domingo, 24 de abril de 2011

Las ilusiones perdidas del Captain America en Libia

La fantasía es la facultad del hombre de generar pensamientos e ideas, las que pueden reflejar o no la realidad del mundo material. La fantasía es inagotable y no tiene límites ni fronteras. La creatividad, es decir la fantasía aplicada a la realidad, por el contrario, está sujeta a determinadas condiciones objetivas, que en definitiva la limitan, es decir, que la fantasía para que realmente sea fructífera, tiene que tener una importancia práctica, ser original y novedosa. La idea que no cumpla con estos criterios, puede ser fantástica, pero no pasará de ser más que una imagen en el universo del cerebro humano.

Los americanos en general, son un pueblo propenso a vivir en un mundo de fantasía. El mundo de Truman, personaje principal de la película The Truman Show dirigida por Peter Weir y Jim Carrey como Truman Burbank, es una sociedad manipulada por los medios de comunicación y también saturada de tiras cómicas con sus poderosos personajes fantásticos y parques de diversión de ensueño, donde todos los ciudadanos son blancos y rubios, los domingos van a misa y respetan las fiestas de guardar, según lo dictan los valores ético-morales del estilo de vida americano. Un mundo perfecto y bueno, alejado del mal y protegido siempre por el súper soldado Captain America.

Por el contrario, los americanos, en particular los que integran el Pentágono y la Casa Blanca, son gente racionalista, creativa y muy ingeniosa, cuando se trata de hacer la guerra. Con el pragmatismo que los caracteriza, estos americanos defienden tanto los intereses de la industria bélica, como los valores de su sociedad y de paso, aprovechan las guerras para hacer de ellas un negocio redondo, inventando astutamente conflictos donde no los hay y saben cómo ninguna otra nación en el mundo, utilizar el terreno de operaciones bélico como un gran laboratorio real, para ensayar nuevas tecnologías y armamento sofisticado. Siguiendo esta lógica industrial-militar y política, el Commander in Chief de las fuerzas armadas norteamericanas y Premio Nobel de la Paz, Mr.Barack Obama, ha ordenado la utilización de aviones sin tripulación, conocidos por su nombre de pila Depredador, en las operaciones militares contra Libia. Estas máquinas, fantásticas e infernales, son tele dirigidas por pilotos especiales, quienes a través de sus monitores ubicados en algún lugar secreto del mundo occidental, ejecutan las maniobras y piruetas aéreas más inverosímiles acertando siempre al blanco. Todas estas maravillas de la tecnología digital, son realizadas sin arriesgar la vida de los pilotos ni la de los rebeldes ni la de la población civil. Los únicos que mueren en este tipo de acciones militares son al parecer los soldados de Gadafi.

Honorato de Balzac en su novela Ilusiones Perdidas, relata la historia de Lucien, un joven provinciano quien al ver por primera vez a Louise, loco de amor, quedó deslumbrado de sus rizados cabellos rubios semejantes a los rayos del sol, del destello de sus ojos grises, del delicado blanco pálido de su piel, típico de una dama de alta alcurnia, de lo respingado de su nariz, que hacía resaltar el brío real de una condesa y de su pecho, blanco como la nieve, escondido tras el escote seductor de un elegante vestido, que dejaba entrever sus bien formados y vírgenes senos. Después de un tiempo, Lucien volvió a encontrarse con Louise en un teatro de París y esta vez la percibió tal y cual ella en realidad era. Tenía ante sí a una mujer, alta, flaca e insípida, de cabellera color rojo intenso, huesuda y sin una miga de erotismo. Louise no era más que una flor marchita, común y silvestre.

Algo parecido a lo que le sucedió a Lucien, le pasa a los americanos y sus aliados cuando se embarcan en sus aventuras guerreras. Al principio tienen la fantasía que todo es como en un cuento de hadas, donde todo se soluciona con una varita mágica como el aprendiz de brujo de Johann Wolfgang von Goethe, pero después de trascurrido un tiempo se despiertan de su sueño y descubren que la muerte es fea, ciega, muda y no hace diferencia de etnias, culturas, ideologías y creencias religiosas.
Las únicas guerras, en las que el Captain America sale siempre invicto y sin bajas, son las que se desarrollan en las consolas Play Station. Libia, por el contrario, es real y además un hueso duro de depredar.


Roberto Herrera 24.04.2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario