¿Cómo sería el mundo con más hijos de Buda y con menos hijos de puta?
“Imagine there's no heaven, It's easy if you try. No hell below us. Above us only skyImagine all the people living for today”. John Lennon
Las virtudes y los vicios, entendidas como lucha de contrarios, han ocupado la mente de los hombres desde sus
orígenes. Es un tema omnipresente en la historia de la filosofía y de la teología.
La interpretación religiosa cristiana del bien (virtud) y del pecado (vicio) es
seguramente la más fácil de entender. Los vicios tienen su origen en el mal, personificados
éstos, según el teólogo alemán del siglo XVI Peter Binsfeld, por diferentes
demonios, como, por ejemplo: Lucifer(soberbia) y Leviatán(envidia).
Según la exégesis bíblica, la lucha entre el bien y el mal comenzó muy temprano. Incluso mucho antes que
el Creador formara al hombre soplando un puñado de tierra. Y, por lo visto, el
mal ha ganado casi todos los
enfrentamientos.
Para Bernardo Mandeville, filósofo holandés (1670–1733), los vicios en el
hombre son los que han contribuido al desarrollo de las sociedades hasta
nuestros días, es decir, la era del capitalismo total. La hermenéutica dialéctica de los vicios del
hombre en la filosofía de Mandeville, obviamente es más compleja y difícil de comprender,
y de aceptar como válida.
Siguiendo la lógica de Mandeville, habría que deducir que la creación, sin
la existencia del mal, no hubiera tenido sentido alguno, puesto que todo
hubiera seguido igual en el Paraíso. Ni Adán ni Eva hubieran tenido necesidad
de trabajar para vivir. Todo se les hubiera dado por voluntad divina. No
hubieran sido capaces de hacer ni siquiera un surco en la tierra para sembrar
una semilla de trigo. No hubiera sido necesario domesticar los animales.
Hubieran andado desnudos y descalzos todo el tiempo. Es decir, la agricultura, la ganadería, la
orfebrería, la artesanía, la metalurgia, las ciencias y el arte no se hubieran
desarrollado, pues no hubiera sido necesario. Incluso la religión no hubiera
tenido sentido, puesto que el hombre no hubiera tenido necesidad de buscar la
redención del pecado.
Pero más allá de la discusión inútil acerca de la Creación del mundo y del
hombre, Mandeville llegó a la conclusión, después de un análisis profundo
psico-sociológico de la sociedad, que la riqueza de una nación tiene su fuente
de desarrollo en los vicios del hombre y no en sus virtudes.
Para Bernardo Mandeville una gran nación,
rica y poderosa, no es posible sin la
participación estelar de villanos, bribones y ladrones de guante blanco y de los
de pacotilla. Hacer un gran panal con gente honrada, es decir, sin vicios, es un
esfuerzo en vano. Es una Utopía. Este pensamiento quedó diáfanamente plasmado
en el poema “El panal rumoroso” o” La redención de los bribones”, publicado de
manera anónima en Inglaterra en 1705.
El poema causó tal impacto en la sociedad que tanto la Iglesia como la
intelectualidad reaccionaron como avispas alborotadas por el cinismo provocador
de Mandeville. Sin embargo, Bernardo Mandeville consideró que su poema había sido
mal interpretado. Él no había escrito ni una sátira acerca de la virtud y la
moral ni tampoco una apología de los vicios en la sociedad. A tal punto, que se vio obligado a dar
explicaciones y detallar sus puntos de vista. Para ello amplió el texto
original con tratados y ensayos que integraron la obra conocida como: “La
fábula de las abejas” o “Vicios privados, beneficios públicos”.
La importancia teórica del pensamiento de Bernardo Mandeville radica
fundamentalmente en el campo de la economía-política, y solo tangencialmente con
las doctrinas religiosas y los dogmas de las Iglesias. Mandeville
fue el primero en defender
sistemáticamente la teoría del laissez-faire,
la evolución espontánea de las sociedades y del mercado; y fue el primero en
establecer por primera vez la teoría de la división del trabajo.
Si para Carlos Marx y Federico Engels la lucha de clases era el motor de
desarrollo de las sociedades, para Bernardo Mandeville, filósofo escéptico y
liberal, médico y economista, el “motor” de la sociedad eran las bajas
pasiones. Dicho en sus palabras: “Lo que en este mundo llamamos el mal, tanto
el moral como el natural, es el gran principio que nos convierte en criaturas
sociales, la base firme, la vida y el puntal de todas las industrias y
ocupaciones, sin excepción; aquí reside el verdadero origen de todas las artes
y ciencias y, a partir del momento en que el mal cesara, la sociedad decaería
necesariamente, si es que no perece completamente.”
Así como Platón defendía la existencia de la esclavitud, Mandeville
justificaba la existencia del trabajador pobre, inculto y sin escuela. Al mismo tiempo, rechazaba la visión
aristotélica de la sociedad, en la cual el bien humano, las virtudes y la caballerosidad (símbolo de la
nobleza y bondad), la justicia social, la amistad y la prudencia, eran la
materia prima para construir la sociedad y el estado.
Mientras Carlos Marx, como filosofo materialista y político, veía la
necesidad de transformar la realidad por medio de una revolución social que
rompiera de raíz el poder absoluto de la burguesía sobre los medios de
producción, el estado y la ideología, Mandeville planteaba que al hombre hay
que asumirlo como es y no como debería de ser. Es decir, había que mantener el status quo. Para él, el hombre, tal como lo
conocemos, es un animal que no se deja “domesticar” (las comillas son mías) y
cuyo único objetivo en sociedad es satisfacer y saciar sus instintos, sin
considerar el bien o el mal que puedan ocasionar al prójimo.
Si bien es cierto, que la enajenación y alienación del hombre, como sujeto
social, están íntimamente ligadas a la división del trabajo y a la propiedad
privada de los medios de producción, hay que reconocer que esos estados
emocionales y/o psicológicos no
desaparecen automáticamente con la extinción de la división del trabajo y la
propiedad privada.
Reconociendo que resulta difícil estar en desacuerdo con Bernardo Mandeville
en muchos aspectos de sus postulados, no comparto con él su pensamiento escéptico y determinista, así como su fijación por el lujo y la sociedad de
mercado. Pienso que sí es posible educar el espíritu y la mente del hombre de manera
holística. La humanización del hombre es posible.
Bernardo Mandeville como muchos pensadores del pasado y del presente, fue
anti religioso y pensaba que la porción más inteligente y educada de la nación era
en todos los sitios del mundo la menos religiosa y, por otra parte, la gente
más ignorante de la sociedad era la más devota.
Ahora bien, si de lo que se trata en
la vida es de cambiar dialécticamente la
naturaleza animal que llevamos dentro, de manera tal, que nuestra relación con nosotros
mismos, nuestros semejantes y el hábitat
en que vivimos sea lo más humana-e inteligentemente posible, además de abolir la propiedad privada
de los medios de producción y la explotación del trabajo del hombre por el
hombre, entonces tendríamos que conocer mejor nuestra mente, nuestro espíritu,
nuestras capacidades y nuestras
limitaciones. Pienso que a lo mejor el camino que siguió Siddhartha Gautama,
más conocido como Buda, sea una
posibilidad para humanizar la humanidad.
Entendiendo el budismo, claro está, no como una religión, sino más bien como una
ciencia para el espíritu, tal cual lo afirma el Dalai Lama.
En este sentido y
rebatiendo a Bernardo Mandeville me pregunto: ¿Cómo sería el mundo con más
hijos de Buda y con menos hijos de puta?
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