XXVIII. Radio Farabundo Martí en San José Las Flores
– Te llegó esta carta – dijo Alejandro.
“... Compa Jorge: recibe un revolucionario y fraternal saludo. El motivo de
la presente es comunicarte que la radio necesita un corresponsal de guerra y
hemos pensado en que tú podrías colaborar con nosotros...Rom Epav!! Haroldo
– ¿Qué piensas de esto? – preguntó Jorge, mostrándole eI mensaje recibido.
– Me parece bien – dijo riéndose, como dando a entender que estaba
informado del asunto. Pero las tareas de la sección no hay que descuidarlas
advirtió Alejandro.
– Por supuesto – contesto Jorge. ¡Puta!, pero yo nunca he hecho eso.
– ¡No te preocupes hombre! Vos tenés fantasía suficiente como para trabajar
de reportero. ¡Ja, Ja, Ja!
Alejandro le tenía confianza, lo que Jorge interpretaba como un
reconocimiento a su trabajo. EI estilo de trabajo de Alejandro era distinto al
de muchos jefes militares con quienes había trabajado hasta el momento. Sabía
combinar la exigencia y disciplina con los estímulos emocionales. Había algunos
que solamente exigían rendimiento y disciplina partiendo de la mística
revolucionaria, olvidándose que el combatiente revolucionario no era una
máquina de recibir órdenes y contraórdenes, sino un ser humano con sus virtudes
y defectos, un ser que llora, que teme por su vida, que a veces necesita una
palmadita en la espalda, que busca el reconocimiento del trabajo productivo,
que siente y que ama.
Alejandro reunió a los miembros de la sección política y personal. Era
necesario planificar el trabajo a realizar durante el operativo militar en San
José Las Flores. Armando y Yesenia se encargarían de la propaganda política a
nivel de la población civil.
– Jorge – dijo Alejandro. Tu tarea será narrar los combates para la Radio
Farabundo Martí.
– Correcto – contestó.
– La grabadora tenés que buscarla en Las Huertas – señaló el jefe
guerrillero.
El pueblo de San José Las Flores se encontraba en la parte oriental del
departamento de Chalatenango, a trece kilómetros de la cabecera departamental.
Con la caída del puesto militar en Guarjila, el pueblo de San José Las Flores
había quedado completamente aislado de la ciudad de Chalatenango. El
abastecimiento logístico militar sólo era posible a través de los helicópteros
HUEY, ya que el enemigo, temiendo emboscadas guerrilleras en el tramo
Guarjila-Las Flores, evitaba el transporte terrestre.
Al atardecer, las unidades de vanguardia y las columnas guerrilleras se
formaron en la planicie que servía como campo de entrenamiento. Las unidades se
formaron en fila india de espaldas al cerro La Bola. Felipón, jefe táctico de
la operación, ordenó a las unidades colocarse en posición de firme.
– ¡Compañero Comandante Jesús! Le doy parte que las unidades de combate se
encuentran presentes y listas para recibir nuevas órdenes. ¡Felipe, jefe de
operación!
– ¡Parte recibido! ¡Ponga a descansar a la tropa!
Chuzón se dirigió vehemente a los guerrilleros explicando los objetivos de
la operación y su importancia político-militar. Mientras tanto, Jorge
fotografiaba a los combatientes con una Nikon. Los combatientes con los fusiles
en “descansen”, escuchaban atentos las palabras del jefe del Estado Mayor de
las Fuerzas Armadas Populares de Liberación.
– ¡Revolución o muerte! – gritó Jesús al final de su discurso.
– ¡EI Pueblo Armado Vencerá! – respondió a gritos la tropa, al tiempo que
alzaban los fusiles en señal de victoria.
El trayecto hacia Las Flores, de día y en condiciones normales, desde el
campamento guerrillero en La Laguna por la ruta del cerro La Bola se realizaba
en menos de una hora. La columna integrada por guerrilleras y guerrilleros no
pasaba de los setenta. Los pelotones comenzaron a desplazarse lentamente en
dirección a Las Flores. EI cielo estaba oscurecido por grandes nubes grises. La
llovizna presagiaba una fuerte tormenta. La lluvia era el peor enemigo de la
guerrilla, pues neutralizaba con su humedad la efectividad de las granadas
caseras, muy importantes en los asaltos nocturnos a las trincheras enemigas.
Desde el accidente con los explosivos, el mando guerrillero había abandonado la
espoleta de Lucas y optó por continuar con la ignición tradicional de las granadas
caseras. Cada combatiente recibía tres cigarrillos y una cajetilla de fósforos.
AI centro de la columna iba el mando táctico de la operación, las radistas,
Alejandro, Marito y Jorge. Felipón, preocupado por la tormenta que velozmente
se aproximaba, se encontraba algunas veces en la delantera, otras veces en la
retaguardia aligerando a la tropa. En algún lugar de la vereda pedregosa, los
zapadores enterraron un “cazabobos”. La información llegó rápido en cadena.
Para evitar cualquier accidente, la vanguardia dejó una señal en el lugar de la
trampa. EI último de la retaguardia quitaría la rama...
EI relampaguear iluminaba el cerro La Bola. Los nubarrones preñados de agua
se acercaron rápidamente. Comenzó a llover furiosamente. La columna avanzaba
centímetro a centímetro. La noche convertida en boca de lobo imposibilitaba la
marcha. Nadie sabía lo que pasaba en la vanguardia. Por momentos la
columna se rompía en varios segmentos. Jorge se quejaba a cada instante por el
intenso dolor en los pies, ya que las botas panameñas le quedaban estrechas y
le presionaban los callos.
Eran las once de la noche y la vanguardia aún no había llegado a los
alrededores del pueblo. Felipón suponía que las unidades encargadas del sector
oriental y suroriental ya se encontraban apostadas.
Felipón entraría con sus unidades por la parte noroccidental de Las Flores.
Las seis postas externas que conformaban la defensa circular enemiga serían
atacadas simultáneamente a las tres de la mañana, según lo planificado por la
Comandancia guerrillera. EI reloj automático suizo de Jorge marcó las dos de la
mañana y las unidades del sector noroccidental aún se encontraban en la fase de
acercamiento al objetivo militar. Felipón comenzó a ponerse nervioso y junto
con él, todos los que conformaban el mando táctico-operativo. A las tres de la
mañana, la columna entró por fin en el radio de acción enemigo. Las escuadras
se ubicaron en sus respectivos sectores de fuego. Un grupo de ocho guerrilleros
acompañó a Felipón en la oscuridad, quien buscaba un lugar apropiado para
ubicar el puesto de mando. Se colocaron junto a un cerco de piedra. Jorge
sentado junto a Felipón preparó la grabadora Sony para el momento en que
comenzara el combate.
Alejandro, Marito y las radistas se habían quedado fuera de la línea de
combate.
La tormenta había menguado y ya hacía tres horas que no llovía. EI frío
intenso provocó un incontrolado movimiento de los músculos de las extremidades inferiores
del cuerpo. Jorge repasaba en silencio las palabras iniciales del reportaje de
guerra temblando por el frío y por la tensión.
– ¡Pummmmmmmm! ¡Pummmmmmm! Se escuchó el sonido seco y grave del RPG-2.
