El Salvador a escasos seis meses de las elecciones presidenciales
En El Salvador, las
contradicciones socio-económicas, típicas de estados débiles y dependientes, se
ven reflejadas diariamente con cruda nitidez en las calles de San Salvador y
sobre todo, en la campiña cuzcatleca. En el periodo preelectoral, como es usual
en la “democracia” parlamentaria, los partidos políticos en contienda suelen
librar “batallas verbales” y “combates propagandísticos”. El partido de “izquierda”,
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cuyas raíces
históricas están estrechamente vinculadas al movimiento guerrillero de la
década de los setenta del siglo pasado, no es la excepción de la regla.
Pero no nos engañemos. El partido
político FMLN, como unidad política estratégica, está más a la “derecha” de la
parte más conservadora de la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), el
antecedente guerrillero del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
Las siglas “FMLN” son solamente el nombre de un producto político, que por sus
orígenes históricos, fácilmente podría asociarse con cambio social radical – léase
revolución social – y lucha de clases. ¡Pero esto lamentablemente no es así!
El programa político del FMLN
formulado en el acta de Constitución del Partido del primero de septiembre de
1992 y la Carta de Principios y Objetivos está a años luz de ser un programa
político marxista revolucionario. Este hecho por sí mismo, no niega la
existencia de la ideología marxista e incluso leninista en las mentes de alguno
de sus dirigentes y/o militantes. Pero el todo, en la dialéctica, no es la suma
de sus partes, sino que algunas veces debido a la lucha de contrarios y por
cuestiones de calidad y cantidad, la supuesta suma se convierte en una
sustracción dialéctica.
El FMLN y la Realpolitik
El FMLN es un partido
comprometido en el esfuerzo de la Reconciliación
[de clases] y la Concertación, es
decir el pacto y/o negocio político para resolver de manera racional la lucha
de clases[1]. En definitiva, más allá
de los ditirambos lingüísticos y semánticos, la política real y pragmática del
FMLN es, cuanto más, socialdemócrata. Demás está recalcar, que tanto la
dirigencia, así como los militantes y simpatizantes del partido tienen el pleno
derecho de optar por ese modelo político-económico. Pero, dado el pluralismo
ideológico dentro del FMLN, cabe la pregunta, ¿es mayoritaria realmente la
tendencia socialdemócrata? Pero este no es el foco de la crítica en este ensayo.
No obstante, si tomamos en cuenta
el comportamiento político real de la dirigencia, pareciera que las máximas
autoridades del actual FMLN actuaran como un conductor de ómnibus que pone la
luz intermitente a la izquierda, pero gira a la derecha. El FMLN es un partido
político que está más interesado en frenar la lucha de clases que en impulsarla.
Y esto sí es criticable, sobre todo cuando se trata de políticos que otrora lucharon
por la revolución socialista en El Salvador.
El FMLN, desde su transformación
en 1992 en partido político y después de sufrir varias escisiones, depuraciones
y/o purgaciones, está sujeto al cumplimiento de las reglas del juego electoral de
la democracia parlamentaria capitalista, pero no solamente eso, si no que los
mismos dirigentes de alto nivel están empecinados en cuidar y acentuar su nuevo
perfil político-ideológico moderado, negando o renegando u ocultando su pasado
marxista revolucionario.
¿Es este el precio político que
tuvo que pagarse para alcanzar los acuerdos de paz en 1992? ¿Valió la
pena el esfuerzo y sacrificio de una generación de jóvenes imberbes que ofrendó
su vida en los frentes de guerra e hipotecó su futuro en aras de la revolución
social?
¿Toma del poder o poder administrar el poder?
