sábado, 1 de diciembre de 2012

Cerca del amanecer...14

XXXIII. Oscar Armando Dueñas, alias “Bernardo Torres”, un Comandante de altura


– Así que vos sos Jorge – preguntó Bernardo. Edmundo me ha hablado de vos.
Jorge no ocultó la alegría que sintió al saber que Edmundo aún lo recordaba.
– ¿Cómo está él? – preguntó Jorge.
– Está bien. Tiene ganas de venirse al frente. ¿Y a vos, cómo te va?
– Mirá, en general me va bien.
– ¿No te costó ambientarte a esta vida?
– La verdad es que no me fue difícil – respondió rápidamente Jorge.
– ¿Y de salud como te sentís?
– Más o menos. En el último tiempo me han molestado las hemorroides...
– Deberías ir al hospital a que te examine Francisco – recomendó Bernardo.
– Ya le informé a Alejandro. Tal vez vaya mañana...

Bernardo tenía el talante de un moro. Con su piel morena y pelo rizado, fácilmente podía confundírsele con un palestino. Algo inherente a él imponía respeto. Hablaba con suavidad y en sus palabras había un deje de ternura y parecía ser un hombre muy sensible. Según se comentaba en la montaña, le cabía el honor de ser uno de los pocos sobrevivientes de las primeras células del Ejército Popular de Liberación Farabundo Martí (EPL–FM) y eran innumerables las anécdotas que sobre él se contaban.
Jorge se encontraba enfermo cuando se le ordenó trasladarse al campamento guerrillero, EI Candelero. En el occidente del departamento se estaba concentrando en los últimos días, un número de combatientes nunca antes visto en la historia de la revolución salvadoreña.

Jorge se encargaría de la atención política de los destacamentos en la subzona tres. La fiebre no le impidió dirigirse a Los Naranjos, caserío cercano a Las Vueltas. En ese lugar lo esperaba una escuadra de exploración al mando de “Rudy Dutschke”. Al llegar a ese lugar recibió la contraorden de esperar a Bernardo.
A los dos días apareció el jefe de la sección de operaciones acompañado de “Barrabas”, su seguridad personal, un joven combatiente, famoso por su agilidad, astucia y combatividad. Esa misma tarde partieron rumbo a los nuevos teatros de operaciones. Aún no atardecía cuando llegaron al municipio de La Laguna. Desde el último ataque de la guerrilla, el enemigo optó por retirar sus fuerzas del pueblo, lo que ahora permitía el paso libre de los rebeldes por esos lugares. Lo que antes tomaba varias horas de camino nocturno, ahora se realizaba en pocas horas. Ya no era necesario caminar por quebradas y veredas pedregosas. La Laguna se comunicaba con Los Prados por medio de una calle de tierra pero que estaba en muy buenas condiciones. En La Laguna se detuvieron en una tienda a comer pan dulce y tomar gaseosas. Bernardo fotografió con la “Rollei” a los niños de la población que habían hecho una rueda a su alrededor. Después del pequeño refrigerio continuaron la marcha.
Al cabo de un par de minutos llegaron a la antigua comandancia local, donde semanas atrás se había combatido furiosamente. Jorge aprovechó la oportunidad para mostrarle a Bernardo los lugares donde el enemigo había puesto mayor resistencia y el lugar donde Julio y Juan habían resultado heridos.
Allí estaba el pequeño agujero en la pared destruida por donde habían pasado las pérfidas balas que mataron a Julio. A pocos metros la tienda donde Juan recibiera su bautizo de fuego. La gangrena le había comido la pantorrilla y la posibilidad de volver a recorrer estas tierras con ambas piernas. Juan se encontraba ahora internado en el hospital militar del frente, sintiendo los dolores fantasmas de la pierna amputada. “Sigo siendo el mismo Juan, decía, sólo que ahora peso menos”. Aquel experto en explosivos que había cruzado los mares sin la ambición mezquina de oro y plata de los antiguos conquistadores no se arrepentía de nada y asumía con humor vasco su mala fortuna. No había llegado para sojuzgar nuevas tierras. Había llegado a tierras pipiles[1] para aprender y aportar. Apoyado en sus rústicas muletas de bambú, Pakito Arriarán, alias “Juan”, se integraría a las labores diarias como pirotécnico en la fábrica de explosivos del frente norte Apolinario Serrano.

Durante la marcha Bernardo y Jorge conversaban sobre la importancia del partido en la conducción global de la guerra. EI joven comandante estaba enterado de las debilidades y dificultades que se tenían en el Apolinario Serrano. En los últimos meses la dualidad de poderes se hacía muy notoria. Por una parte estaban las instancias partidarias y por otro lado, las estructuras militares y aparentemente era el partido quien conducía el proceso global de la guerra, ya que la Comandancia guerrillera de las FPL estaba integrada por la Comisión Política del partido. Sin embargo, el carácter de la dirección integral de la guerra se había militarizado. Las direcciones zonales del partido se habían transformado en un apéndice de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación. Esta deformación del contenido político de la guerra, iba generando lentamente una apatía y desinterés en la membresía del partido hacia las tareas políticas partidarias. Las tareas de la “guerra” eran prioritarias. EI verde olivo militar fue cubriendo el espectro colorido de la concepción integral de la lucha político-militar.

Sin quererlo o sin saberlo, los miembros de la Comisión Política, al militarizar los métodos de conducción a nivel de partido, cayeron en el mismo error histórico-estratégico cometido por el partido bolchevique durante los primeros años después de la toma del poder en octubre de 1917, y que culminó con la imposición de la línea estalinista al interior del partido.

