Poorest Trump
En el mundo fantástico del director de cine norteamericano Robert Lee
Zemeckis, Forrest Gump, interpretado magistralmente por Tom Hanks, representa
las características o virtudes humanas a través de las cuales se puede
catalogar a una persona de buen corazón. Es decir, Forrest es la bonhomía por
antonomasia, así, como Hollywood es la máxima expresión del séptimo arte.
Forrest Gump se nos presenta como un hombre bondadoso, empático, sincero,
humilde, leal, noble, generoso e inocente como un niño. Imaginemos solo por un
instante que a los señores Zemeckis y Spielberg se les ocurriera filmar la vida
del 45avo presidente de los Estados Unidos, es decir, contarle al público la
cruda biografía del ciudadano Trump: Poorest Trump, cuya versión
española llevaría por nombre: El paupérrimo señor Trump.
El Hollyworld de Hollywood es un espacio cerrado y limitado, en el que,
aunque multicolor, impera la ley del mercado y la del pensamiento dicotómico polarizado.
Es decir, blanco o negro, malo o bueno, todo o nada, se gana o se pierde. Esta
cosmovisión, mercantil y oportunista, no permite entender la dialéctica de la
vida ni de las múltiples cosas que suceden en el accionar del hombre en la sociedad.
Sí bien es cierto, que las generalizaciones y estigmatizaciones puedan tener
una función orientadora por su simpleza explicativa, en la inmensa mayoría de
los casos, no sirven para analizar, profundizar, entender y comprender la
complejidad de los fenómenos de manera holística, sobre todo, los
político-ideológicos y económicos; así como el comportamiento y actuación de
los sujetos interactuando.
Es decir, que la información escrita, verbal o audiovisual que propagan
todos los medios de comunicación, tanto los clásicos como los modernos, es materia
prima que siempre tiene que pasar los cedazos del cerebro de cada uno. Dependiendo
de los tipos de filtros utilizados en el enfoque y análisis, así será el producto
final. No obstante, la criba informativa no es un proceso fácil y automático, pues,
separar la paja del trigo es un trabajo tan arduo e intensivo, como lo es la
cosecha del trigo de verdad, el Triticum. No todo aquel que estila
sombrero de paja luce un Jipijapa, pues con la paja barata de Panamá no se teje
un elegante y fino sombrero Borsalino.
No dudo que para muchas personas, Trump no sea el pobre diablo, que
algunos suponemos o aseguramos que es. Personas que lo han tratado personalmente
de manera profesional o privada, como su exabogado Michael Cohen o su sobrina
Mary Trump, confirman estas suposiciones. Lo interesante es que no han sido
pocos los que se dejaron seducir en estos años con el discurso populista, ultranacionalista,
demagógico, racista, xenófobo y cayeron como chimbolos (en náhuatl, Tsinpulo,
pequeño pez de rio) de aguas turbias en la atarraya del misógino magnate y playboy
norteamericano.
En mi opinión Donald Trump ha dado públicamente pruebas suficientes de su pobreza
emocional, intelectual y espiritual, algo que no puede compensar nadando en una
piscina llena de dinero, como la que tiene el tío Rico de Donald Duck en las
tiras cómicas. Ahora bien, quien solo en dinero nada, al final no tiene nada.
Nada de nada. Veríamos entonces en el largometraje a un hombre egocéntrico,
soberbio, ignorante, ambicioso, avaro, maleducado, caprichoso, incapaz de
aceptar críticas y falto de autocrítica, falaz, mentiroso, traicionero, vengativo,
machista, racista, xenófobo, despreocupado por los demás, amargado y déspota. En fin, consciente que me quedo corto con
esta retahíla de adjetivos calificativos, debo parar aquí, para no hacer de
este escrito una letanía moralista.