– "... esta es Radio Farabundo Martí transmitiendo en directo desde
las trincheras libertarias para todos los oyentes en el territorio salvadoreño…
Este día a las cuatro y media de la madrugada, nuestras unidades guerrilleras
atacaron el puesto militar de San José Las Flores, en el departamento de
Chalatenango. Nos encontramos aproximadamente a diez metros del lugar donde una
escuadra guerrillera entabla combate con la Guardia Nacional…”
EI cielo se iluminaba con las llamaradas de las cargas explosivas. La posta
atacada quedaba al descubierto cada vez que los guerrilleros lanzaban las
granadas industriales. Jorge continuaba narrando y grabando el ruido mortal de
los fusiles. Amaneció y el enemigo aún mantenía sus posiciones periféricas. De
pronto se escuchó el grito de: ¡Farabundo! ¡Farabundo!
Era la voz de Tino, el de las FES, anunciando que una trinchera había sido
tomada por asalto. Tino formaba parte ahora de las unidades de vanguardia y
tenía bajo su mando una escuadra del destacamento dos. A él le tocó dirigir los
combates en el sector suroriental. Fue el único que logró penetrar hasta el
centro del pueblo.
Felipón preocupado por el desarrollo de los combates, se comunicó con el
mando estratégico informando la situación operativa. Las posibilidades de éxito
se reducían minuto a minuto. La comandancia dio la señal de “banano”, que
significaba retirada. Felipón comunicó la orden a los jefes de escuadra. En
cosa de minutos perdió el control de ellas y el pánico cundió en la tropa. Los
guerrilleros comenzaron a abandonar sus posiciones y a retirarse en desorden.
EI mando táctico aún se encontraba dentro del sector de fuego del enemigo. Jorge
había dejado de grabar para la radio. EI bautizo como reportero de guerra tuvo
un sabor a derrota. Para Jorge fue la primera acción guerrillera fallida en la
que participaba, pero no sería la última.
Felipón envió un mensaje a Marito ordenándole retirarse del lugar. Marito
abandonó en un santiamén los alrededores de Las Flores y emprendió velozmente y
apurado el regreso a La Laguna. Una escuadra guerrillera abandonó en franca
retirada la elevación que le correspondía cubrir. Felipón ordenó a gritos que
volvieran a ocupar sus puestos. De no haber sido por las órdenes de Felipón,
los Guardias enterados del desorden guerrillero hubieran ocupado esa posición,
imposibilitando posteriormente, la retirada del mando táctico.
– ¡Guerrilleros culeros! ¡No huyan cabrones! ¡Aquí se toparon con la
Guardia Nacional, hijos de puta!
La “HK 21” disparaba tartamuda rociando de balas las elevaciones.
– ¡Jorge! – gritó Felipón. Andáte adelante y me esperás.
Jorge avanzó en encorvado. La Guardia Nacional había tomado posición de las
alturas. Una escuadra del pelotón tres, destacamento uno, cubrió la retirada de
Jorge. Los fusiles G 3 de los guardias disparaban en dirección a Jorge.
Rápidamente llegó hasta donde estaba Alejandro.
– ¿Cómo estás? – preguntó Alejandro.
– Bien – respondió Jorge, cubriéndose la espalda tras un paredón y con la
vista clavada en las elevaciones.
Miró por primera vez sus botas y se dio cuenta que estaban completamente
hechas pedazos. Los pies le ardían y el golpe en la rodilla se le había
hinchado. Observó el apagallamas del M 16 y se percató que estaba lleno de
lodo. De inmediato tomó un palito y comenzó a limpiar la boca del fusil. A los
pocos minutos llegó Felipón y ordenó retirarse en dirección a La Laguna Seca.
Afortunadamente logró controlar a tiempo a las escuadras, de lo contrario la
Guardia Nacional hubiera ocasionado muchas bajas. En el ataque a San José Las
Flores cayó Amílcar al intentar tomar por asalto una trinchera. Él fue la única
baja en las filas guerrilleras.
El traspié en San José Las Flores tuvo triple connotación. Por una parte,
la muerte de Amílcar, el desgaste de la fuerza y la reafirmación de la supuesta
“valentía” de la Guardia Nacional.
EI fracaso guerrillero se debió fundamentalmente a los factores climáticos.
La fuerte lluvia imposibilitó que las unidades ocuparan sus posiciones a su
debido tiempo. Se perdió el factor sorpresa en el ataque. La Comandancia no
previó la tormenta. EI elemento caótico de la guerra echó al traste la
operación guerrillera.
La neutralización de la “invencibilidad” de la Guardia Nacional se
convirtió en una tarea de primer orden en la sección política.
Alejandro encomendó a Jorge y a René, recién incorporado a la sección, la
misión de hacer trabajo político en las unidades de vanguardia. Así fue como
Jorge y René asumieron tácitamente las funciones de “encargados políticos”.
Jorge comunicaba con la tropa utilizando un lenguaje sencillo y directo,
evitando caer en ditirambos ideológicos. Sabía por experiencia que los
“políticos” no eran bien vistos en la tropa. Los combatientes tenían el
concepto que “hacer política” significaba hablar bastante y bonito, pero en
resumidas cuentas pensaban que los “políticos” no tenían los huevos para estar
en primera fila. En el fondo esta situación reflejaba la falta de orientación
político-ideológica del partido dentro de las FAPL.
La primera tarea que se realizó fue la elaboración del material
político-ideológico. Jorge y René se encargaron de realizar ese trabajo. Una
nueva línea política comenzó a introducirse en la tropa: Buen trato a los
prisioneros de guerra, el respeto a los bienes materiales de la población
civil, evitar el saqueo y robo indiscriminado, el reparto arbitrario del
material requisado al enemigo y sobre todo el fortalecimiento de la unidad
revolucionaria.
René se encargó del trabajo político del destacamento dos y Jorge del uno.
Después del ataque a San José Las Flores el enemigo respondió con intensos
bombardeos al campamento guerrillero en La Laguna. El enemigo comenzó
sistemáticamente en los días subsiguientes, a partir de las cinco de la mañana,
a dejar caer una lluvia de morteros y obuses 105 mm. La mayoría de los misiles
caían muy lejos del campamento. Sin embargo, con la práctica y a lo mejor con
la ayuda de un equipo “corrector de tiro” del ejército hondureño, la puntería
de los artilleros del cuartel la Sierpes fue mejorando, hasta tal grado que una
mañana las granadas comenzaron a impactar en diferentes lugares de La Laguna.
El fogonazo azul seguido de la explosión despertó violentamente a medio
mundo. Alejandro iluminó el cuarto con su Ever-Ready. Jorge con el susto se
cayó de la hamaca. “Chuzmil” yacía en el suelo cubriéndose el cuerpo
semidesnudo y peludo con una colcha blanca. Parecía un prefecto romano a gatas
después de un bacanal. Alejandro concluyó que era demasiado peligroso continuar
viviendo en la casa, cuando los proyectiles comenzaron a caer en el patio de la
casa.
EI ruido del avión comercial ya no asustaba a nadie en la montaña. “…Es el
de las nueve”, comentaba la gente, viendo la estela de humo blanco que dejaba
la nave en su ruta al aeropuerto internacional de Toncontín en Honduras. Justo
a las diez de la mañana apareció el de las “diez” cargado de bombas destinadas
al campamento de La Laguna. Al escuchar el ruido característico de las turbinas
a propulsión del A-37, Maritza tomó a Maribel en brazos y presa de pánico,
salió corriendo a esconderse en un tatú. EI avión dejó caer varias bombas con
tan buena puntería que todas ellas hicieron impacto en los lugares donde se
encontraba una parte de la tropa. EI servicio de inteligencia de enemigo
continuaba operando eficazmente. Más tarde se supo que era un campesino que
vivía cerca de Guarjila quien informaba al enemigo con lujo de detalles sobre
las posiciones guerrilleras. Todos creían que el anciano estaba loco, hasta que
un prisionero de guerra informó que lo había visto varias veces en el cuartel
de Chalate. El anciano andaba con toda libertad para arriba y para abajo por el
campamento de La Laguna sin despertar sospecha alguna.