Los errores en la construcción del partido eran palpables. La falta de cuadros preparados para asumir responsabilidades de dirección se hacía sentir. Algunas estructuras políticas y militares eran asignadas a compañeros y compañeras, que aunque llenos de entusiasmo, voluntad y abnegación, carecían de la formación y claridad política-ideológica marxista-leninista, requisito indispensable para el desarrollo integral de las tareas partidarias. Jorge tampoco era la excepción. Nada caía preparado del cielo. EI partido era el llamado a formar y preparar a esos jóvenes dirigentes, cuya tarea fundamental era el trabajo político-militar con las masas.
Las FPL se había convertido en un gigante desproporcionado. Una organización marxista-leninista, cuyo cerebro se reducía a unas decenas de cuadros. Un coloso guerrillero con una pierna militar fuerte y robusta, y la otra, política, flaca y desnutrida.

Bernardo sabía que los esfuerzos de convertirse en partido marxista-leninista habían quedado estampados en los acuerdos firmados por el Consejo Revolucionario en 1978. La cruda verdad era que cuatro años más tarde, aún no se contaba con una sólida red celular, el verdadero motor de un partido marxista-leninista. No existían las bases orgánicas – células partidarias – inmersas en las masas, en la industria, en las escuelas, en el ejército enemigo. Lo que sí existía era la presencia de cuadros de las “F” en las diferentes organizaciones populares, las cuales se identificaban con el programa político-ideológico de las FPL-FM. Tal era el caso de las organizaciones que conformaban el Bloque Popular Revolucionario (BPR), que era el “vivero de reclutamiento” de las FPL. Pero la verdad era que no había un trabajo de zapa sistemático, orientado a la proliferación de células del partido, prioritariamente en la clase obrera y el campesinado ni la formación integral ideológica de los “futuros miembros” del partido. Debido a que El Salvador a mediados de los setenta era un hervidero pre-revolucionario, la captación – reclutamiento – de jóvenes dispuestos a luchar con las armas en la mano hasta las últimas consecuencias, no representaba para las organizaciones político-militares ningún problema. Eran decenas de miles los que simpatizaban con la guerrilla salvadoreña en esos años. Sin embargo, el “reclutamiento”, al menos en las FPL, era un proceso muy minucioso y estricto. Pertenecer a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí significaba en esos momentos históricos para muchos revolucionarios nacionales y extranjeros, formar parte de la organización guerrillera latinoamericana más importante de la época. Las FPL-FM eran como la selección brasileña de fútbol de 1970.

Jorge también había tenido ese sentimiento elitista. Había conocido a Edmundo en un encuentro europeo de los Comités de Solidaridad con Nicaragua unas semanas más tarde del triunfo de los sandinistas en julio de 1979. Edmundo asistía a dicha reunión como representante del Bloque Popular Revolucionario en Europa. La solidaridad europea militante tenía que concentrar ahora sus esfuerzos en la revolución salvadoreña. “Si Nicaragua venció, El Salvador también vencerá”, rezaba el eslogan propagandístico. Cuando Jorge expresó a Edmundo su deseo de militar en las FPL, éste se sonrió con su típica risa, mezcla de ironía, inocencia y perplejidad. Meses más tarde, le confesaría que él era militante de las “F”. La revelación tuvo un efecto parecido al que experimentó, según cuenta la leyenda, el campesino Juan Diego cuando la virgen María se le manifestó, ordenándole que hiciera todas las gestiones habidas y por haber con el obispo de México, para que se construyera un templo en su nombre en el cerro del Tepeyac.
Con la “manifestación” de Edmundo, Jorge se sintió más feliz y contento que cuando se graduó de bachiller. “…esto que te he dicho – dijo Edmundo con voz fría y serena – es estrictamente compartimentado…”. Lo expresó con tanta mística religiosa y compartimentación masónica, que Jorge, quien a pesar der ser ateo, percibió el peso de la idiosincrasia católica, apostólica y romana del pueblo salvadoreño en las palabras de aquel ex alumno del Externado San José.

Las FPL-FM tenían miles de “reclutas”, es decir, colaboradores directos en todas las capas sociales de la sociedad salvadoreña. A pesar de ello, las FPL seguían siendo a finales de 1982, todavía una organización de varias decenas de cuadros. Y la guerra que cobraba diariamente sus tributos, se los iba llevando poco a poco.

Las ideas revolucionarias de Marx, Engels, Lenin, Ernesto Guevara y otros más, sazonadas con la revolución cubana y guisada al fuego lento de la Teología de la Liberación, dieron como resultado un plato extremadamente condimentado y picante. El “reclutamiento” selectivo, pero en definitiva masivo de revolucionarios salvadoreños, culturalmente más dados a la fe cristiana que al ateísmo filosófico europeo, influiría tarde o temprano en mayor o menor medida, en la construcción del partido único marxista-leninista de la revolución salvadoreña a partir de las Fuerzas Populares de Liberación.
La sociedad salvadoreña es tradicionalmente cristiana, pero al mismo tiempo propensa a la violencia y a las soluciones extremas. Los primeros en sacar el cuchillo, así como lo hizo Simón Pedro en el huerto de Getsemaní cuando los soldados arrestaron al Nazareno. Así eran los guanacos hijos de puta de Roque Dalton, la oveja negra que se escapó para siempre del redil ideológico jesuita.

