XXVI. En la sección política del frente Apolinario Serrano
Jorge fue trasladado a la
sección política deI frente. Tomó las pocas pertenencias que guardaba en su
mochila y se dirigió a la casa-cuartel de la sección política. Se marchó
contento, puesto que la relación con Marito iba de mal en peor. La casa-cuartel
estaba ubicada en el extremo oriente de La Laguna, a la vera del camino que
conducía a San José Las Flores. Allí lo estaba esperando Alejandro, su jefe
superior inmediato. Jorge llegó con buen ánimo y ganas de trabajar. La sección
política era una estructura militar nueva, recién organizada por el Estado
Mayor de las FAPL.
– Conmigo podés hablar en
confianza – dijo Alejandro. Sí tenés algún problema no dudés en acudir a mí.
– Gracias respondió Jorge.
Nunca ha sido mi intención crear problemas – explicó. Lo único que quiero es
trabajar y aportar a la revolución. Con Marito nunca pude discutir
tranquilamente. Cada vez que hablaba de política, me convertía, según él, en un
teórico marxista, si hablaba de literatura, era sólo para apantallar, si conversábamos
de las relaciones sexuales en la guerrilla, era un libertino pequeño-burgués.
…Muchas veces pienso que ciertos compañeros entienden la proletarización como la simple suma mecánica de supuestas
cualidades morales típicas del proletariado.
– ¿Y qué entendés vos por
proletarización? – preguntó Alejandro.
– Bueno. Yo considero que
la “proletarización” es un proceso en primer lugar político-ideológico, que
comienza fundamentalmente, cuando se asumen en la práctica revolucionaria los
intereses político-económicos de las clases más explotadas, cuando se asume
conscientemente el marxismo revolucionario. Es decir, según Marx, cuando se es clase
para sí. Para mí, esto es la base de la verdadera proletarización. No basta
con pertenecer a la clase obrera o al campesinado para considerarse
“proletario”.
– De acuerdo. ¿Pero qué
pasa con el otro aspecto? – preguntó Alejandro.
– ¿Cuál? ¿EI de los
valores morales?
– Sí.
Como te decía – continuó
Jorge hablando –, considero que el proceso de proletarización, es decir, la
toma de conciencia de clase para sí
no es patrimonio exclusivo de ninguna clase social en particular. Por el papel
socio-económico que desempeñan los obreros y los campesinos pobres en la
sociedad capitalista, son ellos en primera instancia, los llamados a tomar
conciencia de clase para sí, porque
son ellos los históricamente llamados a conducir la revolución socialista. De
allí que sea “más natural” que un obrero o un campesino pobre se “proletarice”
más rápido que un burgués o que un pequeñoburgués. Además pienso que los
valores morales emanan esencialmente de la concepción que se tenga del mundo,
es decir, de las ideas que tengas aquí dentro – enfatizó llevándose los dedos a
la sien – y no de la extracción social.
Pero no hay que confundir la moral revolucionaria marxista con la mística...
– ¿Cómo así?
– Mira. Cuando yo llegué
al frente pensaba que todos los cuadros miembros deI partido eran revolucionarios
integrales…
– ¡Habías idealizado el
partido! – exclamó Alejandro.
– Sí, claro que sí. Estoy
de acuerdo, pero esa idea no me la formé por mí mismo. Ese concepto idealizado de
“hombre nuevo” se fomentó sistemáticamente, al menos en el frente externo. La “mística
revolucionaria” era el parámetro “proletario” de medición de los valores
morales. Todo se sazonaba con la bendita mística
revolucionaria. Bastó un par de días en el frente de guerra para darme cuenta
que la realidad es otra, que los dirigentes y miembros del partido son hombres
de carne y hueso, con virtudes y defectos como cualquier mortal.
– Mirá Jorge. Entiendo y
conozco esa situación, pero tené paciencia. En todo caso debemos enseñar siempre
con el ejemplo… Después vamos a seguir hablando acerca de esas cosas, por el
momento vamos a planificar el trabajo...
– Por supuesto – contestó
Jorge.