Maritza no salió del escondite hasta bien entrada la tarde. Los grandes
ojos negros de Maribel expresaban el desnudo terror a los ataques aéreos. Las
bombas mataban a unos pocos, la mayoría de las veces todos salían ilesos de los
bombardeos, pero las huellas sicológicas quedaban grabada en las mentes, sin
distinción de sexo, edad o rango. De los horrores de la guerra nadie puede
pretender salir ileso.
Jorge había conseguido jabón para lavar ropa, cosa que en aquellos días era
más que un lujo y hubo que aprovechar la oportunidad. En el camino se encontró
a Florencia y Myrna, la radista “novia” del “Tunco” William. Los tres se
dirigieron rumbo al río.
– Myrna, si quieres me baño yo primero – dijo Jorge. A mi gusta bañarme
desnudo...
– Vaya pues – contestó Myrna, sentándose a esperar encima de una piedra
fuera del ángulo visual de Jorge. La pequeña Florencia hizo lo mismo.
El chorro de agua que caía de las rocas no permitía escuchar los ruidos a
su alrededor. De repente vio a Myrna y a Florencia correr en dirección hacia
él. Sin comprender lo que pasaba, se tapó instintivamente los genitales con el
huacal que tenía en sus manos. EI avión cuatrimotor de la fuerza aérea
salvadoreña voló tan bajo que su inmensa panza plateada por poco rozó las
puntas de los pinos de los cerros. Como un toro alado, el avión se metió en
territorio guerrillero en el espacio formado entre el cerro La Bola y el cerro
“May Pay”[1] , donde habitualmente se
hacían ejercicios de preparación física.
Jorge esperó la detonación de las bombas, pero el pesado avión siguió de
largo hasta perderse en territorio hondureño.
“…la Myrna se tapó los ojos con las manos, pero abrió tanto los dedos que
me vio todito el cuerpo – dijo Jorge bromeando…”
– ¡No le crea, compa Alejandro! – protestó enérgicamente Florencia,
sintiéndose ofendida por las mentiras de Jorge.
Florencia por su edad no podía entender que Jorge solamente estaba
bromeando con Alejandro.
El enemigo, a pesar de su “triunfo”, abandonó las posiciones en San José
Las Flores, temiendo un nuevo ataque guerrillero. A esas alturas de desarrollo
de la guerra, en condiciones normales, la posición militar ocupada por la
Guardia Nacional era insostenible. La gran mayoría de la población civil del
lugar decidió emigrar rumbo a la cabecera departamental, abandonando sus
propiedades y pertenencias. La propaganda ideológica enemiga contrainsurgente,
sumada a las amenazas de los oficiales del cuartel de Chalatenango había
calado en la conciencia de la población. Enormes silos de maíz quedaron en
poder de la guerrilla. En pocos días San José Las Flores se convirtió en un
pueblo fantasma. Para el enemigo ya no tenía importancia estratégica mantener
posiciones y avanzadas militares en territorio controlado por la guerrilla.
De acuerdo a las leyes de la guerra el enemigo comenzó a concentrar sus
fuerzas alrededor de los grandes centros productivos, las ciudades y los
pueblos más importantes, perdiendo lógicamente el control de gran parte del
territorio departamental. Por su parte la guerrilla desplazó su fuerza a fin de
mantener el control sobre el terreno. A pesar de todo, el “control de
territorio” seguía siendo un concepto relativo y demasiado elástico, debido a
que el enemigo aún tenía la capacidad táctico-operativa de penetrar, al menos
por tiempo limitado, en el “territorio controlado” por los guerrilleros. A
pesar de encontrarse en una fase de transición de ofensiva estratégica a
defensiva estratégica, el ejército salvadoreño en Chalatenango aún mantenía las
posiciones de EI Jícaro y Las Vueltas. Tanto la avanzada de El Jícaro como el
puesto militar en Las Vueltas tenían carácter estratégico para el enemigo. La
pérdida de esas posiciones debilitaría sensiblemente el flanco norte del
ejército salvadoreño encuartelado en Chalatenango.
Jorge había dibujado meses atrás un croquis de las posiciones de la
avanzada militar del Jícaro. EI enemigo contaba en ese lugar con un sistema
doble de seguridad que consistía en dos anillos defensivos cuyo epicentro se
encontraba en la iglesia de aquel destruido caserío.
Todas las elevaciones adyacentes se encontraban ocupadas por las fuerzas
enemigas. Más de ciento cincuenta soldados defendían esa posición.
Mientras que el caserío Las Vueltas estaba protegido por veintidós guardias
nacionales y una patrulla de ORDEN compuesta de más de treinta campesinos. Enclavada
en las faldas de La Montaña, Las Vueltas era la espina enterrada en el corazón
guerrillero. EI recuerdo de la ofensiva de enero de 1981 aún provocaba escozor
en el orgullo de las fuerzas revolucionarias. La misión de ocupar Las Vueltas
le correspondió en esos días a Felipito, quien al mando de una columna de
guerrilleros inexpertos y mal armados, trató en vano de doblegar la resistencia
de la Guardia Nacional.
Lencho le comentó un día a Jorge que desde el interior de las casas los
cipotes mocosos gritaban: “…guerrilleros culeros…””…hijos de puta…”
En enero de 1981 los revolucionarios salvadoreños intentaron tomarse el
poder. EI plan guerrillero comenzó con el ataque al cuartel de Santa Ana el 10
de enero. Después de horas de combate y contando con el apoyo de algunos
oficiales leales a la causa del pueblo, los guerrilleros lograron entrar en las
instalaciones militares y controlaron algunos sectores de la ciudad.
Seis días más tarde, las fuerzas guerrilleras concentradas en el frente
norte Apolinario Serrano atacaron el cuartel de Chalatenango, San Antonio Los
Ranchos y Las Vueltas.
Los factores políticos externos que contribuyeron al aceleramiento del
proceso revolucionario salvadoreño fueron probablemente, el triunfo sorpresivo
de la revolución sandinista en julio de 1979 y el triunfo de los republicanos
en los Estados Unidos. La campaña electoral de los republicanos se caracterizó
por el anticomunismo patológico del candidato Ronald Reagan, que hizo recordar
la época del senador norteamericano McCarthy en plena guerra fría. En
reiteradas ocasiones anunció que no permitiría una “nueva Nicaragua”. La
ofensiva guerrillera salvadoreña de enero de 1981 no logró encender la llama de
la insurrección popular y el resquebrajamiento del ejército salvadoreño. Sin
embargo, la ofensiva guerrillera salvadoreña sirvió, desde el punto de vista
geo-político y militar, para confrontar a la futura administración
norteamericana con un nuevo teatro de operaciones en Centroamérica.