Los representantes de la Compañía de Jesús fueron los paladines e impulsores de las reformas sociales en Latinoamérica. Las resoluciones del Concilio Vaticano II buscaban el acercamiento de La Iglesia Católica con los pobres de América Latina. La trinchera de los jesuitas continuaba siendo la ciencia y la enseñanza, lugar desde el cual impulsaban su proyecto reformador para lograr revolucionar a los pueblos latinoamericanos por medios pacíficos y alejar a las masas populares de las garras del comunismo. Las ideas de la Compañía de Jesús habían logrado en poco tiempo, penetrar el pensamiento de los sectores más progresistas de Iglesia Católica. Los jesuitas no solo predicaban y practicaba la necesaria revolución social en el nuevo continente, sino que también exigían su conducción y dirección. La teología de la liberación propugnaba una revolución social cristiana que se erigiera como la alternativa en América Latina a la revolución social marxista-leninista.

La Universidad Católica José Simeón Cañas (UCA), fundada en 1965, era el Alma Mater de la burguesía, la pequeña burguesía y la clase media arribista. Había tomado preponderancia en la educación superior salvadoreña a raíz de la clausura de la Universidad Nacional en 1972, por orden del presidente de la República coronel Arturo Armando Molina. Mientras que la Universidad Nacional era el tabernáculo de los comunistas de partido y la ultraizquierda pequeño-burguesa. La UCA, dirigida por la Orden de San Ignacio de Loyola, se convirtió rápidamente en un centro muy influyente en la vida política salvadoreña de los años setenta. La Junta Cívico-Militar de octubre de 1979 estuvo integrada por políticos y académicos cercanos a la Universidad Católica, quienes de una u otra forma representaban las ideas político-sociales de la fracción progresista de la Orden de San Ignacio de Loyola. Se decía entre bastidores que el programa de gobierno del 15 de Octubre de 1979 había sido elaborado en las aulas de la UCA bajo el auspicio de los jesuitas. Jesuitas había en todas partes. Los más radicales entre ellos habían cambiado la blanca sotana por el verde olivo guerrillero. Habían hecho el proceso inverso de su fundador Iñigo de Loyola, quien colgó sus vestiduras militares frente a la virgen de Montserrat. Los jesuitas guerrilleros colgaron las sotanas frente a la oligarquía salvadoreña, clase dominante que no se andaba con medias tintas y no respetaba ni cruz ni mitra arzobispal. Para los fines prácticos de la guerra revolucionaria salvadoreña, era irrelevante si estos sacerdotes habían renunciado al oficio eclesiástico de acuerdo al código canónico o no. Pero, ¿habrían renunciado también a su ideología?

Desgraciadamente el germen de la deformación ideológica comenzaba a corroer el cuerpo sano de la enclenque base celular. EI flagelo del “misticismo revolucionario religioso”, la tendencia al caudillismo y al “culto” a la personalidad, que no se limitaba solamente a la persona de Salvador Cayetano Carpio; fue produciendo “cuadros linieros” y dogmáticos, lo cual fue obstruyendo lentamente las aspiraciones de convertir a las Fuerzas Populares de Liberación en un partido comunista revolucionario de la clase obrera salvadoreña.
Pero al margen de las debilidades ideológicas del partido, la guerra continuaba y la revolución salvadoreña se encontraba en los albores de un nuevo amanecer o de un replanteamiento estratégico.


EI destacamento uno se hallaba desplazado en las elevaciones de El Candelero. German había construido su puesto de mando con troncos de pino y pedazos de lámina de zinc. Jorge trabajaba junto con otros guerrilleros en la construcción del tatú que serviría de dormitorio y sala de reuniones. EI refugio antiaéreo tenía capacidad para alojar a cuatro personas en posición horizontal. Las labores de ingeniería mantenían ocupada a la tropa en esos días.
La topografía del terreno ofrecía un blanco perfecto para la artillería enemiga. Las montañas de la subzona tres eran muy diferentes a las del resto del departamento. Situadas a mayor altura y cubiertas de enormes pinos, por las noches y en las madrugadas se transformaban en verdaderas neveras. Bañarse por las mañanas no solamente era un acto de valentía y coraje, sino que además había que tener mucha suerte para encontrar algún pozo lleno de agua.
EI viento silbaba atravesando las hileras de pinos, penetrando en los cuerpos entumecidos de los pocos valientes que esperaban su turno para bañarse y lavar la ropa.

Las temperaturas en noviembre son por lo general más bajas que en el resto del año en todo el territorio salvadoreño. A Jorge, ese mes le recordaba los viajes con su padre al volcán de San Salvador. EI frío intenso paralizaba los dedos de los cortadores de café, quienes de madrugada partían a los lugares más altos de la finca el Jabalí a ganarse unos pocos pesos. La débil luz del beneficio alumbraba la fila de campesinos, muchos de ellos chalatecos, con sus machetes “Guarisama[2]” a la cintura y la matata[3] de henequén al hombro. Algunos se quedaban a dormir en los cafetales soportando a la intemperie las frías noches.
En esos momentos Jorge extrañaba mucho el radio Sanyo, regalo de su padre. En algún lugar de las montañas había quedado aquel pequeño recuerdo. German lo había extraviado durante la última invasión.

La falta de vitamina D y C se hacía notar en el organismo de Jorge. Tenía la dentadura hipersensibilizada y muchas manchas color café en la cara. Los dolores producidos por las almorranas y la bronquitis crónica se habían convertido en la causa principal de muchas noches de insomnio. A pesar de todo se sentía fuerte y se consideraba sano, tanto más cuando él no era el único en tales condiciones. Algunos padecían de úlceras en el estómago y migrañas, como era el caso de German y Odul; otros de diarrea amebiana, otros de bronquitis y otros tantos de paludismo. En fin, entre todos se repartían las diferentes enfermedades virales, bacteriológicas y sicosomáticas, que de hecho formaban parte de la vida normal en la montaña.