– Vos te vas a encargar
de fichar a todos los combatientes de las unidades de Vanguardia Nacionales,
además de seleccionar al personal de reclutamiento.
La sección política
estaba formada por Alejandro, Yesenia, Armando y Jorge.
Yesenia y Armando se
encargarían de hacer el mismo trabajo a nivel de las milicias y columnas
guerrilleras, pero ellos no vivían en la casa-cuartel, sino en otros
campamentos.
Todas las noches
conversaban sobre variados temas. Alejandro tenía buenos métodos de trabajo y sabía
conducir al personal. El trabajo se planificaba colectivamente, lo cual a su
vez fomentaba el desarrollo individual de los integrantes, incluyendo al jefe.
Debido a la dislocación en
el terreno de los pelotones, Jorge permanecía constantemente visitando a las unidades.
De esa forma estrechó más los lazos con los combatientes de las Unidades de
Vanguardia y pudo captar así el verdadero sentir y pensar de la tropa.
Cierta noche, como de
costumbre, llegó Julio a conversar con Alejandro. AI parecer, formaban parte de
una célula partidaria encargada de dirigir el trabajo político al interior de
las FAPL. Ellos se encargaban de implementar la nueva línea política deI
partido, evitando hablar en lo más mínimo sobre Marcial y, cuando el tema no se
podía evitar por cualquier motivo, hacían siempre énfasis en que muchas cosas que
se decían acerca de Marcial no correspondían a los hechos históricos. Escuchándolos,
daba la impresión que era necesario escribir de nuevo la historia de EI Salvador
para borrar la imagen y el carisma de Marcial. Algunas veces parecía que los
cuadros dirigentes estaban más empecinados en desmitificar a Salvador Cayetano Carpio
que en la construcción del partido revolucionario de las FPL.
La selección de los
miembros de las FPL era muy rigurosa. Detrás de los requisitos planteados en el
artículo 68 de las bases estatutarias que regulaban el ingreso a las FPL, se escondía
el concepto leninista de “partido de cuadros profesionales de la revolución”.
Mientras que el artículo 69 se refería al carácter clasista, obrero-campesino
de la membresía del partido. Es decir, que el seno de las FPL estaría
constituido por regla general (y hacia ello estarían dirigidos los esfuerzos
básicos) por elementos de la clase obrera
industrial y agrícola y de los campesinos pobres. Pero además de la alianza
estratégica obrero-campesina, las FPL aceptaban también entre sus filas, como
excepción de la regla, a miembros revolucionarios de la pequeña burguesía que
demostraran su sincera disposición a proletarizarse, y demostraran, en la
práctica, su conciencia sobre la necesidad de realizar la Revolución Popular,
el Socialismo y el Comunismo. Dentro de estos sectores las FPL ubicaban a estudiantes, maestros, empleados, pequeños y
medianos comerciantes y propietarios, vendedores ambulantes y de los mercados y
a las amas de casa entre otros ciudadanos... Estos aspirantes a miembros serían aceptados
bajo estrictas normas de selección.
Sin embargo, en la práctica
el “partido de las FPL” estaba muy lejos de ser una organización
político-militar comunista dirigida sólo por obreros y campesinos. La gran
mayoría de cuadros miembros que Jorge había conocido hasta la fecha, tanto en
el frente externo como en el Apolinario Serrano, parecían pertenecer a los
sectores sociales estipulados en la excepción
de la regla. La ex - pequeña burguesía, radicalizada y “proletarizada”, era
en consecuencia, la encargada de decidir acerca de la “pureza ideológica” deI
aspirante a miembro. El juez justo y severo era probablemente un “ex – pequeñoburgués”,
quién siguiendo los cánones estipulados por otros “ex – pequeñoburgueses”, dictaminaba
el sí o el no.
Era evidente que se estaba
formando una casta de dirigentes invulnerables a cualquier crítica que viniera
de las bases, asignándose ellos mismos el derecho de juzgar y sentenciar sobre los
demás. Un proceder vertical en una sola dirección que en esencia negaba la
doble vía del centralismo democrático, lo cual en sí era el caldo de cultivo de
una desviación ideológica.