Basándose en la teoría del dominó sostenida por el presidente
norteamericano Eisenhower en la década de los años cincuenta, los
norteamericanos influenciados por el síndrome de Viet Nam, temieron la
regionalización del conflicto centroamericano. La derrota sufrida en Viet Nam
todavía rebotaba en las paredes del Pentágono y Centroamérica estaba situada,
en el caso de una posible regionalización del conflicto bélico, a la vuelta de
la esquina. El miedo atávico al comunismo del gobierno de los Estados Unidos,
estuviera de presidente un demócrata o un republicano, era la columna vertebral
de la política internacional del departamento de Estado en Centroamérica y la
Cuenca del Caribe.
A pesar que el movimiento revolucionario salvadoreño no contó ni con el
factor sorpresa ni con las condiciones logísticas ni con la experiencia de
combate para esas lides, el ejército salvadoreño demostró su incapacidad e
inexperiencia en asuntos militares. El ejército salvadoreño no estaba preparado
para desarrollar la estrategia político-militar de contrainsurgencia. En este
sentido, todos los esfuerzos del gobierno norteamericano se concentraron en
fortalecer al ejército salvadoreño y dotarlo de los instrumentos
táctico-operativos para la lucha antiguerrillera.
A partir de la “ofensiva final” de enero de 1981, el movimiento
revolucionario pasó lentamente de una situación de ofensiva estratégica
político-social a una situación de defensa estratégica político-militar. La
consigna del Frente Farabundo Martí para ese entonces fue de resistir, desarrollarse
y avanzar. Es decir, una estrategia esencialmente militar. Paulatinamente se
fue produciendo una “militarización” de la revolución salvadoreña. La
incorporación de los mejores cuadros político-militares de las FPL-FM a las
estructuras militares y el “reclutamiento necesario y masivo” de la juventud
campesina y el estudiantado, fueron la consecuencia natural y lógica a las
nuevas exigencias de la lucha de clases. La conducción de la guerra
revolucionaria exigió la preparación y reposición de jefes militares y
combatientes. La necesidad urgente de desarrollar las fuerzas militares
revolucionarias en todos los frentes de guerra contribuyó al debilitamiento de
las organizaciones populares. La lucha de clases salvadoreña se transformó con
la ofensiva de enero de 1981 en “guerra abierta de clases”, es decir en una
guerra popular revolucionaria. La dinámica de la guerra contribuyó al abandono
de la lucha político-social por parte de las fuerzas revolucionarias, quienes
concentraron sus mejores cuadros en los frentes de guerra. Durante el año de
1981 se resistió con valentía, creatividad y decisión la contraofensiva
enemiga, se fortalecieron las estructuras militares de dirección y las unidades
de combate aprendieron rápidamente las leyes de la guerra irregular.
Habían transcurridos varios meses desde la ofensiva final del 81 y la
guerrilla estaba cambiado el curso de la guerra en forma acelerada y
determinante. La consigna que reinaba en todos los frentes era de aniquilar,
requisar y vencer.
EI enemigo sabía que de caer el Jícaro en manos de la guerrilla, desde el
punto de vista militar, no tenía sentido seguir manteniendo la posición en Las
Vueltas. Además era lógico pensar que el departamento quedaría dividido en dos
partes: una guerrillera y la otra gubernamental.
Por lo tanto, la Comandancia General de las FAPL definió El Jícaro y Las
Vueltas como objetivos militares en el marco de una ofensiva a nivel nacional.
La concentración de fuerza guerrilleras para dicho operativo se había
realizado en las semanas anteriores. Todo presagiaba que la revolución estaba
en la antesala de sucesos trascendentales. La guerra popular salvadoreña
entraba a la etapa de contra ofensiva estratégica.
Más de dieciochos meses habían transcurridos desde la ofensiva de enero de
1981 y el enemigo había demostrado su incapacidad de diezmar las fuerzas
guerrilleras, a pesar de los intensos operativos estratégicos de gran
envergadura.
Los preparativos político-militares indispensables para el buen desarrollo
de las acciones militares se encontraban en su fase final.
Unos días antes de la hora cero, Jorge interrogó a una pobladora de Las
Vueltas a fin de constatar la información que se tenía.
EI ataque se planificó para el 9 de octubre, pero tuvo que postergarse 24
horas en espera de más refuerzos. EI golpe principal se llevaría a cabo en El
Jícaro.
XXIX. Vivan los héroes y
mártires de octubre
EI campamento de La Laguna Seca estaba repleto de gente uniformada. De
todos los rincones del país habían llegado nuevos combatientes a engrosar las
filas del ejército popular. No había tiempo para detenerse a conversar con los
viejos conocidos. Todas las secciones se encontraban atareadas con sus
obligaciones.
EI viento fresco de octubre mecía las ramas de los pinos en el Talzate. EI
cielo azul, desnudo de nubes, se partía en franjas detrás de los árboles
mientras el sol navegaba orgulloso en el inmenso océano cósmico, atravesando
con sus rayos las tranquilas aguas del Sumpul. La calle blanca y polvorienta
del caserío La Laguna, hormigueaba de guerrilleros.
La cuenta regresiva había comenzado. Las horas se acercaban sedientas de
combate, seguidas por el eco de los atabales que llamaban a entrar a degüello
en El Jícaro y Las Vueltas.
Lencho comenzó a repartir la ración operativa a los combatientes
consistente en una bolsa de harina mezclada con azúcar, cinco cigarrillos y un
pedazo de dulce de panela. El temor consciente o inconsciente de morir en
combate y no poder disfrutar de los alimentos incitaba a la mayoría de los
guerrilleros a consumir de un tirón su ración. Solamente guardaban para el
combate los fósforos y un par de cigarrillos.
El “zarco” Samuel fue designado por la Comandancia para dirigir el ataque
en Las Vueltas, mientras que Lencho, jefe de la columna que participaría
directamente en la acción, sería segundo al mando.
Muchas cosas incomprensibles para el común de los guerrilleros ocurrían en
el frente. Tal era el caso de los nombramientos de los jefes operativos[2].
Lencho no se mordía la lengua y criticaba abiertamente las debilidades del
“partido” en el frente, exponiéndose a sanciones partidarias. Pero lejos de
enfadarse, Lencho tomaba tranquilamente el castigo de los jefes superiores.
– ¡Puta qué feo te ves! – comentó Lencho dirigiéndose a Jorge. Parecés el
diablo. Miráte en el espejo.
Con la cara pintada de negro, Jorge se veía realmente muy divertido. Todos
los guerrilleros se tiznaron los rostros como en las películas de guerra.
– ¿Cómo está, compa Jorge? –preguntó Abel.
– Tranquilo. ¿Y tú?
– Yo estoy como siempre – respondió Abel, ordenando su mochila.
– Muéstrame eso que tienes allí – señaló Jorge, percatándose que se trataba
de un crucifijo.
– No es nada importante compa – respondió nervioso.
– ¡Enséñamelo! – insistió Jorge.
Abel mostró el Cristo crucificado sin ocultar su disgusto.
– ¿Y por qué lo escondes? – interrogó Jorge. No tienes que avergonzarte de
tus creencias...
– Como ahora ya somos comunistas – dijo. A mí me da pena[3]que los compas piensen que
no soy comunista.
– ¿Quién te ha dicho esas cosas?
– ¡Y no dicen que los comunistas no creen en Dios pues! – exclamó Abel.
– Es mejor ser un buen cristiano que un falso comunista – manifestó Jorge.
Abel se quedó pensativo al tiempo que se colocaba el crucifijo de metal al
cuello.
