Cuanto más rebelde la vida de una personalidad pública de cara al orden establecido, más fuerte doblan las campanas de la prensa mundial. Esto sucede en el caso del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
“La lucha por el poder en el
lecho de un enfermo”, así reza el artículo de la sección de política
internacional del periódico local de mi ciudad. No pude evitar la comparación
entre los reportajes periodísticos escritos en su momento acerca de la
enfermedad de Fidel Castro – diverticulitis
– diagnosticada en agosto del 2006 y el presunto sarcoma pélvico – tumor cancerígeno – del Presidente Hugo
Chávez Frías. Más allá de las diferencias patológicas y etiológicas, así como
el tratamiento clínico y el desarrollo de ambas enfermedades, la nota
periodística referida lleva implícito el mensaje profético de la lucha por el
poder político y el final poco venturoso del proceso revolucionario. Los
periodistas del mainstream mediático
parten del supuesto, tanto en el caso de la revolución socialista de Cuba como
el de la revolución bolivariana, que con la “muerte anunciada del máximo líder”;
ambos procesos están condenados, bien al fracaso, o a sufrir cambios
sustanciales.
En el caso cubano, la pluma de
los modernos Nostradamus reposa en
los tinteros y guarda al acecho el debacle de la revolución cubana con el
último hálito de vida del Comandante en Jefe. Aunque al parecer, salvo la
extrema derecha anticastrista en Miami, son pocos los políticos y grupos de
poder que creen a pie juntillas en el fin de la revolución.
Por el contrario, el futuro del
“socialismo del siglo XXI”, a decir de las pitonisas y pitonisos a sueldo de la
“gran prensa capitalista”, se ve más negro que el crudo en la cuenca de Falcón.
Estos paladines del “gran capital” que al comparar uno a uno a ambos procesos
sociales, confunden deliberadamente peras con manzanas.
La revolución bolivariana de
Venezuela es por el contrario, un proceso social diferente al cubano, como
diferentes son las enfermedades de sus correspondientes líderes. Las
diferencias en cuanto a carácter y contenido de ambas revoluciones están plasmadas
en las respectivas constituciones políticas nacionales aprobadas, en el caso
cubano, por la Asamblea Nacional el 24 de febrero de 1976 y por la Asamblea
Constituyente el 15 de diciembre de 1999 en el caso venezolano.
La revolución socialista de Cuba,
guiándose en la filosofía de Jose Martí y en los conceptos científicos de
Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin, se encuentra actualmente en la
etapa de construcción del socialismo, cuyo objetivo final es la edificación de
la sociedad comunista. El 24 de octubre y de acuerdo a la Ley No. 851 de 6 de
julio de 1960, se expropiaron todas las empresas norteamericanas y en 1961, con
la puesta en rigor de la segunda ley de
reforma agraria, se completó el proyecto original de Reforma Agraria concebido
en la Sierra Maestra. Es decir, que el nudo gordiano de la economía de mercado
– capital privado-trabajo – lo rompió Fidel Alejandro Castro Ruz.
La revolución bolivariana de
Venezuela por su parte, invocando la protección del Dios todopoderoso y
siguiendo el ejemplo histórico del Libertador Simón Bolívar, aspira a “refundar
la República” para establecer una sociedad democrática y participativa. Demás
está resaltar la importancia del petróleo en la economía venezolana y desde la
caída de la Unión Soviética, en la economía cubana. Pero es importante recordar
que la nacionalización de ese rubro natural ocurrió en 1976 por decreto de ley durante
la presidencia de Carlos Andrés Pérez, cuando Hugo Chávez Frías era apenas un
suboficial del ejército venezolano. Con este recordatorio político-económico no
pretendo restar un ápice de importancia a la gestión del Presidente Chávez y la
importancia de la revolución bolivariana en Latinoamérica, sino solamente
enfatizar que en Venezuela, a pesar de la nacionalización de los recursos
naturales y otros rubros, la contradicción fundamental de la economía
capitalista todavía sigue vigente. Aquí radica la diferencia esencial entre
ambas revoluciones.
No obstante, ambas revoluciones tienen
en común el hecho que han sido las grandes mayorías populares las que han
avalado democráticamente dichos procesos, los cuales están plasmados en ambas
constituciones políticas.
Las mayorías populares en ninguna
parte del mundo se insurreccionan y luchan por sus derechos civiles porque sus
dirigentes sean astutos, inteligentes o posean una aura carismática, sino
porque no soportan más la opresión, la humillación y la miseria. Una revolución
socialista como la cubana o democrática popular en el caso venezolano, no se
explica o justifica por lo que Fidel o Hugo hayan hecho o dejado de hacer, sino
por el soporte de las masas populares. No pongo en duda la importancia nacional
e internacional de estos dos líderes políticos, puesto que las masas populares necesitan
dirigentes serios y honestos, que luchen por los intereses de los trabajadores y
sobre todo necesitan creer y confiar en ellos. Pero la revolución no triunfa o
fracasa por voluntad de dirigentes o de partidos políticos, sino por el papel
preponderante que desempeñan las grandes mayorías populares, tanto en la toma
del poder, como en la defensa de la revolución.
Es muy probable que la enfermedad
de Hugo Chávez Frías le impida desempeñar en el futuro sus funciones
presidenciales, cosa que no desearíamos que ocurriera, pero existe un gobierno
democráticamente elegido por la mayoría del pueblo venezolano de acuerdo a los
cánones electorales del capitalismo, lo cual es una garantía relativa de continuidad del proyecto
histórico. Salvo que ocurriera un golpe de estado, dirigido y apoyado por los
enemigos de la revolución bolivariana – los de afuera y los de adentro –, con
la intención de abolir de un plumazo la Constitución Política vigente y
retroceder las agujas del tiempo.
En todo caso, serán las mayorías
populares y no las células cancerígenas quienes determinarán el futuro rumbo,
carácter y contenido del socialismo del siglo XXI. Más allá de los deseos del mainstream mediático capitalista, será
el pueblo venezolano quien defenderá o no los logros alcanzados por la
revolución bolivariana.
¡Salud, Comandante!
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