Días más tarde, Jesús,”Chuzmil”
el nuevo jefe deI destacamento uno de las UVN, comunicó a Jorge que el partido
lo había designado a él para atenderlo políticamente. Era la primera vez, desde
que Jorge había entrado al frente de guerra, que el partido tomaba la decisión
de establecer un contacto político directo y bilateral con él. La “atención
política” a los aspirantes a miembros, a los colaboradores o “ayudistas” de las
FPL estaba siempre a cargo de un miembro del partido, quien normalmente formaba
parte de una “célula partidaria”. La célula “clandestina y compartimentada” era
el instrumento clásico de captación y proselitismo político de las FPL, que no
se diferenciaba mucho del partido comunista concebido por Lenin. Este “método celular”
utilizado por los bolcheviques, por lo demás idóneo en términos de seguridad
interna, sobre todo en períodos de guerra o en la clandestinidad, también seguía
siendo válido en las montañas de Chalatenango. Nadie en el frente sabía a
ciencia cierta, salvo en el caso de los comandantes y los cuadros de dirección,
quien era miembro o aspirante a miembro, mucho menos a que célula pertenecía. Jorge
se sorprendió y al mismo tiempo se alegró de la noticia.
– Tenés que presentar la
solicitud para miembro – dijo Jesús
– ¿Qué tengo que
escribir? – preguntó Jorge.
– Las razones por las
cuales querés ser miembro, tus cualidades, tus debilidades. En realidad es sólo
un trámite burocrático, pues la verdad es que ya tenés la calidad de miembro.
– Algo así como en karate
– contestó Jorge sonriendo.
– ¿Qué querés decir con
eso? – preguntó Chuzmil.
– Claro. En karate tú
puedes pasar años entrenando tenazmente sin necesidad de examinarte, y al final
puedes convertirte en un maestro de artes marciales pero con cinta blanca...
– ¡Las comparaciones
tuyas! – exclamó al tiempo que se largaba a reír.
La solicitud fue rechazada.
AI parecer, un francotirador apostado en las sombras había esperado el mejor momento
para disparar. El liberalismo y la falta de mística revolucionaria eran dos pecados
capitales en las FPL.
– No me extraña que la
hayan rechazado – señaló Jorge.
– No se trata de un rechazo
– indicó Jesús. Lo único que dicen los compas es que aún tenés que proletarizarte
más.
– ¡A la mierda con la
proletarización! Tú te proletarizas, él se proletariza, ellos se proletarizan...
Parece ser que el único que no se proletariza acá soy yo... ¡A tomar por el
culo la tan cacareada proletarización!
– Calmáte Jorge. No lo
tomés así.
– iMe vale verga lo que
piense Dimas! ¡Me vale verga! Estoy harto de escuchar la misma mierda. Yo se
cual es la onda acá. EI que es sumiso se le considera humilde, el que acepta
todas las arbitrariedades que acá pasan es un verdadero proletario, pero el que
cuestiona, pregunta, discute, critica... iAh no!, ése es un pequeñoburgués y
hay que proletarizarlo a huevo. Yo puedo ser todo lo que tú quieras. Jamás voy
a adular nadie. ¡Ni al mismo Marcial! No necesito tener padrinos ni portarme
bien para caerle simpático a los Comandantes... He cumplido siempre con mis
tareas y además estoy aquí arriesgando mi vida. ¿O es que la vida de un
pequeñoburgués no vale nada?
Jesús trató de calmar a Jorge,
pero fue en vano. Toda la frustración acumulada durante los últimos meses salió
como un torrente de lava. Era una especie de catarsis político-ideológica y
emocional. En esos momentos, Jorge recordó lo que tiempo atrás le había
comentado Jacinto, un compañero exiliado chileno, quien además de ser comunista
era psicoanalista. Jacinto decía que la pequeña burguesía es, entre todas las
clases sociales, la más desclasada, porque no es ni chicha ni limonada. Mientras
que aquel que nació en cuna burguesa o en un barrio marginal, se comporta con
la naturalidad que le otorga su extracción de clase. Sin embargo, el
pequeñoburgués, consciente o inconscientemente, quiere siempre aparentar más de
lo que en verdad es o posee. El pequeñoburgués, decía Jacinto, es más papista
que el Papa o más leninista que Lenin.