– Esta vez no te pongas la cadena – intervino Jorge. EI metal brilla en la
noche y aunque tengas fe en Cristo, ¡las balas matan!
– Gracias, compa...
– ¡...Destacamento a formarrr...! – gritó Lencho desde el patio de la
casa-cuartel.
Todos los guerrilleros se apresuraron a integrar sus respectivos pelotones y escuadras.
Samuel dio las últimas instrucciones a la tropa. Las unidades se dividieron en
dos grupos: el sector de fuego sur-occidental y nor-occidental. La columna comandada
por Samuel se acercaría al objetivo por la parte nororiental de Las Vueltas.
EI ataque simultáneo a los dos puestos militares estaba programado para la
una de la mañana. La Comandancia había previsto la posibilidad de prolongación
de los combates en EI Jícaro, por lo tanto, era de suma importancia aprovechar
al máximo las horas de oscuridad.
A las ocho de la noche las unidades al mando de Samuel se encontraban en
los alrededores de Las Vueltas. Comenzó a llover a mares. Los relámpagos iluminaban
las casas blancas del caserío. La vereda donde se encontraban los guerrilleros
esperando la hora de tomar sus posiciones de combate, se había convertido en un
riachuelo lleno de piedras, ramas y lodo. El “zarco” Samuel y Jorge se
protegieron de las inclemencias del tiempo arropándose con un plástico.
La hora cero se acercaba con pasos de pantera. La lluvia cesó de caer. Los
uniformes mojados se aferraban a la piel de gallina de los entumidos
guerrilleros. Samuel miró su reloj de pulsera. Las agujas verdes le indicaron
que faltaban sesenta minutos para iniciarse el combate. Lentamente las
escuadras se fueron desplazando por la lodosa ladera. La ametralladora liviana
Browning fue emplazada a pocos metros de donde se encontraban Samuel, Jorge,
Danielito, el mensajero de Samuel y el radista operativo.
– ¿Qué hora es? – preguntó Jorge.
– Diez para la una – respondió Samuel.
Jorge comprobó el estado de las baterías de la grabadora. Todo estaba
preparado. Los fusiles se encontraban apuntando al lugar donde se ocultaba la
Guardia Nacional, ignorante de la ofensiva guerrillera.
EI sonido de la montañona bajaba arrastrándose por los barrancos,
ocultándose en la noche.
La explosión de la carga acumulativa rompió el silencio. Era la una y cinco
minutos. EI combate en EI Jícaro había comenzado. La ametralladora Browning
abrió su boca y un chorro de lava ardiente brotó violento...
“…esta es Radio Farabundo Martí, desde las trincheras libertarias,
informando al pueblo salvadoreño los últimos avances de la guerra popular de liberación.
Es exactamente la una y cinco del día diez de octubre de 1982. Unidades del
FMLN han atacado simultáneamente los puestos militares de EI Jícaro y Las
Vueltas en el norteño departamento de Chalatenango. Esta acción forma parte de
una ofensiva general ordenada por la Comandancia General, denominada “…Vivan
los héroes y mártires de octubre...”
La ametralladora acallaba la voz de Jorge.
“…les habla Jorge López, corresponsal de guerra. Nos encontramos a veinte
metros de distancia donde se encuentra una casamata de la Guardia Nacional. EI
fuego nutrido de los fusiles y la ametralladora cae como lluvia sobre el punto
de resistencia enemigo...”
– Hey, Samuel – gritó Jorge. ¿Puedo tirar mis vergazos?
– Sí. Pero sólo cuando yo te diga – respondió a gritos Samuel. ¡Ahora!,
exclamó Samuel, al tiempo que disparaba con su fusil.
Jorge colocó el M16 sobre el muro de tierra y disparó en dirección a la
casamata.
Las trazadoras disparadas por los guardias pasaban silbando por los aires.
– Alto al fuego – gritó Samuel.
La casamata había sido tomada por los guerrilleros.
“…atención, atención, pueblo salvadoreño, después de fuertes combates las
columnas guerrilleras han tomado por asalto la trinchera norte del caserío Las
Vueltas...”
Jorge pasó por encima del cuerpo inerte de un guerrillero que yacía junto a
la trinchera de piedra. EI puesto de vigilancia era toda una fortaleza. Había
tres casamatas comunicadas entre sí por un sistema de trincheras.
“…nos encontramos en estos momentos ocupando una de las trincheras. Junto a
nosotros está el compañero Samuel, jefe militar de esta operación:
....compañero Samuel, ¿podría explicarnos brevemente la situación operativa en
estos momentos?
– EI enemigo ha abandonado dos posiciones, concentrando una parte de su
fuerza en la iglesia del pueblo. Aún no tenemos información de lo que está
ocurriendo en el sector sur y suroriental.
– ¿Considera usted que en esta oportunidad las unidades guerrilleras
lograrán el control sobre Las Vueltas?
– Por supuesto. Esta vez estamos mejor preparados y contamos con mejores
medios de guerra....
La entrevista fue interrumpida por un guerrillero que llegó a informar que
tres guardias se habían apostado en una casa impidiendo la comunicación con el
sector de Lencho.
– ¿Dónde está el RPG-2? – preguntó Samuel.
– Lo tenemos nosotros – respondió el jefe de escuadra. Pero sólo nos queda
una papaya
– No importa. Tírenla –ordenó Samuel.
EI disparo pasó rozando el techo de la casa. EI enemigo continuó ocupando
sus posiciones. EI jefe de escuadra volvió al puesto de mando.
– ¡Allí siguen los hijos de puta! –blasfemó.
– ¿Ya probaste con los candiles? – preguntó Samuel.
– Los cabrones no dejan acercarse a nadie – respondió el jefe de escuadra.
– Mirá. Que los compas del sector occidental concentren fuego sobre la casa
mientras ustedes se acercan.
– Voy a probar – dijo y se marchó rápidamente.
EI sonido seco de dos candiles que estallaron en el corredor de la casa
provocaron la huida de los guardias.
"... en estos precisos momentos, unidades del FMLN han ocupado el
sector noroccidental de Las Vueltas. EI enemigo se ha concentrado en la
comandancia y en la iglesia. AI parecer ha reunido a la población civil en la
iglesia para evitar que nuestras fuerzas tomen por asalto los últimos
reductos... Radio Farabundo Martí seguirá informando el desarrollo de las
acciones desde las trincheras de la libertad…”
Amaneció y los combates continuaban. EI cansancio y el desvelo se hacían
sentir. Gladys se había quedado dormida en su puesto de observación. La
situación operativa se dificultó por el hecho que los guardias mantenían a la
población civil como rehenes en el interior de la iglesia.[4]
Lencho les gritaba que se rindieran y que no tenían que temer por sus
vidas. EI enemigo guardaba silencio. Minutos más tarde llegó Lencho al puesto
de mando.
– Cinco guardias están aún en la comandancia, el resto está en la iglesia –
informó Lencho.
– ¿Y si les disparamos con el noventa? – preguntó Samuel.
– Con probar nada perdemos – respondió Lencho.
– ¡Walter! Veni – exclamó Samuel. Hay que sacarlos de la comandancia.