Jorge estaba satisfecho consigo mismo. EI trabajo político con el “batallón” lo mantenía muy ocupado. EI aseguramiento político de la tropa era tan importante como el aseguramiento logístico y algunas veces, más importante. EI contenido del trabajo político había sido discutido previamente con Bernardo y correspondía a las necesidades político–militares en ese período de la guerra. Por las noches las conversaciones entre Bernardo y Jorge se centraban en temas tabús. Con el tiempo Jorge había aprendido a conocer a los “marcialistas”, a los “ana-mariístas” y a los “loyolistas”. EI hecho mismo de no participar activamente en las estructuras partidarias, puesto que no era miembro del partido, lo colocaba en una posición favorable por una parte y desfavorable por otra. EI desconocimiento de los verdaderos motivos de la lucha ideológica al interior de las FPL, le impedía ver con claridad meridiana los objetivos que perseguían ambas tendencias. Por otra parte, al no formar parte de la membresía, se podía dar el peligroso “lujo” de lanzar sus criticas a los cuatro vientos. Sin embargo, Jorge continuaba creyendo inocentemente en la homogeneidad ideológica de la organización. Pensaba que las diferencias se reducían a las formas y métodos de trabajo. No obstante, las diferencias eran mucho más de contenido que de forma. Para los combatientes y cuadros intermedios del partido, Marcial continuaba siendo el líder indiscutible de la revolución salvadoreña.


– ¿Y vos conociste a Eugenio?–preguntó Bernardo.
– Claro – respondió Jorge.
– ¿Qué opinión tenés de él?
– Yo lo encuentro simpático...
Jorge sabía que Bernardo no le estaba preguntado a cerca de las virtudes y defectos de Eugenio, sino que su pregunta estaba dirigida al plano político-ideológico, pero se guardó para sí, el nombre chistoso, pero peyorativo de “la mara let it be” conque Eugenio definía a los comandantes jóvenes.
– Parece ser que tuvo problemas de adaptación – comentó Bernardo.
– Las hemorroides lo tenían bien jodido – señaló Jorge. Algunos dicen que desertó.
– ¡Eso no es verdad! – intervino rápidamente Bernardo. ÉI está trabajando en la Metro.
– Pues acá eso es lo que se maneja – continuó hablando Jorge. También se dice que lo sancionaron por faltas que había cometido...
– Bueno, contáme – dijo Bernardo cambiando el contenido de la conversación. ¿Cómo fue que llegaste acá?
– ¡Puta! es una historia larga – dijo Jorge al tiempo que chupaba el cigarrillo.
Jorge partía de la base que Bernardo tenía conocimiento en detalle de su currículo político aunque suponía que Edmundo, quien conocía su historia de primera mano, lo había informado previamente. A pesar de eso, no tuvo reparo en contársela de nuevo.
– Edmundo ya me había contado algunas cosas – intervino Bernardo. Mañana continuaremos conversando; ahora tenemos que dormir.

Jorge apagó la candela que alumbraba el tatú, pero sus pensamientos todavía seguían iluminados. Bernardo era el primer cuadro del partido que establecía con él un contacto directo a nivel político–ideológico, más relajado y sin formalismos jerárquicos. Por primera vez, Jorge tuvo la impresión que alguien en el partido se interesaba seriamente por su participación en la guerrilla. Con muchos cuadros había conversado, pero ninguno se había interesado en conocer realmente cuáles eran sus pensamientos políticos e ideológicos. Jorge supuso que Bernardo a lo mejor podría identificarlo como seguidor de la política de Marcial, ya que el frente externo en Europa era ciento por ciento marcialista. Pero Jorge había dejado de ser “marcialista” desde hacía muchos meses. A esas alturas lo único que le interesaba era mantener un análisis marxista revolucionario, que lo guiara en el laberinto político–ideológico en que se había transformando las FPL-FM. Y vaya que no era fácil sobreponerse a la tentación de sentirse marioneta en ese teatro de operaciones político-ideológico. Había asumido desde el principio, conscientemente, su rol de peón en la revolución salvadoreña, pero no el de títere de ventrílocuo. Nunca había pretendido ser alfil o caballo en el tablero de las FPL. Jorge nunca conoció personalmente a Marcial ni a la Comandante Ana María, por lo tanto no tenía una opinión objetiva acerca de las dos personalidades y sus diferencias político-ideológicas. Y aunque había conocido, eso sí, a todos los alfiles y caballeros que habían habitado hasta ese entonces en el bastión de Chalatenango, tampoco podía juzgarlos a nivel político-ideológico, pues ellos nunca conversaron con él acerca de esos temas.

Bernardo, sin quererlo, pues no podía conocer sus pensamientos, estaba contribuyendo a encender pequeñas luces de esperanza. Jorge se quedó dormido escuchando el “Vamos a andar” de Silvio Rodriguez en aquel pequeño tatú del campamento guerrillero de El Candelero que compartiría todas las noches durante tres meses con Bernardo Torres, el joven comandante guerrillero más íntegro que había conocido hasta la fecha en todo el frente de guerra Apolinario Serrano : “….Vamos a andar/ en verso y vida tintos/ levantando el recinto/ del pan y la verdad// vamos a andar/ matando el egoísmo/ para que por lo mismo/ reviva la amistad// Vamos a andar/ hundiendo al poderoso/ alzando al perezoso/ sumando a los demás//.vamos andar/ con todas las banderas/ trenzadas de manera/ que no haya soledad// Que no haya soledad// Que no haya soledad// Que no haya soledad// vamos a andar/ para llegar a la vida…”