– Todos nosotros somos el
partido – continuó hablando Jesús. Todos debemos construir a su desarrollo...
– Acá lo que menos hay es
partido, eso anda a contárselo a tu abuelita. Acá lo que existe es una élite de
Comandantes, lo demás es pura paja...
Esta sería la última vez
que se habló acerca de la posible membresía de Jorge.
Alejandro le había dado
la tarea a Jorge de escribir unos artículos para el futuro boletín de las FAPL.
Jorge encendió la radio
del jefe y buscó Radio Habana - Cuba. EI artículo que escribía trataba de la
vida deI Che Guevara. Era octubre y pronto se conmemoraría el XV-Aniversario de
la muerte en combate del legendario Comandante en Bolivia. La voz dulce de la
locutora se escuchó sin interrupciones: “….a continuación extractos de el
discurso pronunciado por el Comandante Che Guevara en la XIX Asamblea General
de las Naciones Unidas en enero 1964 “.....ahora, esta masa anónima, esta América
de color, sombría, taciturna y que canta en todo el continente con una misma
tristeza y desengaño; ahora, esta masa es la que piensa entrar definitivamente
en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir
y a morir, porque ahora, por los campos y montañas de América, por las faldas
de sus cerros, por las llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico
de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer
este mundo, lleno de razones con los puños calientes de deseo de morir por los
suyos, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados, por unos o por
otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pueblos de América, con
los explotados y vilipendiados de América Latina que han decidido empezar a
escribir ellos mismos y para siempre su historia...ya se les ve...”
Veinte años transcurridos
desde la histórica “Segunda Declaración de la Habana leída por el Comandante en
Jefe de la Revolución cubana, el 4 de febrero de 1962.
Jorge terminó de escuchar
el programa "Voces de Revolución" y entregó los artículos a Alejandro.
– ¿Qué nombre le ponemos
al boletín? – preguntó Alejandro.
– ¿Qué te parece “Pueblo
Armado"? – contestó Jorge.
– Me parece bien –
comentó. Se lo voy a proponer a “Chuzón[1]”.
EI Comandante Jesús era el
jefe del Estado Mayor y por lo tanto el jefe superior inmediato de Alejandro.
Tanto los artículos como el nombre fueron aprobados por el comandante. La sección
alcanzó a escribir solamente dos artículos. EI boletín nunca fue publicado.
XXVII. Lucha ideológica
Todas las discusiones
político-ideológicas que Jorge había tenido hasta la fecha de manera formal o
informal con algunos cuadros de dirección del partido eran un “pelo de la cola”
comparados con la verdadera lucha ideológica que al interior de las FPL se estaba
llevando a cabo en aquellos días de octubre de 1982.
Jorge percibía las
tensiones en el ambiente, sin embargo, al no estar vinculado orgánicamente al
partido no podía enterarse del verdadero carácter y contenido de las
contradicciones en la organización y optó por el silencio, y sacar sus propias
conclusiones. De vez en cuando a algún cuadro intermedio se le escapaba una
indiscreción revestida de chiste irónico: “…Así que vos vas a ser el próximo
alcalde de las Flores…, le dijo German un día a Lencho…”, y éste lo mando
literalmente a la mierda.
Los altos jefes militares
guerrilleros se encontraban reunidos en un pequeño cuarto de la casa-cuartel de
logística. Al parecer, la reunión era muy importante, pues allí se encontraba
reunido gran parte del Comando Central de las FPL. Los temas de discusión eran obviamente
desconocidos por la mayoría de los guerrilleros combatientes. Jorge había
conocido al Comandante Valentín en el frente externo. En aquella ocasión le
había llamado la atención que el Comandante llevaba las uñas muy largas. Valentín
era delgado y de modales suaves y finos. Tenía todavía la fisonomía de un
muchacho quinceañero y parecía ser un estudiante de secundaria bien educado, de
esos que se forman en los colegios católicos salvadoreños influenciados por la
Compañía de Jesús o la Congregación de los hermanos Maristas. Sin quererlo, clavó
la vista en los dedos de Valentín. El largo de las uñas seguía siendo el mismo.