Walter salió de la trinchera y comenzó a reptar por la hierba. No había
avanzado diez metros cuando una lluvia de balas comenzó a caer en los
alrededores. Le disparaban desde la iglesia. EI terreno plano y cubierto de
pasto formaba una especie de anfiteatro cuyo escenario lo conformaban el templo
y la comandancia. Walter pegó su cuerpo a la tierra y se quedó tranquilo,
viendo como los proyectiles arrancaban pedazos de pasto. Abajo en el pueblo,
los compas comenzaron a dispararles a los guardias. Walter aprovechó el momento
para retroceder y meterse nuevamente en la trinchera. Llegó más pálido que una
vela.
– Esos hijos de puta están bien apostados –gruñó Samuel.
EI cadáver del guerrillero junto a la trinchera se había llenado entre
tanto de moscas y hormigas. Matías, jefe de escuadra, había caído en combate
cuando intentó tomar por asalto la trinchera enemiga. EI operador de la
ametralladora Browning había muerto también y dos guerrilleros se encontraban
gravemente heridos.
Un Fouga Magister de fabricación francesa sobrevoló el terreno.
– ¡Samuel! – gritó Jorge. Ordena que le disparen a la antena de la
comandancia. Esos hijos de puta le están informando nuestras posiciones al
piloto.
Samuel dio la orden. Los FALES abrieron fuego en ráfaga. Las bombas
comenzaron a caer en las elevaciones aledañas a Las Vueltas.
Mientras tanto, dos aviones A-37 bombardeaban las posiciones en El Jícaro.
"... en estos momentos un avión de la fuerza aérea bombardea y
ametralla indiscriminadamente la población de Las Vueltas... "
El Fouga Magister volaba en picado desde la montaña, dejando caer las
bombas de 500 libras. Jorge sacaba de vez en cuando la grabadora de la
trinchera para grabar el ruido de los aviones y el estrépito de las bombas,
mientras comentaba el bombardeo aéreo.
"...ni las bombas asesinas nos harán retroceder un milímetro de
terreno, nada detendrá ya la avalancha guerrillera, el amanecer victorioso está
cercano.... Les informó desde la primera línea de combate Jorge López,
corresponsal de guerra de Radio Farabundo Martí, desde Chalatenango, territorio
en combate..."
Jorge nunca supo sí el reportaje de guerra fue transmitido posteriormente
en la Radio Farabundo Martí.
De los combates en El Jícaro no se tenía ninguna información. EI bombardeo
había cesado. Los aviones caza regresaron a cargar sus panzas con TNT y llenar
sus alas con miles de proyectiles.
Eran las once y media de la mañana y el combate aún no se definía.
Alejandro había quedado de acuerdo con Jorge para reunirse al mediodía en La
Laguna.
Danielito, el mensajero de Samuel acompañó a Jorge hasta el lugar donde
esperaban Yesenia y Armando. Los aviones habían regresado de nuevo. Desde las
elevaciones del cerro El Picacho “Joaquín treinta” disparaba con la “punto
cincuenta”. Al parecer tenía dificultades con la ametralladora antiaérea ya que
disparaba tiro a tiro.
Jorge regresó al campamento de La Laguna.
– ¿Ya llegó el compa Alejandro? – preguntó a Maritza.
– Aún no – contestó Maritza, sin ocultar el miedo que sentía por el
bombardeo. ¿Sabe algo de mi compa? –preguntó preocupada.
– No tengo la menor idea – respondió al tiempo que se sentaba en la banca.
– ¿Quiere comer algo?
– Por favor– contestó Jorge, escuchando la grabación.
Le sirvió un plato de frijoles y dos tortillas.
– Mire Maritza. Si viene Alejandro, dígale que me fui al Jícaro.
– Está bien compa Jorge – contestó suavemente.
– ¡No se preocupe por los aviones! Están ocupados en otras cosas. Aquí no
van a bombardear – dijo Jorge, tratando de calmarla un poco.
Cerca de la iglesia Jorge se encontró con un miliciano que venía del
Jícaro.
– ¿Cómo está la cosa allá? – preguntó Jorge.
– ¡Eso está cabrón compa!
– ¿Dónde está instalado el puesto de mando?
– Cuando llegue a la primera casa se mete en el camino y derechito llega
donde están los comanches, explicó el miliciano.
– ¿Has visto al compa Alejandro? – preguntó Jorge.
– La última vez que lo vi, iba con el compa Julio y con el compa “Chuzmil”
en dirección al Jícaro.
– ¿No tiene un cigarrito, compa Jorge? – preguntó.
– ¡Puta! ¡Fíjate que se me acabaron!
– ¡No importa!
Jorge llegó hasta el puesto de mando estratégico. Allí se encontraban
reunidos todos los Comandantes.
– ¡Permiso para hablarle!
Jorge se cuadró ante Dimas.
– ¡Qué bien que ha venido! – exclamó el Comandante. ¿Cómo está la cosa en
Las Vueltas?
Jorge comenzó a informar acerca de los combates.
– Compa Dimas. ¿Tengo que regresar a Las Vueltas? –preguntó Jorge después
de rendir el parte.
– No. Quédese aquí. Tal vez lo necesite.
Más abajo del puesto de mando, bajo la sombra de una inmensa ceiba real, se
encontraban más de cuarenta prisioneros de guerra. Se había recuperado muchas
armas en lo que iba del combate. AI parecer el enemigo se había concentrado en
la media destruida iglesia del caserío. Mientras tanto, el enemigo trataba de
avanzar con refuerzos por el sector de la Montañita. En la calle que unía
Chiapas con Chalatenango se encontraba una emboscada de contención bajo el
mando de Netón. A lo lejos se escuchaban los estallidos de los morteros.
Probablemente el enemigo había comenzado a “ablandar” el terreno para permitir
el avance de sus tropas en esa dirección.
Posteriormente se supo que las granadas de los morteros cayeron en el lugar
de la emboscada. Netón se vio obligado a abandonar la posición y colocar la
emboscada en otro lugar.
EI informe del derribamiento de un helicóptero alegró el ambiente tenso y
serio que reinaba en el puesto de mando. EI helicóptero artillado cayó en La
Montañita, muriendo al instante toda la tripulación. Otro helicóptero fue
averiado por las unidades de vanguardia que combatían en los alrededores del
Jícaro. EI aparato cayó en las cercanías del cantón Las Minas.
En EI Jícaro los combates se recrudecían. Ramón, jefe operativo de la
acción ordenó colocar una carga acumulativa en la pared de la iglesia. Román,
más conocido como “Paila” fue designado para realizar la misión. Acerca de
“Paila” se contaban muchas anécdotas. Era muy famoso y temido por el enemigo.
En los combates siempre gritaba:"!…Aquí está Paila hijos de puta…!. ¡…Ya
llevó más de ciento cincuenta…!
Jorge lo conoció durante los días de su estadía en el campamento de
"EI Alto" con las Fuerzas Especiales Selectas.
El intrépido y valiente guerrillero tomó la carga acumulativa hasta
acercarse a la iglesia. Los soldados ofrecían fuerte resistencia. Paila dejó su
M16 al cuidado de Alejandro y Chuzmil para poder arrastrarse mejor en el
terreno. Una escuadra concentró fuego en la iglesia para facilitar el
acercamiento de Román. Al cabo de unos minutos regreso con los cables.
– ¿Cómo pusiste la carga? –preguntó afortunadamente Chuzmil.
Paila había colocado la carga al revés, es decir, el cono invertido no
apuntaba en dirección a la pared de la iglesia, sino que precisamente en
dirección al lugar donde se encontraba el mando táctico.
– ¡A la puta! ¡La cague! – exclamó.
Se arrastró de nuevo y la colocó correctamente.