La vida en El Candelero comenzaba a las cinco de la mañana. Normalmente era Bernardo quien dirigía los ejercicios matutinos. Con el sol emergiendo a su espalda, el jefe de batallón arengaba a la tropa. Después le tocaba el turno a Jorge. Cerca del campo de entrenamiento se reunía con los jefes de pelotón, escuadras y miembros del partido. Con Bernardo habían preparado algunos temas político-ideológicos, los cuales se discutían diariamente con los jefes guerrilleros y estos a su vez, los transmitían a la tropa.
Esa mañana analizaron la importancia del gobierno democrático revolucionario. A pesar de que desde hacía varios meses ya nadie en el Apolinario Serrano hablaba del Gobierno Democrático Revolucionario (GDR). La plataforma programática de ese gobierno había desaparecido por completo del vocabulario político-propagandístico del FMLN. No obstante, para los combatientes, es decir los peones de la revolución, los objetivos revolucionarios del GDR seguían siendo válidos y además correctos. Es decir que el objetivo fundamental de la discusión política con los jefes de las unidades de vanguardia era el de hacer hincapié en el carácter socialista de la revolución salvadoreña, lo cual implicaba la ratificación de la alianza obrero-campesina como la fuerza hegemónica y determinante del proceso revolucionario.

Para esos días se preparaba una operación militar cuyo objetivo era el de recuperar alimentos. En la carretera Troncal del Norte se encontraba el puesto de abastecimiento del Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA). Por la noche los guerrilleros asaltaron las instalaciones gubernamentales sin disparar un solo tiro y se llenaron dos camiones con latas de leche en polvo, arroz, frijoles, sal y azúcar. Con el material recuperado tendrían alimentación durante dos o tres meses. AI día siguiente del operativo militar, se podía reconocer el camino recorrido par la columna guerrillera. ¡Por todos lados olía a excremento humano! Un guerrillero ávido de leche había destapado un tarro de cinco libras. Mezcló el contenido con agua y azúcar y se preparó una suculenta cena. La diarrea no se hizo esperar. EI pobre hombre fue marcando todo el camino desde la Troncal del Norte hasta el Higueral con sus violentas evacuaciones. Con los alimentos obtenidos llegó el tiempo de las vacas gordas.

Bernardo había ordenado la construcción de una “cocina vietnamita”. Esta consistía en un largo túnel, el cual tenía varios respiraderos colocados de tal manera que el humo del fogón se dispersaba a lo largo del túnel. La olla gigante de hierro donde se cocinaban los frijoles para más de trecientos guerrilleros se encontraba en un hoyo. Esta era una de las medidas de seguridad que tomaba el mando guerrillero para evitar ser detectados por los aviones. Todas las tardes Bernardo y Jorge visitaban los diferentes campamentos para conversar con la tropa. Con la llegada de los destacamentos dos y cinco, las montañas del Candelero hervían de combatientes. EI carisma de Bernardo se hacía sentir. A la hora de la comida, él tomaba su plato y esperaba su turno como cualquier combatiente. Esta práctica contrastaba con la de algunos comandantes guerrilleros, quienes se hacían servir la comida en sus puestos de mando.

Las tareas de Jorge no se limitaban a la exposición de temas puramente políticos. Algunas veces actuaba como consejero matrimonial. Una tarde, la “China” se acercó a Jorge con la intención de conversar. Beatriz era su nombre de guerra pero todos la llamaban por su apodo. La “China”, de piel morena y contextura fuerte, y de unos ojazos negros seductores que paralizaban la respiración de sanos y enfermos, era junto a “Ana María/Filomena”, una de las combatientes más hermosas que había para ese entonces en el frente norte. La relación de la “China” con Medardo había comenzado meses atrás en el volcán de San Vicente. El hecho que Medardo fuera su jefe superior inmediato no había ocasionado hasta la fecha ningún problema, puesto que Medardo, inteligente como era, sabía mantener la ecuanimidad y ponderación en la filas. Desde los días de San Vicente vivían como marido y mujer. Ellos no tuvieron que pasar por los ritos y tradiciones que imponían los cánones partidarios.

El lineamiento político que regulaba las relaciones afectivas había estipulado que había que pasar por tres etapas previas antes de llegar a las relaciones sexuales: La primera comprendía la fase de atracción recíproca. La siguiente recibía el nombre de conocimiento mutuo. En la última se profundizaban los sentimientos. Pasadas estas tres fases se obtenía el permiso para casarse. Así lo estipulaba el código ético-moral de las FPL-FM en esos días. Aunque no todos los “cuadros” de dirección se regían por esa regla eclesiástica. Había incluso una compañera de dirección, con grado de comandante, al parecer más emancipada sexualmente que el común de la mujer salvadoreña en esos tiempos, es decir, daba rienda suelta a los placeres de la carne, sin importarle el-qué-dirá-de-la-gente. La compañera comandante no le pedía permiso ni a la Comisión Política ni al Comando Central ni a nadie para tener relaciones sexuales con quien se le antojara y estaba en todo su derecho.  