Después de tres intentos fallidos
(1994, 1999, 2004), el FMLN logró por fin, su objetivo electoral en el año 2009
con el candidato Mauricio Funes, periodista salvadoreño, políticamente inocuo y
sin filiación partidaria, defensor del modelo socialdemócrata de desarrollo de
la economía [social] de mercado y admirador del ex presidente brasileño Lula da
Silva. Con este triunfo electoral, la “izquierda” salvadoreña ganó por primera
vez en la historia de El Salvador la Presidencia de la República, hecho que no
implica la toma del poder real del Estado burgués, sino que solamente el
derecho legítimo, vía sufragio universal, para administrar los tres poderes del
Estado. Este período presidencial concluirá en enero del 2014. Por lo tanto,
los comandos de propaganda y agitación de los partidos políticos en concurso están
calentando motores y preparándose para el inicio oficial de la campaña
electoral.
Según el diputado del FMLN,
Roberto Lorenzana y secretario de comunicaciones del Frente, los datos
estadísticos avalan la gestión administrativa del gobierno efemelenista. Principalmente en el área social, donde el FMLN ha
contabilizado un “triunfo histórico”, sobre todo en el campo de la salud. A
pesar del contenido triunfalista y agitador de la valoración de Lorenzana,
cuatro años son un periodo corto de tiempo, como para realizar un “balance
histórico” científico y ponderado. En cualquier caso, nadie puede echarle en
cara a Lorenzana y al partido FMLN que haga malabares y piruetas a favor de sus
intereses partidarios con cifras y pronósticos estadísticos. Los contrincantes
también operan con los mismos métodos y objetivos. Así son las reglas del juego
“democrático parlamentario”. En la agitación y propaganda electoral o electorera,
tanto la manipulación de datos, como la demagogia y la difamación, son
instrumentos legítimos del proselitismo partidista.
Roberto Lorenzana asegura que la
mayor inversión económica en la historia de El Salvador, ha sido la realizada
por el gobierno del FMLN en el campo de la Salud y Seguridad Social. Suponiendo
que la apreciación subjetiva de Lorenzana correspondiera efectivamente con los
indicadores económicos presupuestarios reales del periodo legislativo 2009-2014,
habría que preguntarse: ¿Es lo máximo o lo mínimo que se puede esperar de un
gobierno dizque de izquierda?
La pregunta es válida y no
implica crítica alguna a la gestión de gobierno, puesto que el gobierno hace lo
que puede, independientemente de la capacidad o incapacidad y corrupción de
algunos funcionarios estatales. Pero el sector social, en una economía social o
libre de mercado, abarca otros campos, tales como la creación de puestos de
trabajo en la ciudad y en el campo, la reducción de la tasa de desempleo, la
implementación de un salario mínimo nacional, la construcción de viviendas para
los sectores más pobres de la sociedad, el desarrollo de una campaña general y
profunda de alfabetización, así como la implementación y desarrollo de la
educación estatal gratuita, el aseguramiento de la enseñanza primaria para toda
la población y el fortalecimiento de la enseñanza técnica y universitaria.
Además están las áreas productivas que tienen que ser fomentadas y
reestructuradas para asegurar una tasa de crecimiento del producto interno
bruto. Asegurar la explotación sostenida de los recursos naturales y la
distribución y retribución justa del agua potable y luz eléctrica, y por
último, como condición indispensable para erradicar el bacilo de la pobreza en
El Salvador, una verdadera y profunda reforma agraria. Todo esto, sin olvidar que
la violencia social en la sociedad salvadoreña, expresada en el crimen
organizado de las maras[2], es consecuencia directa
del desequilibrio socio-económico que reina en el país.
Es decir, que para evaluar
ponderadamente la gestión administrativa del gobierno efemelenista en los últimos cuatro años se requiere de un análisis
horizontal y vertical de la economía, y de la idiosincrasia de la sociedad
salvadoreña.
Un análisis científico con tales
características no solamente es posible, sino que además ya existe. Se trata del
Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo El Salvador 2010 (PNUD) que demuestra en blanco y negro la cruda
realidad y desigualdad socio-económica de la sociedad salvadoreña. Y si este
informe resultase poco para los incrédulos, allí está a disposición del público
interesado, todo el material estadístico del Fondo Monetario Internacional
(FMI), el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), de los diferentes organismos de las Naciones Unidas y Organizaciones no
Gubernamentales. Existen suficientes datos fidedignos como para realizar un
balance parcial, justo y ponderado, de la gestión administrativa del gobierno
del FMLN.
