miércoles, 4 de agosto de 2010

ROSARNO Y LAS NARANJAS DE LA IRA

Rosarno es una pequeña ciudad al sur de Italia, localizada en la región de Calabria, precisamente en la mera punta de la bota italiana, y controlada por la mafia calabresa Ndràngheta, cuya influencia y radio de acción abarca los cinco continentes. Con la punta de la bota es que golpean los italianos del sur, el trasero de los emigrantes.

Ser emigrante y negro en Rosarno, es como tener garantizada la visa para recibir, en el mejor de los casos, una buena paliza por parte de las bandas de jovenzuelos especializados en perseguir y hostigar a los braceros extranjeros de las plantaciones de cítricos de los alrededores.

La vida para los trabajadores emigrantes en Rosarno, en su mayoría provenientes del continente africano, nunca ha sido fácil. Convertidos en esclavos modernos, los jornaleros africanos se ven obligados a trabajar casi 15 horas al día por un salario mísero que ronda entre los 15 y 25 Euros. Las condiciones de vivienda y servicios son deplorables. Las pocilgas donde se ven forzados a vivir hacinados como sardinas, carecen de agua corriente y luz eléctrica.

Médicos sin Frontera (MSF) en un análisis exhaustivo denunció en el año 2008 la situación infernal en que viven los emigrantes. Las condiciones de salubridad e higiene en los lugares que habitan son tan precarias que los brotes de enfermedades gastrointestinales, dermatológicas y respiratorias están a la orden del día.

Muchos de los jornaleros, casi un 70 %, son indocumentados y son reclutados por organizaciones controladas por la mafia, sobretodo en la temporada de cosecha. Los cultivos de cítricos en Rosarno recuerdan en cierta medida los naranjales de California, con la diferencia que los “mojados” latinoamericanos gozan de mejores condiciones de trabajos.

Lo de Rosarno no tiene parangón alguno en el mundo occidental. ¡Es un enclave negrero en pleno siglo XXI!

Extorsionados por la mafia y explotados por los agricultores ricos, los emigrantes viven en condiciones infrahumanas y desamparados por la ley.

La historia del racismo, xenofobia e intolerancia en Rosarno es tan vieja como el pueblo mismo. Los violentos ultrajes contra la dignidad de los emigrantes son tolerados por la mayoría de los ciudadanos. Al parecer el coraje civil es una virtud poco común en la sociedad, ya sea por miedo a la mafia o por la indiferencia de los civiles frente a estos abusos. Pocos son los Rosarninos que dan la cara por lo emigrantes.

Si en Rosarno no se han producido hasta ahora linchamientos, como los ocurridos en el delta del Mississippi en los años cincuenta, no se debe a que los sureños italianos sean más cristianos que sus congéneres americanos, sino más bien a la intervención de los cuerpos policiales.

En Rosarno no existe el Ku-Klux-Klan, con sus capuchas blancas y enormes cruces de madera; pero existe la Ndràngheta que no es lo mismo, pero es igual.

Los naranjales de Rosarno están abonados con tanto odio, maldad y racismo, que sus frutos saben amargos como la hiel.


Roberto Herrera 03.08.2010

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