EI Comandante Valentín, más político e ideólogo que militar; no vestía verde
olivo. Solamente portaba una subametralladora UZI. Valentín era un compañero
modesto y no se pavoneaba con su posición en la jerarquía y además sabía tratar
inteligentemente a los subordinados.
Mientras tanto, Jorge
conversaba con Eugenio en el patio de la casa. Netón se acercó y les ofreció un
par de semillas de cacahuate recién tostado. Aprovechando un descanso de los comandantes,
Jorge se dirigió al Comandante Valentín.
– Buenas tarde, Compa. ¿Me
mandó a llamar?
– Hola Jorge. ¿Cómo está?
– preguntó Valentín. Tengo cartas para usted. Creo que son de su compa…
– ¡En serio! – exclamó
Jorge como dudando de la veracidad de las palabras. ¿Dónde están? – preguntó excitado.
– Fíjese que las dejé en
Las Huertas. Por qué no se llega más tarde – sugirió Valentín excusándose por
el lamentable olvido.
– ¿No tiene un cigarrito?
– preguntó Jorge, sabiendo que Valentín no fumaba, pero siempre tenía para
regalar.
– ¡Claro, Claro! Tome.
EI Comandante Jesús era
todo lo contrario de Valentín. Alto y fornido, de tez blanca y con pinta de oficial
de escuela. Se comentaba en la tropa que Chuzón era ex – jesuita. Vestía
uniforme de campaña del batallón Atonal y era parco de palabras. El Comandante
Jesús tenía el porte y el talante de un señor de alcurnia, pero al mismo tiempo
irradiaba humildad.
EI Comandante Carlos era
el prototipo deI hombre duro, con la coIt 45 en la cintura, fumaba
tranquilamente en un rincón del cuarto. Jorge lo saludó. La respuesta fue una
mueca malhumorada. Al parecer, no se sentía muy conforme con el desarrollo de
las discusión.
EI más joven de todos los
Comandantes parecía ser Milton Méndez[2]. Tenía la apariencia de un
estudiante universitario, se veía muy contento y obviamente más satisfecho que
el Comandante Carlos, el “chele Calín”. Milton tenía un aire pequeñoburgués.
EI más simpático y sencillo
de todos era el Comandante Salvador Guerra. Tenía fama dentro de la tropa de
ser un buen estratega militar. Pero quien dominaba la escena era sin discusión
alguna el Comandante Dimas Rodriguez. Seguro de sí mismo, él era realmente el
verdadero jefe. De todos los comandantes era él quien tenía más carisma y
estrecha relación con la tropa.
Los días que se vivían en
el frente eran de vital importancia. La correlación de fuerzas al interior deI partido
era un fenómeno difícil de entender. Era necesario tener claridad teórica y política,
y además contar con la información necesaria para poder interpretar correctamente
la realidad. Jorge carecía de ambas condiciones. AI margen de la discusión interna,
Jorge tan sólo alcanzaba a intuir a grandes rasgos los problemas en las FPL. Jorge
tan sólo podía percibir una minúscula fisura en la punta del iceberg. La
influencia político-ideológica de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo
Martí (FPL-FM) en la revolución salvadoreña era un hecho innegable. Cualquier
desequilibrio en la correlación de fuerzas al interior de los organismos de
dirección del partido podía influir a favor o en contra del desarrollo de la
guerra popular en El Salvador. El peso específico de las FPL-FM dentro del FMLN
era conocido, tanto por los aliados táctico-estratégicos de la revolución
salvadoreña, como por las fuerzas enemigas. Las FPL-FM representaban
efectivamente la corriente marxista-leninista más radical en la conducción
integral de la guerra popular. Sin embargo, la gran influencia de las “f” en
las masas populares, no era orgánica sino que más bien político-ideológica y
militar. Las estructuras partidarias eran todavía endebles y en verdad no
existía “el partido” como tal. Las FPL eran una organización de cuadros político-militares.
