales en las relaciones sociales en general, y, en particular, en las relaciones de amistad.

Afortunadamente las relaciones armónicas e integrales de amistad están unidas o conectadas por el sólido pegamento que dan los años de conocimiento mutuo, profundo y sincero; y que a fin de cuentas son el sostén de la verdadera amistad. Mientras que las relaciones de amistad, superfluas o asimétricas, pegadas con moco, se deshacen con el primer sacudón que produce la contradicción dialéctica. 

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