– ¡Puuummmmmmm!
La fuerte explosión levantó nubes de polvo blanco y amarillento. Las
escuadras avanzaron corriendo y disparando en ráfaga. Dos granadas de mano
fueron lanzadas al interior de la iglesia a través deI agujero que ocasionó la
carga acumulativa.
– ¡No disparen! ¡No disparen! ¡Nos rendimos!
EI reloj marcaba las cinco de la tarde. La batalla del Jícaro había
terminado. EI enemigo había sido derrotado. Treinta minutos más tarde los
guardias nacionales se rindieron en Las Vueltas. Los refuerzos del cuartel de
Chalatenango fueron incapaces de romper la resistencia guerrillera en la
Montañita.
La guerra popular salvadoreña entró el diez de octubre de 1982 en una nueva
etapa. Con el aniquilamiento de la compañía reforzada acantonada en EI Jícaro
se dio un salto de calidad en el desarrollo de la guerra irregular. EI
movimiento revolucionario salvadoreño retomó la iniciativa estratégica. La
derrota sufrida en Las Vueltas terminó con el mito de la "invencibilidad
de la Guardia Nacional". EI grito de guerra: "La Guardia no se
rinde" sería una anécdota más del pasado.
– ¿Cuál es tu rango militar? – preguntó Alejandro.
– Soy recluta – contestó con voz débil y temblorosa el prisionero.
– ¡No mintás! Sabemos que sos oficial de la Escuela Militar – respondió
enérgicamente Alejandro.
Las esquirlas de una granada habían lesionado el ojo izquierdo del joven
teniente, quien acostumbrado a dar órdenes, exigió su libertad. El teniente del
ejército salvadoreño no tenía conciencia en esos momentos que las reglas del
juego habían cambiado repentinamente.
– En primer lugar, te vamos a dejar libre –contestó Alejandro. Pero sólo
cuando nosotros lo decidamos así…., dijo acentuando el "nosotros"...
En segundo lugar, no se te olvide que ahora eres prisionero de guerra y
quienes dan las órdenes aquí somos nosotros.
– ¿Cuál es tu rango? – preguntó Jorge.
– Soy subteniente del ejército salvadoreño – murmuró entre dientes.
– ¿Cómo te llamas?
– René Galdámez[5].
Miren como estoy. ¡Déjenme libre por favor! Voy a perder el ojo. Sáquenme no
más a la calle, después me voy yo solo pa' “Chalate”, suplicó el oficial. ¡Voy
a perder el ojo sino no me atienden en el hospital militar...!
EI oficial comenzó a llorar como un niño.
– No tengas miedo – intervino Jorge. Nosotros tenemos buenos cirujanos y no
vas perder el ojo. Si colaboras con nosotros, pronto estarás con tu familia.
¿Me imagino que estás casado?
– No.
– Pero al menos tienes novia – insistió Jorge.
– Eso sí.
– Pues bien. Nosotros vamos a avisarles a tu mamá y a tu novia que te
encuentras bien, pero tienes que colaborar y no mentirnos. ¿Ok?
El Comandante Dimas había ordenado que Jorge se hiciera cargo del
interrogatorio del oficial. Alejandro ayudó a Jorge a subir al prisionero de
guerra a un caballo.
– ¿Para dónde me llevan? – preguntó preocupado.
– Vamos a llevarte a otro lugar, donde te sentirás mejor y más tranquilo –
respondió Jorge.
Al oficial se le vendaron los ojos para evitar que reconociera el lugar donde
se encontraba. AI cabo de unos minutos de cabalgar llegaron al campo de
entrenamiento en las faldas del cerro Talzate. En Las Huertas se encontraba
instalado el hospital militar guerrillero. De pronto aparecieron los aviones
caza A-37 y comenzaron a bombardear. Las bombas cayeron en el Talzate y en los
alrededores del Jícaro. Jorge ayudó al oficial a desmontar. Se ocultaron tras
unos arbustos. Después del ataque aéreo se dirigieron rápidamente al hospital.
En una cama improvisada yacía Tino. En el hospitalito había más de veinte
combatientes heridos de las unidades de vanguardia.
Jorge ordenó desalojar el lugar a los numerosos curiosos.
La Comandancia no quería que la población civil se enterara, por medidas de
seguridad, acerca de la presencia de un oficial del ejército enemigo.
– Mira Yoel. EI Comandante Dimas ha ordenado que se le atienda a él como si
fuera un combatiente nuestro – dijo Jorge. Debe recibir buena comida y está
estrictamente prohibido conversar con él.
– No te preocupes, “Pelao”. Te lo voy a dejar como nuevo – contestó Yoel,
mostrando su diente de oro.
Jorge le susurró al oído que se trataba de un oficial enemigo.
Las cocineras se encontraban atareadas preparando el almuerzo.
Los A-37 volvieron a bombardear obstinadamente los cerros de los
alrededores, pero prácticamente a ciegas. Más bien parecía una reacción
simbólica.
– ¿Ya comió compa Jorge? – preguntó Florcita.
– ¡Puta! ¡Qué lindas estás! – exclamó Jorge observando a la niña
guerrillera.
La última vez que la había visto fue cuando trabajaba en la casa-cuartel
del “Negro Hugo”. Desde entonces la había perdido de vista. Flor tendría a la
sazón catorce años. Los pequeños senos comenzaban a erguirse debajo del vestido
colorido.
– Gracias mi amor – contestó meloso cuando la jovencita le entregó
ruborizada el plato de frijoles. Los métodos tácticos de Juancito continuaban
siendo tan efectivos como en los viejos tiempos.
– ¡Puta Tino! Parece que tuvieras siete vidas, comentó Jorge.
Tino había resultado herido en nueve ocasiones. Esta vez el proyectil de
M16 penetró debajo del hombro izquierdo, felizmente sin fracturarle la
clavícula. Rudy y Amílcar se acercaron a Jorge que conversaba con los demás
heridos.
– ¿Y a ti qué te pasó? – preguntó, dirigiéndose a Rudy.
– Me hirieron en la mano – contestó el pequeño guerrillero, jefe de la
escuadra de exploración. ¡No es nada grave!
Rudy “Dutschke”, así acostumbraba Jorge a llamarlo, ignoraba en esos
momentos que aquel certero proyectil le había roto nervios y tendones dejándolo
inválido de la mano derecha para toda Ia vida. Rudy se a través de Jorge
acerca de la vida y muerte del joven marxista alemán Rudi Dutschke.
Amílcar[6],
el joven guerrillero que sirviera de guía a los comandos de las FES en EI Alto,
había recibido varias esquirlas de granada en la espalda.
– Bueno Yoel. Cuando se mejore el soldado, me mandas a avisar. Tengo que
trabajar con él.
Jorge se despidió de todos los guerrilleros y volvió a las cercanías del
Jícaro, donde lo esperaban más de setenta soldados para ser interrogados.
– ¿Cómo te fue? – preguntó Alejandro.
– Bien. Prepotente el cabrón ¿verdad?
– Lo que pasa es que están acostumbrados a tratar así a la gente – contestó
Alejandro.
– Mira Alejandro. Yo pienso que no es necesario interrogar a todos los
prisioneros. Hay que hacer una selección, de lo contrario nunca vamos a
terminar.
– Me parece bien – respondió Alejandro.