Lo que existía en las FPL-FM era un “proyecto histórico de partido de la
revolución salvadoreña”. Proyecto que se vio interrumpido en su desarrollo
dialéctico, paradójicamente en julio de 1979. El triunfo de la revolución
sandinista aceleró y radicalizó históricamente mucho más la lucha de clases en
El Salvador, pero al mismo tiempo frenó en cierta medida la construcción del
partido de las FPL, es decir, un partido marxista-leninista de la clase obrera salvadoreña,
que aspiraba arrebatarle el poder político-económico y militar a la oligarquía
salvadoreña, en el momento histórico en que esta clase social dominante fuera
incapaz de seguir gobernando y la mayoría del pueblo salvadoreño se rebelara
contra la opresión y la explotación. Así había entendido Jorge el concepto de
guerra popular prolongada cuando leyó por primera en un “Rebelde” la estrategia
político-militar de las FPL-FM.
La concepción
marxista-leninista de las FPL-FM tenía en esencia, un carácter nuevo y
refrescante dentro de la izquierda latinoamericana. Seguramente había sido esa
la razón por la cual las FPL habían impactado a las grandes masas populares y
habían sumado a sus fuerzas gran parte de la juventud rebelde y comprometida de
El Salvador de los años setenta.
No obstante, en esos días
de octubre de 1982 eran otros los vientos que soplaban en el Apolinario
Serrano. La construcción del partido de las FPL-FM como instrumento indispensable
para la toma del poder había dejado de ser tarea prioritaria. A falta de
orientación político-ideológica partidaria continua y sistemática, la dirección
de las FPL-FM fomentó la mística revolucionaria y la fe ciega en los
comandantes como instrumento agitador. La dinámica de la guerra revolucionaria
y la consolidación de las fuerzas guerrilleras en el plano militar
aparentemente le estaban dando la razón a los que se oponían a la construcción
del partido de las FPL-FM.
Jorge regresó a la
casa-cuartel pues ya era la hora del almuerzo.
– Compa Jorge. ¿Quiere
almorzar ya o va a esperar al compa Alejandro?
– Lo voy a esperar – contestó ligeramente,
mientras redactaba el discurso que se leería en el aniversario de la muerte del
Che Guevara.
Maribel, la hija de Maritza
se acercó a Jorge.
– ¡Venga pa'ca mi huacha! ¿Ya le dio de comer? – preguntó a
Maritza.
– Aún no.
– ¡Pobrecita mi huacha!
Jorge besó la carita
sucia de aquella niña de ojos negros y graciosos que respondía con una sonrisa limpia
y pura a los cariños de aquel hombre barbado.
– ¡Eres linda! – exclamó Jorge.
– Vení vos – dijo Maritza
desde la cocina. Dejá trabajar al compa.
– ¡Déjela nomás! No me
molesta en absoluto.
Maritza ignoraba la
tristeza que invadía a Jorge cada vez que jugaba con la criatura. EI recuerdo
de su hijita le destrozaba el alma.
La voz de Alejandro se
escuchó afuera. Venía conversando con “Chuzmil” y entró en la cocina saludando
alegremente. Colocó su fusil junto a la pared. Chuz se quitó la gorra y se sentó
en la banca de madera junto a Jorge.
– Mira, Alejandro aquí
está el discurso – comentó Jorge.
Alejandro tomó las dos
hojas escritas a mano y las leyó.
– Me parece bien. EI
pasaje donde dice que Marcial se reunió con el Che en Guatemala hay que
quitarlo – ordenó.
“Chuzmil” extendió la
mano para tomar las hojas que Alejandro le entregaba.
– ¿Verdad que está bien? –
preguntó Alejandro.
– Sí, sí – respondió.
Chuzmil padecía de
miopía. Hacía algunos días que había perdido sus anteojos en una marcha
nocturna. Desde entonces tropezaba a cada instante con las piedras del camino.