Hasta el año 2016 no me había percatado de la existencia del ciudadano norteamericano
Donald Trump, debido tal vez, a que en esa época, para el “producto Trump” no
existía un mercado internacional. Y, si lo hubo, no me enteré. Pienso que, si
hubiera sido un lector de la revista dizque erótica y 100% machista Playboy,
publicada por el finado Hugh Hefner, a lo mejor hubiera conocido al playboy
Trump. Como sea, no creo haberme perdido mucho.
Aunque entiendo y comprendo que haya mucha gente, de color blanco leche (los
gringos cheles ), que creyó en
él, me es difícil aceptar el hecho de que haya
también muchos latinoamericanos dentro de la manada de corderos, cabros y
cabrones que bailan al compás del gran becerro de oropel y que siguen sosteniendo
que él es el elegido paladín de la
democracia occidental, que es él el adalid de las masas populares, el ansiado y
esperado Führer anglosajón, quien protegerá a las minorías blancas de la marabunta latinoamericana
y africana. En fin, como decía un viejito demente en el barrio Santa Anita,
mientras se comía los mocos: “…en cuestión de gustos, no hay nada escrito…” A
pesar de su deterioro mental, el vetusto citadino tenía su razón y algunas
veces hasta zurrazón. En efecto, cada uno es libre de desear o de opinar lo que
quiera. Sobre gustos y colores-políticos- no hay nada escrito.
Mucho se ha escrito en el ultimo tiempo acerca de la naturaleza ideológica de
Donald Trump. Según algunos, se trata de una especie de político con características
fascistoides, proto fascistas o fascista en ciernes. Yo opino, que Trump
es otro apologeta más del fascismo en su expresión más pura y diáfana como en
su momento lo fue Adolf Hitler y Benito Mussolini. Esto no significa que esté comparado
uno a uno a estos personajes ni tampoco mezclando épocas y condiciones político-económicas
a nivel mundial. El fascismo, entendido éste como tendencia político-ideológica
y económica, dentro de la clase económica dominante (las burguesías y oligarquías
nacionales, el gran capital internacional financiero e industrial) es la
expresión más violenta y brutal del capitalismo a nivel planetario.
El “Trumpismo”, tal como lo define la prensa burguesa y conservadora
nacional e internacional parece ser un eufemismo para describir al fascismo norteamericano,
porque no tienen el coraje periodístico de nombrar al pan pan y al vino vino.
El fenómeno del fascismo gringo no es algo nuevo. El movimiento Tea Party de
Sarah Pelin y el magnate neoyorquino Donald Trump son los fieles continuadores de
la vieja extrema derecha en los Estados Unidos, que dicho sea de paso, anida en
los dos grandes partidos o plataformas presidenciales. Ya en los albores de la
segunda guerra mundial, durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt (demócrata),
surgió el Comité “America First” en las filas de los republicanos que
propugnaba por la no intervención estadounidense en la guerra contra la
Alemania fascista hitleriana e incluso abogaba por establecer una alianza político-militar
con el tercer Reich. El afamado escritor Philip Roth de refinada pluma describe
con perspicacia, ironía y buen humor esta parte de la historia contemporánea de
los Estados Unidos en su novela de ficción-histórica: La conjura contra América
(The Plot Against America).
Los líderes o Führers mueren biológica-o políticamente. Pero el fascismo,
la tendencia más primitiva, bárbara y salvaje dentro del capital, sigue en estado
latente, preparada para salir en defensa de los intereses clasistas estratégicos
cuando y donde sea necesario. El fascismo no envejece ni se muere, solo se
transforma. Primera ley de la ultraderecha radical.
… ¿Y la película? Pienso que después de todo lo dicho anteriormente, debería
quedar claro que, en la hipotética película de ficción Poorest Trump, la
señora Blue (afroamericana), la madre de “Bubba”, jamás hubiera recibido los
beneficios de la empresa camaronera, si Trump hubiera sido el dueño de
la compañía.
Espero que Trump con o sin impeachment, nunca más regrese a ocupar oficina pública alguna; pues sólo con lo último que hizo debería estar ya, descalificado para ello.
ResponderEliminarEso espero yo tambien, por el bien de todos...
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