– ¿Qué dice la mujer más linda de El Candelero?
– ¡Tan pajero que sós vos, Jorge! – exclamó Beatriz.
– ¡A la puta! ¡Y no es cierto, pues! Lástima mi amor, que ya tienes dueño de lo contrario te robaría...
La “China” gozaba con las bromas de Jorge, la confianza que tenía en él, le permitía comportarse libre y sin prejuicios. No era la primera vez que conversaban. En muchas ocasiones habían hablado los tres acerca de muchos temas que iban desde la sexualidad, incluyendo la homosexualidad femenina y masculina, hasta la emancipación femenina de las europeas.
– No jodás, Jorge. Yo sé quien es la que a vos te gusta.
– Mira China. ¿Y la “Negra” ya sabe que ella me gusta? – preguntaba Jorge.
– ¡Preguntáselo vos!
– Puta, China no seas mala, dame aunque sea una ayudita...
– Vos de todas maneras estás casado – contestaba riéndose la joven guerrillera.
– Y eso que importa. Una canita al aire, a cualquiera se le perdona… ¿No te parece?
– ¡Ay, no! Lo mismo dice Medardo. Ustedes pareciera que fueran uña y mugre...
– Bueno, ya vamos entrando en materia. Cuéntame, ¿Qué putas te pasa ahora con el pelotudo de Medardo?
– Fijáte que Ana María me contó que Medardo le había propuesto que fueran novios. Ella le dijo que ya me tenía a mí. ¡Imagináte vos! ¡El muy cabrón! Lo que más rabia me da, es que el pendejo le dijo que yo no me iba a dar cuenta.
Entre casados y hermanos nadie meta sus manos, reza el dicho popular y eso fue precisamente lo que Jorge hizo. La joven guerrillera desahogó sus penas y después de un par de días de enojo, la relación volvió a su curso normal.


La concentración de fuerzas guerrilleras en la zona tres anunciaba una nueva ofensiva militar del FMLN. Por las mañanas se reunían más de quinientos guerrilleros en la planicie de El Candelero, armados y equipados como un ejército regular. Durante el día se organizaban maniobras militares. Las clases de infantería iban haciendo más elegantes y más marciales las formaciones. Ya no se trataba del grupo de guerrilleros mal armados y vestidos de civil. Se trataba más bien del ejército guerrillero más fuerte en Latinoamérica en esos momentos. Nunca antes en el continente americano se había desarrollado tal fuerza militar. La táctica guerrillera de “golpe y huye” iba quedando atrás. Ahora se trataba de pasar a una guerra de movimiento, de buscar los centros neurálgicos del poder enemigo. Era necesario comenzar a golpear con toda la fuerza la columna vertebral del gobierno, inmovilizar el resto del cuerpo enfermo para acabar con el cerebro ubicado en San Salvador. Hacia ese lugar apuntaban los fusiles guerrilleros... EI mando estratégico de las FAPL también se encontraba en El Candelero. EI Comandante Dimas había rechazado la propuesta de Bernardo que Jorge asumiera, oficialmente el cargo de responsable político del “batallón”. No obstante, Jorge continuó realizando en la práctica las tareas políticas en la unidad militar. Situación que infería tres posibilidades: a) falta de personal idóneo que lo sustituyera, b) Jorge realizaba bien las tareas c) la “no oficialización” de la responsabilidad era una medida educativa de “proletarización”, que era otra forma de expresar sumisión. Aunque a estas alturas, Jorge estaba por encima de esas cosas. Había aprendido con el tiempo a no darles demasiada importancia.

Todas las tardes las unidades militares tenían que rendir honores a la bandera roja y presentar armas a la Comandancia. La rigidez piramidal de los partes de guerra convertía estos actos en cierta medida tediosos y aburridos. Pero era necesario mantener una férrea disciplina y mística militar.
Agustín, un campesino chalateco, fungía como responsable de avituallamiento y abastecimiento. Como todos los jefes, Agustín también tenía que informar al mando el estado de su tropa. Cada vez que daba el parte de guerra, provocaba las risas de jefes y combatientes.
Siempre confundía el número de los presentes con el de los ausentes. La solemne ceremonia comenzaba con el acostumbrado:
“…para todas las unidades... fiiirrrmeeesss..”
“…compañero jefe de pelotón le doy parte que...”
“…compañero jefe de destacamento le doy parte que...”
“…compañero Bernardo, le doy parte que...el destacamento….columna…”
“…compañero Comandante Dimas le doy parte que las unidades de vanguardia, columnas guerrilleras y personal de las secciones del Estado Mayor se encuentran formadas y listas para rendir honores a la bandera roja…”
La palabra batallón era tabú para ese entonces.
“...parte recibido...
“…preeseenteennn arrrrrmaaaaaaaassss…”
"... se alza ya nuestra roja bandera, a triunfar o a morir llama ya, por la patria y el mañana socialista El Pueblo armado vencerá...”
“…Guerrilleros, milicianos, combatientes de la libertad, nuestras armas nos darán la victoria popular, la victoria popular…”
"... Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan y gritemos todos unidos:
¡Viva la Internacional!
“...!deeescanseeennn arrrmasss!..."
Las consignas seguían siendo – casi – las mismas, solamente una había sido excluida del repertorio: ¡Comandante sólo hay uno!...! Marcial, Marcial, Marcial... ¡