– ¿Van a comer ya? –
preguntó Maritza.
EI suculento almuerzo fue
devorado en un santiamén por los hambrientos guerrilleros. No conformes con el
pedazo de lomo “à la brasé” que les
correspondía a cada uno, se repitieron otra porción. La época de las vacas flacas
había pasado y, aunque la res descuartizada estaba más enjuta que escupo de
momia egipcia, la carne fue suficiente como para alimentar a la sección política,
al Estado Mayor y a la población civil.
Jorge restregó el pedazo
de tortilla en el rosado y salado jugo que había quedado en el fondo del plato
y se dirigió divertido a Maritza.
– ¡Eh, Maritza! ¡EI “filé à la brasé” le quedó exquisité!
– ¡Ay! Usted que friega,
compa Jorge – contestó Maritza.
– Mirá Jorge. ¿Vos
estudiaste marxismo-leninismo en Europa? – preguntó Chuzmil en tono colegial.
– No. ¿Por qué me
preguntas?
– Yo pensé que tal vez
por eso te habías metido a la guerrilla.
– He leído sí algunos
libros de los clásicos, pero eso no significa que sea ducho en marxismo-leninismo
– acotó Jorge.
– ¿Y vos pensás que es
necesario construir el partido antes de la toma del poder? – preguntó Alejandro.
– Yo pienso que sí –
respondió Jorge.
– Pero en estos momentos,
lo más importante es la guerra – señaló Chuzmil.
– Seguro que sí – respondió
Jorge. Pero eso no significa que haya que concentrar todos los esfuerzos en el área
militar. EI partido es el que tiene que dirigir la guerra...
– Vos tenés el caso de
los cubanos y los sandinistas – intervino Alejandro. Los cubanos, por ejemplo,
construyeron el partido de la revolución después de la toma del poder y los
sandinistas lo están construyendo.
– En ese caso hay que
plantear el problema de otra manera – contestó Jorge. ¿Es necesaria la existencia
del partido único comunista para la toma del poder? Yo diría que no. Ahora bien,
¿es posible la construcción del socialismo sin un partido único? Pienso que es
muy difícil, por no decir casi imposible. Evidentemente que la toma del poder
resulta más fácil cuando el pueblo se encuentra agrupado en una sola
vanguardia; pero bien, eso no siempre es así. Tú mencionaste dos ejemplos –
dijo, dirigiéndose a Alejandro. Yo podría mencionarte el caso de la revolución
vietnamita, la rusa y la china; en todas ellas el partido comunista jugó un papel
determinante. Yo pienso que no puede tomarse ninguna de las revoluciones como
un patrón o fórmula para la toma del poder, ya que cada una de ellas tuvo sus
momentos históricos específicos. Cada revolución tiene sus propias particularidades,
leyes propias de desarrollo, condicionadas por circunstancias históricas. Si no
me equivoco, todos los partidos comunistas se han construido en torno a un
grupo hegemónico. ¿Qué papel jugó el Movimiento el 26 de Julio en Cuba? ¿Los
Bolcheviques?
– Pero no estamos
hablando del papel que juegan las diferentes organizaciones en la revolución –
exclamó Chuz. Además, eso de hegemonizar me suena un poco a sectarismo...
– Yo pienso que no –
contestó Jorge. EI problema de la hegemonía está relacionado con la correlación
de fuerzas y ésta a su vez, está íntimamente vinculada a la lucha ideológica.
Gramsci decía: “…solamente cuando las ideologías se convierten en partido, el enfrentamiento
entre ellas es inevitable, hasta que una de ellas o sólo cuando una combinación
de ellas tiende a imponerse o a hegemonizar, es en este sentido que la influencia
ideológica comienza a prevalecer…” A parte de eso, sectarias son todas las
organizaciones del FMLN….
– ¿Cómo así? – preguntó
Alejandro.