Los heridos no fueron tomados en cuenta para los interrogatorios, solamente
se les pidió sus datos personales para las estadísticas. Entre todos los
soldados se escogieron aquellos que por su rango y antigüedad en las filas
enemigas pudieran entregar alguna información de importancia.
Los siete guardias capturados en Las Vueltas fueron trasladados junto a los
soldados del Jícaro a una casa grande en las cercanías del antiguo cuartel del
“Negro Hugo”. La casa era conocida como el local de "Los correos". EI
trabajo con los guardias exigía mucho más cuidado y atención que con los
soldados, puesto que tenían una ideología anticomunista extrema y su incorporación
a la institución era voluntaria. Mientras que los soldados eran reclutados,
muchas veces de manera forzada. Jorge se encargó de interrogar a los guardias
nacionales y la sección de operaciones se responsabilizó de los soldados.
La Comandancia guerrillera había decidido poner en libertad a cincuenta y
cinco soldados, el resto de los prisioneros sería entregado días más tarde a la
Cruz Roja Internacional en el Zapotal. Marito fue nombrado responsable político
de la operación. EI primer grupo fue liberado en el pueblo de Chiapas. AI
parecer, una delegación de la Cruz Roja Internacional se encargaría de asistir
a los heridos. La columna guerrillera al mando de Marito se dirigió a Guarjila
con el propósito de caminar por la calle que conduce a Chiapas durante la noche.
EI otro grupo de prisioneros de guerra, a cargo de Felipón entraría por EI
Gallinero. A las seis de la mañana Marito y Jorge se encontraron con Felipón en
una tienda de Chiapas. La delegación suiza se esperaba para las ocho de la
mañana.
EI tiempo transcurría y la camioneta Cherokee blanca con las insignias
rojas no aparecía. EI riesgo aumentaba a medida que los minutos pasaban. Se
encontraban a tres kilómetros del cuartel de Chalatenango. A las once de la
mañana Felipón y Marito decidieron dejar en libertad a los prisioneros de
guerra. En un acto de hermandad, guerrilleros y soldados comenzaron a abrazarse
y a estrecharse la mano. Un soldado se dirigió directamente a Jorge y le dijo:
“…Dígale al compa Alejandro que la próxima vez también me voy a rendir…”
Era un viejo conocido de Jorge. Era la segunda vez que la guerrilla
liberaba al soldado. La primera vez que cayó prisionero fue en Potonico. En EI
Jícaro fue el primero que levantó el M16 en señal de rendición y junto con él,
siete soldados más. Otro soldado sacó tres colones muy arrugados del pantalón y
se los ofreció a Jorge.
– Tome, compa – dijo. A usted le pueden servir de algo.
– No, hombre, ¡cómo se te ocurre! Vos los necesitas más que nosotros...
– Por favor, compita, acéptelos –insistió el soldadito. Al menos guárdelos
como un recuerdo. Usted me hizo ver muchas cosa que no sabía.
Jorge tomó los tres pesos al tiempo que golpeaba el hombro empolvado y
sucio del soldado.
El soldado le dio las gracias y se alejó contento, buscando la calle a
Chalatenango.
Los guerrilleros por su parte abandonaron rápidamente el lugar. Cada grupo
se retiró en la misma dirección en que había llegado. A los pocos minutos se
escucharon las primeras detonaciones en las cercanías del Gallinero. Los
helicópteros comenzaron a sobrevolar la calle que conduce a Guarjila y San José
Las Flores. EI bombardeo continuó por espacio de diez minutos. Las granadas
levantaban nubes de polvo en las alturas del cerro Talzate. EI enemigo emplazó
su artillería en dirección al campamento de La Laguna. La columna de Marito se
ocultó entretanto a la vera del camino para evitar ser detectada por los
helicópteros. Minutos más tarde, continuaron la marcha sobre la polvorienta y
solitaria calle. Al llegar a Guarjila se detuvieron un rato para cortar
naranjas.
Los cables del sistema de alumbrado eléctrico se entrelazaban en el suelo.
Las casas abandonadas lentamente iban quedando cubiertas por la maleza. Una
puerta golpeaba rítmicamente al compás del viento. La entrada del caserío era
de piedras grises y negras que formaban un enorme y rectangular crucigrama,
entrelazado por hileras de pasto verde que incontenible se abría paso entre los
espacios de tierra. Un naranjo recién germinado se levantaba erguido en el
pequeño mar de piedras buscando los rayos del sol.
Desde hacía mucho tiempo que ningún vehículo transitaba por esos lugares. A
la orilla de la calle yacía un poste de madera. En un extremo los viejos y
oxidados transformadores llenos de agujeros servían de guarida a las
lagartijas. El aceite de los transformadores eléctricos era utilizado por los
guerrilleros para limpiar sus armas. La gigantesca y centenaria ceiba
continuaba abrazando con sus enormes brazos verdes las casas destruidas del
caserío. Una iguana contemplaba desde las alturas a los guerrilleros. En un
rincón de la robusta rama se encontraba la solitaria familia de saurios. Los
nidos colgantes de las chiltotas[7] parecían los testículos de
un semental. Los rayos del sol acribillaban la desierta plazoleta, metiéndose
entre las hojas verdes de aquel hermoso árbol. Una lámina suelta de zinc
provocaba un chirrido fantasmagórico en el techo de una casa. En los corredores
yacían mesas y sillas rotas. Los fragmentos de tejas quebradas por las granadas
caseras coloreaban el suelo de naranjo. EI atrio de la iglesia parecía un gran
mosaico de piedras, vidrios y restos de ladrillo. En el barro reseco junto al
árbol de morro, habían quedado grabadas las pezuñas de los cerdos. Las plastas
de estiércol de las vacas se confundían con las hojas secas de los mangos. EI
agua estancada cubierta de musgo llena de larvas de zancudo en espera del
momento de reventar y salir en busca de alimento. Una pareja de libélulas hacía
el amor uniendo sus culitos morados y agitando sus alas transparentes en
éxtasis sexual.
EI olor fétido de carne en descomposición llegaba cada vez que el viento
cambiaba de dirección. En algún lugar cercano se encontraba el cadáver de algún
animal o de algún ser humano.
La columna siguió su marcha rumbo al campamento de La Laguna. La avioneta
de exploración volaba bastante alto. Sólo se escuchaba el ruido de los motores.
A medida que se adentraban en la montaña los sonidos se hacían cada vez más
familiares y sobre todo, más humanos. A lo lejos se escuchó el ladrar de un
perro. Se aproximaban al caserío EI Portillo. De allí en adelante solamente les
quedaba una hora de camino hasta llegar al campamento. Jorge se detuvo en la
casa donde vivía la familia de Emilio, el “niño-correo” de la sección política.
[2]Los “jefes
operativos” eran nombrados por el alto mando guerrillero y tenían una función
de apoyo y asesoramiento a las jefaturas de las unidades de combate y en
algunos casos, como en Las Vueltas, de participar directamente en las
operaciones. En Las Vueltas, Lencho fue el jefe de las unidades guerrilleras que
asaltaron exitosamente la comandancia y doblegaron a la “inexpugnable” Guardia
Nacional.
[4] Esta
situación operativa no corresponde a la realidad. El enemigo se mantuvo siempre
atrincherado en la Comandancia. A solicitud del mando guerrillero, la población
civil se resguardó en la iglesia, que en esos momentos, era el lugar más seguro
y protegido en todo el caserío.
[7] Pájaro
centroamericano, también conocido como turpial (Icterus pectoralis).
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