El desarrollo de la sociedad
salvadoreña está caracterizado desde principios del siglo diecinueve por la
desigualdad socio-económica y por una elevada cuota de pobreza y miseria. Según
el informe PNUD 2010, aproximadamente el 30% de la población vive bajo los
limites nacionales de pobreza, alrededor del 6% vive con menos de un 1,25 US$
al día. El desempleo y el subempleo afectan al 50% de la población laboral,
sobre todo en el campo. Según el informe PNUD 2010, de 100 salvadoreños con
capacidad laboral, 44 están subempleados y 7 no tienen trabajo. Solamente el
47,6% de las mujeres aptas para el trabajo tiene un empleo fijo. El promedio de
los salvadoreños no alcanza a terminar la escuela primaria. El 40% de los
enfermos no recibe asistencia médica y solamente el 20% goza de una u otra
forma de seguridad social. El 68,9% de la población vive en condiciones
habitacionales deplorables. El 21,3% de las viviendas no tiene agua potable y
el 9% no tiene luz eléctrica. En el informe PNUD, que dicho sea de paso fue
firmado por el candidato a la Presidencia por parte del FMLN, el antiguo
comandante guerrillero y primer responsable de las Fuerzas Populares de
Liberación Farabundo Martí (FPL-FM) Salvador Sánchez Cerén (cp. Leonel
González), se postula por un modelo nuevo de desarrollo capitalista. Esta es la
realidad salvadoreña, más allá de la campaña electoral.
Si usted, apreciado lector, ha
tenido la oportunidad de recorrer los bellos parajes de El Salvador de Norte a
Sur, de Oriente a Occidente, habrá comprado que hay extensiones de tierras
fértiles ociosas. Sin embargo, habrá constatado que el “Pulgarcito de América”
está abarrotado de centros comerciales tan o más lujosos y elegantes – los
famosos Malls norteamericanos – que ni siquiera en Berlín, Londres, Paris, Roma
o Madrid los encontrará. Un cuadro surrealista de la época moderna neoliberal
en El Salvador.
¿Cuáles son entonces las
alternativas que tiene el pueblo salvadoreño? ¿Qué partido político puede
impulsar una verdadera política socio-económica que solucione los problemas
existenciales de las grandes mayorías? ¿Qué modelo capitalista puede ser
socialmente justo?
Pero hay que considerar, que las
cifras estadísticas y los números son relativos, puesto que siempre tienen un
grado de contaminación. Más allá de los indicadores de pobreza y/o riqueza, más
allá de las ideologías y economías políticas, lo más importante y decisivo durante
la campaña electoral y sobre todo, en el momento de entregar el voto secreto,
es si el ciudadano cree o no en las promesas planteadas por los partidos políticos.
Es decir, el sufragio universal en El Salvador más que un derecho civil es un
acto de fe.
En la lucha política como en la
vida todo es relativo, incluso los conceptos de izquierda o derecha, pobreza o
riqueza. Por eso cuando los súbditos guanacos le comentaron a Doña Oligarquía Salvadoreña
que el pueblo tenía hambre y no tenía ni siquiera tortillas de maicillo para
comer, ésta, altanera y socialmente desubicada, contestó: ¡Entonces que les den
cemita de piña!
No son muchas las alternativas que
tiene el pueblo salvadoreño: El FMLN (sólo o en alianza con la burguesía
moderada y modernista) o el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
Juan Pueblo tendrá que elegir el
2 de febrero del 2014 entre Salvador Sánchez Cerén, el ex comandante
guerrillero o Norman Quijano, representante del sector ultraconservador de la
clase dominante.
[2]
Pandillas criminales
No hay comentarios:
Publicar un comentario