sábado, 3 de agosto de 2013

La pax americana o todo lo que el imperialismo norteamericano emprende para desplumar la paloma de la paz en América Latina

La impronta animal del imperialismo norteamericano
Cuarta y última parte


¿Ha visto Usted alguna vez, estimado lector, algún aligátor o cocodrilo bailando rock and roll o una cumbia barranquillera en algún circo?

Los cocodrilos de carne y hueso son reptiles depredadores que reaccionan impulsados única y exclusivamente por los instintos. Dichas bestias no se dejan domesticar. Provistos de un cerebro tan pequeño como una nuez, los cocodrilos o caimanes están capacitados para atacar de manera explosiva a su “victima”, sujetarla con sus feroces fauces y devorarla en un santiamén. Con un sentido auditivo extremadamente sensible que les permite escuchar “a escondidas” a sus “enemigos”– cualquier ser viviente u objeto inanimado –, los cocodrilos viven en permanente estado de vigilia. Son tantos los símiles que se podría encontrar entre el comportamiento animal del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y estos vertebrados, filogenéticamente más cercanos a las palomas que a las víboras, que sería necesario inventar una nueva rama de las ciencias políticas para profundizar su estudio. Por ejemplo: Teoría Política-Psicológica y Práctica Político-Zoológica del imperialismo norteamericano en la edad contemporánea.

¿Una exageración marxista?

En las estanterías de cualquier biblioteca municipal se puede encontrar abundante información al respecto y sí no le es suficiente, estimado internauta, allí, en la red global, están a su disposición los archivos virtuales. La historia política de los Estados Unidos de Norteamérica es la historia de guerras, intervenciones político-militares, destrucción y exterminio.

La historia comenzó en 1763 con la revolución “americana”, que culminó oficialmente el 4 de julio 1776, con la independencia de las trece colonias británicas en Norteamérica. No obstante, ante la negativa de Gran Bretaña de reconocer legalmente el acta de independencia, el bisoño “estado emancipado”, continuó guerreando hasta septiembre de 1783, fecha en que se firmó el acuerdo de paz entre las partes beligerantes. Pero el nuevo Estado independiente, en lugar de guardar los cañones y arcabuces en los polvorines de guerra y dedicarse a la reconstrucción y desarrollo pacífico de la nación norteamericana, comenzó con el exterminio sistemático de las comunidades indígenas y con la expropiación arbitraria de sus territorios. Este período histórico que duró de 1783 hasta 1890, es conocido como la “colonización del oeste” norteamericano, un desvergonzado eufemismo para explicar el genocidio de los pueblos indígenas. La matanza de indios se fue transformando en un entretenimiento para soldados y colonos. Ni siquiera las “pequeñas” y “grandes” guerras que estallaron durante el período de colonización, lograron interrumpir el genocidio. En 1812, la “pequeña” guerra contra Gran Bretaña y en 1817, contra la Corona española y los indios Seminolas en la península de La Florida. La “gran” guerra contra Méjico se desarrolló entre 1846-1848 y culminó con la ocupación yanqui de los territorios de Arizona, Nuevo Méjico y California. Sin pasar por alto que entre 1860 y 1865 se incrementó la esclavitud y estalló la guerra civil.

En el año 1890 concluyó oficialmente la guerra asimétrica contra la „nación indígena“. De esta inhumana manera, culminó el proceso de Colonización y “Civilización de los pueblos salvajes” por parte de los pioneros euro-norteamericanos. En el año 1898 estalló la guerra entre los Estados Unidos de Norteamérica y España, que finalizó con la conquista estadounidense de los territorios de Puerto Rico, Cuba y las Filipinas.
Años más tarde, 1914 y 1939, irrumpieron las guerras mundiales en Europa, en las cuales los Estados Unidos también intervinieron. El lanzamiento de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 agosto de 1945 es un ejemplo cruel e inolvidable de la brutalidad del imperialismo norteamericano, puesto que para ese entonces, el imperio japonés estaba ya derrotado. Después del conflicto bélico mundial, se sucedieron una tras otra las guerras de Corea, Vietnam, Irak y muchas otras más.
Esta es la triste historia sucinta de los Estados Unidos de Norteamérica, un imperio guerrero moderno, despiadado, cruel y sin parangón en la historia de la humanidad.

La reacción militar del imperialismo norteamericano en su “patio trasero” en los últimos cincuenta años.


Las intervenciones militares del gobierno de los Estados Unidos en América Latina han sido consideradas siempre una „causa justa“ por parte de – casi – todos sus presidentes, con la excepción de Jimmy Carter, cuyo gobierno nunca estuvo implicado en ninguna guerra ni sucia ni “limpia” en Latinoamérica.
Para el gusto de los generales del ejército norteamericano, todas las operaciones militares deberían llamarse “Causa justa”. No obstante, ese nombre se reservó para denominar la intervención militar en Panamá el 20 de diciembre de 1989. En dicha ocasión, 24000 marines entraron en la ciudad de Panamá con la intención de capturar al “malo de la película”, como ocurre en los largometrajes de Hollywood, – vivo o muerto[1] ––, y reestablecer la “paz” y “la democracia” en Panamá. El general Manuel Noriega fue hecho prisionero, después de una intensa búsqueda durante un par de días. Al parecer, los servicios de inteligencia no conocían con precisión las coordenadas del lugar donde se escondía el “Cara de Piña”, como se le apodaba al antiguo agente de la CIA. La intervención en Panamá no fue un caso aislado. Larga y variada es la lista de intervenciones militares norteamericanas en Latinoamérica. He aquí un par de ejemplos simbólicos.