– Porque ninguna
organización del FMLN puede otorgarse por sí misma el derecho a considerarse la
única representante del pueblo salvadoreño y la única que tiene la llave de la
verdad histórica…En el FMLN están representadas ¡cinco! concepciones político-ideológicas
de la lucha de clases en El Salvador, es decir, cinco interpretaciones
diferentes de la realidad y cada una está convencida que su interpretación es
la verdadera. Este hecho de por sí, las convierte a las cinco organizaciones en
sectas políticas. Así que tú, yo, nosotros y ellos somos sectarios. No nos
sorprendamos por eso. Pero cuando se habla de hegemonía, al menos así lo
entiendo yo – continuó diciendo – no significa la exclusión de otras fuerzas
políticas y sociales. Ahora bien, conseguir lo históricamente necesario, es decir, el comunismo, no depende
exclusivamente de la correlación de fuerzas propias, sino que fundamentalmente
de la concepción ideológica que se tenga con respecto a la necesidad histórica...
– ¿Y qué tiene que ver
todo esto con la construcción del partido? – preguntó Chuzmil, un poco
consternado.
– Mira. Yo pienso que la
construcción del “partido único de la revolución salvadoreña” es una tarea históricamente necesaria. ¿De acuerdo?
– Claro.
– Pero por mucha voluntad
o deseo que tengamos no podemos realizarlo de la noche a la mañana...
– Por supuesto que no –
intervino Alejandro. Pero al menos hay que comenzar a hacer esfuerzos para
alcanzar esa meta…
– ¡Exacto! – exclamó Chuzmil.
– Pero entonces
deberíamos de hablar mejor de lo concretamente
posible…
– ¿Qué
querés decir con eso? – preguntó nuevamente Jesús
– Quiero decir que si las
condiciones histórico-ideológicas aún no están dadas para la construcción del
partido único de la revolución salvadoreña, entonces tenemos que concentrar
esfuerzos en lo concretamente posible,
que no es otra cosa que la consolidación de las FPL como un partido marxista-leninista
revolucionario. Sin olvidar por supuesto las necesidades históricas. No es más que la combinación dialéctica de
los esfuerzos tácticos en función de los objetivos estratégicos. Por eso pienso
yo que en estos momentos la construcción y consolidación del partido es para
nuestra organización una necesidad vital. Este pensamiento también es válido
para las otras organizaciones hermanas. El único partido marxista-leninista con
años de experiencia como partido es el partido comunista…En la medida en que
los revolucionarios concreticemos en la práctica la teoría del marxismo revolucionario
y nos consolidemos en partidos, en esa misma medida aportaremos al desarrollo del
partido único de la revolución salvadoreña…
– ¿A quién pensás elegir
para que lea el discurso? – preguntó Alejandro cambiando abruptamente de tema.
– Yo había pensado
estimular a las compitas – respondió Jorge.
– Ana María podría ser la
indicada...
– ¿Por qué? – preguntó Alejandro.
– La compita es muy disciplinada
y excelente combatiente.
– Además que... te gusta –
intervino Chuzmil riéndose.
– ¡Ja, ja, ja! – rieron
los tres.
Ana María, conocida
también en la tropa como “Filomena”, era una salvadoreña morena originaria de
San Vicente, según se rumoraba en el frente. De una belleza particular y un
espíritu de combate que buscaba su igual en las filas guerrilleras, Filomena
era una orquídea salvaje, tierna, dulce y coqueta al hablar. Ana María era la
mujer salvadoreña joven comprometida socialmente y convertida en guerrillera.
Ella era el deseo de libertad de una juventud rebelde y dispuesta a morir por
la revolución socialista.
Alejandro aprobó la
petición de Jorge.
Esa misma tarde, Jorge se
dirigió al campamento del pelotón dos a comunicarle a la guerrillera la decisión
de la sección política. Ana María aceptó gustosa. En media hora se había
aprendido de memoria el discurso. Como estímulo material recibió las primeras
botas producidas en el taller de zapatería, aunque en realidad el regalo no era
más que un gesto simbólico, ya que no había pie alguno en el frente que soportara
aquellos monstruos de cuero.
Con el tiempo, la calidad de los zapatos mejoraría
considerablemente.
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