¿Por un puñado de dólares?
“el poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”
José (Pepe) Mujica
En honor a la verdad, el nepotismo efeemelenista hecho público por Bukele
ni me duele ni me obliga a que me desvele, pues no sería la primera vez en la
historia que un pariente cercano o lejano de un político de pacotilla, que una vez sentado en la silla
presidencial , se propone resolver el problema existencial de su familia, repartiendo
puestos a destajo, sin importarle la anomalía y el relajo que dicha conducta causaría
en la membresía y en el pueblo en
general, puesto que el tasajo de ternera lo recibió a lo mejor una nuera, quien
ahora luce una pulsera de Cartier y un chacalele Rolex no por sus propios
méritos, si no por los lazos familiares. Por eso aplaudo que Bukele
revele y desmantele el cahuín[1]
salvatrucho que dejó la “joyita” de Cerén twitteando y tocando el ukulele.
Espero también que Bukele desmantele la trama de la ley de reconciliación y
que apele a la razón de los diputados, para que no tiren los dados sin medir
las consecuencias, es decir, que sean precisos artilleros, para que los
crímenes de soldados y guerrilleros no queden impunes.
Aunque este enredo huele a pedo, ojalá Bukele encarcele después de un legal
juicio a Mauricio y que a Joaquín le ponga un cachinflín jurídico en el maletín;
que a Jonás se le quiten las ganas de andar con jaranas y que por fin abra la
boca como ballena y que no se enroque más con lo de Roque y que revele cuál fue
su postura en la conjura.
Todavía está por verse sí a Bukele no le pasará lo mismo que a Chacumbele,
el famoso equilibrista cubano de los años treinta del siglo pasado que logró
por primera vez el triple salto sin red. Nayib está en la cuerda floja, pero
tiene, por si acaso perdiera el equilibrio, una red que lo protegerá del porrazo.
Mientras tanto, el director del circo “Don
Capital Oligárquico” observa atento, tanto a los espectadores como a sus artistas.
Siempre he sostenido que la política no es negocio ni oficio, sin embargo, la experiencia ha demostrado que
muchas veces, para alguno de los mandos guerrilleros de alto y mediano nivel fue
más fácil vencer
el miedo en la guerra, que el traqueteo de las ráfagas de dólares en la paz. Los “revolucionarios de profesión” de antaño,
hoy los vemos convertidos en “empresarios de profesión”.
Parafraseando al expresidente mexicano de los años veinte del siglo pasado,
general Álvaro Obregón, está claro que solo una parte de los comandantes
guerrilleros salvadoreños no resistieron los cañonazos de dólares. Aunque hubieran sido miles o millones, vendieron
su ética y moral revolucionaria por un puñado de monedas.
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