El asesinato de cuatro periodistas holandeses el miércoles 17 de marzo de 1982 había conmovido la opinión internacional. Agustín era el único sobreviviente de aquella mortal y trapera emboscada en las cercanías de DuIce Nombre de María. Había viajado a Europa con el propósito de relatar a la opinión pública y en especial al gobierno holandés, lo sucedido aquella tarde de marzo.
– Mira, Agustín, ¿Y cuántas mujeres conquistaste allá en Holanda? – preguntaba Jorge con picardía.
– ¡No jodás, yo no fui a eso! – exclamaba ofendido Agustín.
– No me vengas con pajas, Agustincito, sí yo conozco como es la onda por las Europas. ¿Me vas a decir que no conociste a ninguna holandesita, rubiecita y coloradita?
Agustín miraba fijamente a Jorge tratando de descubrir sus propósitos.
– Mirá, Agustín. ¡Dejémonos de cuentos! En Europa hay muchas mujeres que se mueren por un polvito guerrillero...
La sonrisa del jefe de “abastos” delataba sus pensamientos. Lentamente sacó una foto del bolsillo del pantalón...
– ¡Aja, con que no me equivoqué!
– No, hombre, sí no pasó nada – decía Agustín turbado.
– Te llevó a su casa, ¿no es cierto?
– Si…
– ¿Y te quedaste a dormir donde ella?
– Es que ya era muy tarde y no podía regresar a donde Gregorio…
Agustín sabía que Jorge conocía a Gregorio, pero lo que probablemente nunca llegó a saber, fue que Gregorio se llamaba Miguel Bonilla[4], un joven salvadoreño académico muy dedicado a la revolución salvadoreña y una persona íntegra, de grandes valores morales. Miguel Bonilla junto a otros jóvenes revolucionarios salvadoreños en Europa, muchos de ellos profesionales brillantes del más alto nivel académico, construyeron uno de los movimientos solidarios más fuertes en la historia de ese continente con el pueblo salvadoreño y su revolución. El sello de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí en el movimiento de solidaridad europeo era inconfundible y la influencia del Comandante Marcial era un hecho innegable. Por ese motivo y con justa razón, siempre se supuso que el frente externo de las FPL-FM era “marcialista”. ¡Las FPL eran Marcial y Marcial eran las FPL!
– ¡Ay, Agustincito!, no mientas, no mientas...
– La moral revolucionaria de nuestro partido prohíbe hacer esas cosas – decía Jorge, mientras le guiñaba un ojo a Medardo.
Pero Agustín, quien también era bastante chistoso y de buen humor, se defendía como gato panza arriba, a sabiendas que Jorge solamente estaba bromeando.
– ¡Si no le voy a contar a nadie! – insistía Jorge, conteniendo la risa.
– De todas maneras Gregorio me contó en una carta todas tus aventuras amorosas…
La mentirilla de Jorge surtió efecto. Agustín, riéndose como un chiquillo sorprendido in flagranti, aceptó de buena gana y orgulloso la “canita al aire” holandesa.
Jorge soltó sonora carcajada.
– Así que conociste el olor del quesito holandés picarón. Si no me das dos cajetillas de delta, ¡te pongo el dedo! – repetía Jorge– sin dejar de reírse.
Agustín estaba muy lejos de parecerse a aquellos paladines de la incontinencia revolucionaria que hacían las del cura follador Gatica, quien a toda hora el celibato predica, pero nunca lo práctica. Agustín había llegado a Holanda a demostrar que los periodistas habían sido fríamente asesinados por el ejército salvadoreño y lo había conseguido.


Diciembre moría lentamente. Como de costumbre, la tropa se dirigió sigilosamente a realizar el matutino. Bernardo arengó vehemente a la tropa aquella mañana fresca, bajo la suavidad de la brisa. El olor a resina de pino inundaba el sitio y los rayos dorados del amanecer abrazaban tibiamente a los guerrilleros.
EI jefe militar presagiando a lo mejor futuros turbulentos comenzó diciendo:
"... camaradas, combatientes. Nunca antes el pueblo salvadoreño se había encontrado tan fuerte y poderoso. Días, semanas, tal vez meses de gran importancia nos esperan. En todos estos años de cruenta lucha, nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Populares de Liberación han dado muestras de heroísmo, valentía y decisión. Aún se respira el olor a pólvora de las primeras balas disparadas en contra de la tiranía. La ofensiva de enero solamente fue el inicio de las grandes batallas que se avecinaban. Todos comprendimos en aquel momento que no bastaba con el deseo y la voluntad de tomarnos el poder. Fue necesario preparar mejor nuestras tropas, hubo necesidad de elevar los conocimientos técnico-militares de jefes y oficiales. Ninguno de nuestros dirigentes tenía experiencia en la dirección de grandes contingentes armados. Fuimos aprendiendo sobre la marcha, pero sin perder de vista nuestros objetivos principales. EI Comando Central, sabiamente, definió una estrategia parcial que se resumió en la consigna de Resistir, Fortalecerse y Avanzar. Durante el ochenta y uno, el enemigo se lanzó como fiera herida sobre nuestros campamentos. Todos recordamos la gran ofensiva militar de octubre. La derrota sufrida por el ejército títere selló con broche de oro esa etapa de resistencia. Quedó demostrado que el alto mando militar era incapaz de derrotar al movimiento guerrillero, a pesar de que en aquel entonces éramos solamente un puñado de combatientes, mal entrenados, mal equipados y con poca experiencia combativa. De allí en adelante creceríamos enormemente. La formación del primer destacamento de las Unidades de Vanguardia José Dimas Alas, fue la semilla de este Ejército Popular de Liberación.
Así pasamos en 1982 a nuevas formas de hacer la guerra. EI ataque a la comandancia en la población de San Fernando, muy cerca de acá, representó un salto de calidad en el proceso revolucionario. Fue entonces cuando nuestro partido definió esa nueva etapa de desarrollo con la consigna de Aniquilar, Requisar y Vencer. Muchas armas se han recuperado desde entonces, muchos son los que se han integrado a nuestras Fuerzas Armadas Populares, muchos son los puestos militares derrotados. Prácticamente podemos decir, que más de la mitad del departamento de Chalatenango está bajo nuestro control. Hemos recorrido un gran trecho del camino en tan poco tiempo. Lo que hace algunos años nos parecía casi un sueño, hoy al verlos a ustedes formados aquí en EI Candelero, no podemos más que expresar nuestra alegría. ¡Los sacrificios no han sido en vano!
Camaradas, continuemos haciendo todos los esfuerzos por alcanzar en un futuro no muy lejano las aspiraciones de los obreros y campesinos. Debemos elevar los niveles de sacrificio y estoicismo para lograr la instauración del gobierno democrático revolucionario que nos permitirá crear las condiciones materiales, políticas y sociales necesarias para la construcción del socialismo. Las estrofas que diariamente entonamos no son simplemente frases frías y sin contenido. Ellas encierran todas las aspiraciones del pueblo sencillo y trabajador de EI Salvador. Ellas expresan nuestros ideales, nuestro mañana. Todos nosotros estamos luchando por una sociedad más justa y mas humana, una sociedad donde exista el verdadero amor a la vida, donde el trabajo creador sea la fuente de desarrollo, donde el arte y la cultura sean beneficio de los obreros y campesinos. Por eso estamos luchando, camaradas, por eso estamos dispuestos, si es necesario, a dar nuestras vidas. Debemos tomar conciencia que aún falta bastante por andar. No nos permitamos caer en triunfalismos ni en posiciones derrotistas, la toma del poder no está a la vuelta de la esquina. Nuestro partido definió desde su surgimiento, en abril de 1970, una estrategia revolucionaria político-militar y dialéctica de toma del poder.
En poco tiempo, de lo simple a lo complejo, logramos construir un movimiento guerrillero nunca antes visto en América Latina. Ni el movimiento sandinista tenía, antes de la victoria, tantos combatientes como los tiene las FPL en estos momentos. Nos encontramos, doce años después, en los inicios de una guerra de movimiento. En este sentido camaradas, el espíritu que debe reinar de ahora en adelante es de ofensiva continua, de triunfo, de sacrificio, de victoria final. No sabemos hasta donde llegáremos, pero formémonos ya la idea de alcanzar nuevos teatros de operaciones. Si podemos atravesar el lago Suchitlán, no vacilaremos ni un momento en unir al Felipe Peña con el Apolinario Serrano.
¡A combatir sin tregua al enemigo! ¡Vivan nuestros héroes y mártires! ¡Viva la alianza obrero-campesina! ¡Vivan las FPL! ¡Viva el FMLN! ¡Revolución o muerte! ¡EI pueblo armado vencerá!


