Hacerse mayor con
música
Sí para Friedrich Nietzsche, el filósofo nihilista alemán, la vida
sin música es un error, para Arthur Schopenhauer, también filósofo y coterráneo
del autor de Así habló Zaratustra, la
música es el verdadero lenguaje
universal y la expresión excelsa de las bellas
artes. Mientras que para Ludwig van
Beethoven, otro alemán para variar, la
música es la revelación más alta que la sabiduría
y la filosofía.
Por mi parte, entiendo la música como el alimento diario de la psiquis. Pienso
que vivir sin
música es como degustar viandas insípidas o bien, beber atol
chilate (bebida muy popular en El Salvador hecha de harina de maíz sin azúcar y desabrido) sin los típicos acompañantes dulces, como los nuégados
(buñuelos) de huevo, plátanos fritos, torrejas en almíbar y otros platos dulces. Mi
dieta musical diaria es muy variada desde Tomaso Albinoni, pasando por Sebastian
Bach o Benny Moré hasta llegar a Joaquín Sabina o Wilson Pickett.
La percepción de los sonidos es una cualidad somato
sensorial filogenética en el ser humano y por lo tanto, la captación y apreciación de la música es
natural en él, puesto que la música no es más que el arte de combinar diferentes sonidos en
una secuencia temporal determinada de
acuerdo a las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo, utilizando para ello instrumentos musicales e incluso la propia voz.
Tanto así, que Schopenhauer la considera como el arte más
abstracto de todos, pero no por esto difícil de comprenderlo y entenderlo. Por el contrario, para la música no hay
fronteras de ninguna clase. Tal es así, que en mi familia tres
generaciones cantamos a todo gaznate el Yelow Submarine de los
Beatles, cada vez que se nos brinda la ocasión.
En el universo de la música confluyen la
razón, los sentimientos, las emociones y el estado de ánimo del creador y del oyente. Es decir, que la música
estimula los dos sistemas cerebrales, el límbico y el cortical, de manera más intensa y profunda que la literatura, la pintura, la escultura,
la arquitectura, el teatro y la
cinematografía. Esto debido a que los efectos de la música, por razones neurofisiológicas, se anidan finalmente en las amígdalas
cerebrales, precisamente ahí, en el lugar en el cual los seres humanos tenemos la memoria emocional y sentimental. Por esta razón, nunca olvidamos aquellas
canciones que tuvieron un contenido emocional
particular, y lo que es más
emocionante, es que nos hacen viajar
sentimentalmente al pasado.
Estoy convencido que todo ser humano vive
constantemente esta experiencia neuronal. En mi caso particular, hay infinidad
de canciones que me recuerdan lugares, situaciones y sobre todo, seres queridos
y amados.
Escuchar a Mama, look at boo-boo, interpretada por Harry Belafonte en el
Carnegie Hall, me traslada mágicamente a los años sesenta del siglo pasado.
Entonces me contemplo largo y tendido en el
sillón de la sala de la casa de Napoleón, amigo y compañero de colegio de
secundaria, hermano de la vida, mientras
mamá Carmen prepara en la cocina un sabroso bistec encebollado para el almuerzo.
With a Little Help from my
Friends, en la versión de
Joe Cocker en el Festival de Woodstock 1969, me trae el recuerdo de Antonio,
otro amigo y hermano de la vida, compartiendo y gozando conmigo
el documental homónimo en la sala del cine Cinelandia en las cercanías de
parque Centenario, en cuya cancha de básquetbol mi amigo acostumbraba practicar
con maestría ese deporte.
La orquesta Billos Caracas Boys tiene el sonido de los bailes en la colonia
Atlacatl cuando todavía era un mocoso buscando novia. José Jiménez, alias
Joselito, El Ruiseñor de España, perfuma los días en que mi hermana mayor
cantaba a capela lavando su ropa en nuestra casa en La Rábida, y las rancheras
de José Alfredo Jiménez sonaban mejor
cuando las cantaba Mauricio Sandoval
Centeno (R.I.P). En fin, son muchas las canciones que me recuerdan cosas
especiales, muchas personas y muchas
situaciones, que bien podría seguir llenando cuartillas. Sin embargo, hay una canción
en la que yo soy el único viajero en ese magical
mystery tour: American Pie de Don
Maclean
Hay música para todos los gustos y situaciones en la vida, por eso pienso
yo, que hacerse mayor con música y bien
acompañado, es envejecer de a poquito,
con gracia, salero y con mucho arte.
!I’ve got a feeling, a feeling deep inside….oh yeah….!
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