domingo, 18 de agosto de 2013

La importancia de hablar tanta “huevá”

El valor del pensamiento dialéctico y la retórica 


Hace unos días tuve de visita en casa a tres personas distintas con pasados semejantes. Dos de ellos físicamente presentes y un tercero, de manera virtual, por obra y gracia de Skype. El estío en Europa Central, por muy corto que sea, por lo general, fortalece el ánimo, enriquece el espíritu y engorda la carne. Y esta vez tampoco fue la excepción. El mejor regalo del verano 2013 ha sido el reencuentro feliz con el pasado, que aún sigue siendo presente.

La tertulia con estos tres personajes importantes en mi vida, ha servido para constatar que más allá de las diferencias político-ideológicas y religiosas, o mejor dicho, las diferentes interpretaciones de la “realidad objetiva” que cada individuo pueda elucubrar, la confianza, el cariño y el respeto son la base para construir las verdaderas amistades. La política en sus diferentes interpretaciones (Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Marx, Lenin, etc.) es un arte en función de un objetivo concreto y colectivo, pero no es la esencia de la vida. 
El ser humano no nace y vive en sociedad para “hacer política”, vive y se desarrolla para gozar del fruto de su hacer cotidiano en ese breve espacio que es su vida. Sin olvidarnos del axioma, que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia, lo cual presupone, la lucha diaria por alcanzar un modo de producción de la vida material que facilite el desarrollo integral de la vida social, política y espiritual en general de todos los ciudadanos.

Si el que “hace política” no se gana la confianza, el cariño y el respeto de los ciudadanos, no llegará lejos. Sí el “que hace la guerra”, no se gana en el terreno la confianza, el cariño y respeto de la tropa, difícilmente ganará grandes batallas, cuanto más, victorias pírricas.

La frustración que siente uno de mis amigos, representante fidedigno de la generación de aquellos jóvenes de la plaza de Tlatelolco o del histórico Paris del 68 con sus consignas de HO HO HO CHI MINH, LUCHAREMOS HASTA EL FIN, sin dejar de ser un sentimiento válido, se relativiza frente a todas las “pequeñas cosas” alcanzadas en esta América de color, sombría y taciturna.

La época actual es de cambios lentos y menos estrambóticos que en los años sesenta y setenta del siglo pasado. ”…Ahora – según San Lorenzo de la Montaña – la cosa es más fácil por muy difícil que la veamos. Hoy no hay que luchar contra unas Fuerzas Armadas gubernamentales asesinas, crueles y aplastantes. No hay morteros ni aviones que bombardeen...”

¿Para qué sirve hablar y escribir tanta “huevá”?, me preguntó mi otro amigo sin sarcasmo e ironía. La cuestión iba en serio.

Hoy la lucha es más de pensamiento y retórica, contestó virtualmente mi tercer amigo.

La importancia de hablar y escribir tanta “huevá”, pienso yo, radica en el valor que tiene tanto el pensamiento dialéctico como la retórica, que no es otra cosa que el arte de contarle al ciudadano aquello que cree posible realizar.

¡Por eso yo escribo tanta “huevá”!

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