Bernardo Torres murió meses más tarde en Chalatenango. La guerrilla, bajo las órdenes de Bernardo, intentó el 19 de marzo de 1983 atacar el puesto militar del Limón ubicado en la bifurcación de la carretera que conduce a la ciudad de Chalatenango y Concepción Quezaltepeque. La acción fracasó.  EI combate se había iniciado antes de la hora prevista. AI perderse el factor sorpresa la situación operativa cambió bruscamente. El combate con el enemigo se prolongó hasta la madrugada. Los refuerzos del cuartel el Paraíso habían chocado con la emboscada de contención. Cuando Bernardo recibió el mensaje que el enemigo avanzaba en esa dirección, envió al pelotón tres del destacamento dos, al mando de Odul, a reforzar esas posiciones y permitir la retirada de las unidades de vanguardia que atacaban el puesto militar del  Limón. A las once de la mañana Bernardo dio la orden de retirarse escalonadamente del teatro de operaciones. 

La “Paciencia” sobrevolaba el terreno. AI parecer el piloto había detectado la ruta que llevaba la columna. EI aparato se lanzó en picada y disparó dos rockets. En ese instante los guerrilleros se lanzaron instintivamente al suelo buscando protección. Los dos proyectiles hicieron impacto en las cercanías. Posteriormente la columna continuó la marcha rumbo al Candelero. Normalmente la posición de los jefes y del personal de apoyo de la operación está ubicada, por razones precisamente de seguridad, siempre en el centro de la columna. Pero ese trágico día, o las unidades militares salieron en desbandada a la de “sálvese quien pueda” o la mano negra de la muerte vestida de cohete dejó ciego, sordo y mudo a todos los guerrilleros que marchaban en la cercanía del joven comandante. ¡Recién una hora más tarde se percataron de la ausencia de Bernardo Torres! German envió de inmediato a un pelotón a buscar al jefe extraviado. Bernardo había muerto. Uno de los rockets lo habría destrozado. Esa fue la información que dieron los guerrilleros que lo encontraron.

EI sueño de ver crecer a su hijo en la patria liberada había quedado truncado en el intento de alcanzar la otra orilla del Suchitlán. Bernardo había sido barredor de resabios pequeñoburgueses, constructor de amaneceres y esperanzas, rabo de nube proletaria. Aquel, que presagió la tempestad que se avecinaba y el huracán ideológico que barrería los campos cultivados con las manos laboriosas de campesinos y obreros del partido, había muerto. EI mortal disparo le robó el tiempo que necesitaba para encender una luz en las sombras de la intriga, la envidia y el vituperio político en contra del fundador de las FPL-FM.



[1] Los Pipiles son un pueblo indígena de origen tolteca que se asentaron, según los historiadores, en Guatemala, Honduras y El Salvador.
[2] Machete más largo que el normal. Los chalatecos solían portar este tipo de instrumento de trabajo y además de defensa.
[3] matata o matate: Bolsa de cuerda de pita que usan los campesinos para transportar alimentos u objetos.
[4] Miguel Bonilla: Murió en agosto de 1983 días más tarde después de celebrado el VII Congreso Revolucionario de las FPL–FM en algún lugar de Chalatenango. Supuestamente víctima de un bombardeo aéreo. Miguel, quien nunca antes había estado en la montaña, había ingresado al frente norte exclusivamente para participar en la reunión plenaria de concejales.

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