Guatemala 1954. En el momento en que los intereses económicos de la United Fruit Company se vieron supuestamente en peligro debido a la reforma agraria planteada por Jacobo Arbenz Guzmán, el presidente constitucional guatemalteco, Dwight D. Eisenhower ni corto ni perezoso, ordenó la intervención militar inmediata en Guatemala. Jacobo Arbenz, cuya ideología podría considerarse en la actualidad como social-demócrata, fue catalogado de comunista y en su lugar se colocó al coronel Carlos Castillo Armas.

Cuba 1961: John F. Kennedy aprobó el plan de invasión de la CIA en bahía de Cochinos con el fin de derrocar al gobierno revolucionario. Más de 1500 mercenarios y cubanos exiliados desembarcaron el 17 de abril en playa Girón con la ayuda de la fuerza aérea y la marina de los Estados Unidos. Tres días más tarde, la intervención militar fue derrotada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigidas personalmente por el líder de la revolución cubana, Fidel Castro. Esta derrota militar significó un contundente desastre político-militar para la administración Kennedy. Desde entonces y por ende, existe el bloqueo político-económico-financiero contra la República Socialista de Cuba.

República Dominicana 1965: El 28 de abril desembarcaron en Santo Domingo más de 45000 soldados norteamericanos y restablecieron el “orden constitucional” a punta de fusil y bayoneta calada.

Santiago de Chile 1973: Golpe de Estado perpetrado el 11 de septiembre contra el gobierno de la Unidad Popular, presidido por Salvador Allende. El general Augusto Pinochet con la “venia imperial” de la administración Nixon-Kissinger impuso una dictadura militar que duró hasta 1989.

Granada 1983: El 25 de octubre desembarcaron en territorio granadino tropas norteamericanas. Este operativo militar llevó el nombre de Operation Urgent Fury.

Todas estas grandes operaciones militares y otras, como la operación Phoenix en Viet Nam 1967-1973, El Cañón Dorado en Trípolis y en Bengasi 1986 o la Tormenta del Desierto en Irak 1991 no se pueden ocultar a la opinión pública, debido a la dimensión y carácter de las mismas. Por el contrario, este tipo de operativos militares es presentado a los televidentes con todo lujo de detalles y en vía directa, por las distintas cadenas de televisión. No está de más recordar que la “guerra al alcance de todos los hogares”, aparte de ser un negocio redondo, es un instrumento manipulativo de adoctrinamiento y propaganda.

Pero, ¿qué sucede con aquellas acciones militares de pequeña o mediana envergadura, acerca de las cuales los medios de comunicación, ya sea por falta de información o por negligencia, guardan un silencio sepulcral? La guerra sucia de los Estados Unidos se lleva a cabo en silencio, off the air, detrás de las pantallas de cristal líquido o de plasma.

¿Qué ha hecho el gobierno de los Estados Unidos por la paz mundial desde el 4 de julio de 1776?


¡Retóricamente, mucho! ¡En la práctica muy poco! A pesar de esta cruda verdad, el ciudadano norteamericano común y corriente está convencido que el poder económico y militar de los Estados Unidos contribuye a garantizar la paz y la libertad de la humanidad entera.
Los Estados Unidos se consideran a sí mismos, desde la declaración de independencia en 1776 y por la divina gracia, como los verdaderos portadores de la paz y la concordia en la tierra. Sin embargo, cuando se investiga minuciosamente cada capítulo de la historia político-militar de esa poderosa y rica nación, se concluye irremediablemente que los políticos y gobernantes de los Estados Unidos de Norteamérica son, sin duda alguna, los Señores de la guerra.

No obstante, y a pesar de la adicción a la guerra del gigante del norte, la declaración de independencia de los revolucionarios norteamericanos de 1776 es digna de emulación.

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad. Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; tal es ahora la necesidad que las obliga a reformar su anterior sistema de gobierno. La historia del actual Rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidos agravios y usurpaciones, encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una tiranía absoluta sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo imparcial”.

Si los Estados Unidos concedieran los mismos derechos postulados por los próceres de la independencia norteamericana al resto de los pueblos del mundo y en especial de América Latina, entonces la paloma de la paz sí que tendría más oportunidades reales de anidar en todas las regiones del planeta. Desgraciadamente el imperialismo norteamericano está más empeñado, como se ha comprobado en este ensayo, en desplumar a la paloma de la paz en América Latina, que a protegerla y alimentarla.
Los Estados Unidos son los príncipes herederos del gran imperio británico.

¡De tal palo tal astilla!



[1] Operativos militares o paramilitares al estilo de Rambo o Django. Temas cinematográficos de ganancias pingües en la industria del celuloide. 

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