La historia contemporánea está plagada de compromisos, contratos y acuerdos bilaterales entre Estados, los que generalmente son digeridos, en el mejor de los casos, de mala gana por la ciudadanía, o bien, en el peor de los casos, provocan un rechazo total.
La invasión de Polonia por parte del ejército alemán el 1 de septiembre de 1939, estaba contemplada en uno de los anexos secretos del acuerdo bilateral de no agresión, firmado por Joachim von Ribbentrop en representación del Tercer Reich y Wjatscheslaw Molotov por parte de la Unión Soviética, el 24 de agosto de ese mismo año, bajo la presencia y supervisión de José Stalin y el embajador alemán en Moscú, Friedrich Schulenburg. Cada Estado tenía su razón, pero quienes salieron zurrados, fueron en realidad todos los pueblos del mundo, que en definitiva estuvieron involucrados directa o indirectamente en la guerra mundial que se desató. Hitler rompió el pacto de no agresión el 22 de junio de 1941 y sorprendió a Stalin en paños menores en la alborada de la Gran Guerra Patria.
Mientras más socialmente revolucionada se encuentre una sociedad determinada, más difícil resulta para la población civil, consiente y revolucionaria, comprender el proceder y accionar de los políticos en la palestra mundial, sobre todo el silencio sepulcral frente a temas que tienen relación con las razones de estado. Y no se trata aquí, que la población civil reciba declaraciones oficiales y escuetas a través de la prensa nacional y extranjera, sino más bien de instruir al pueblo a través de las instancias sociales, políticas y partidarias acerca de los móviles del accionar político-diplomático. El caso del periodista colombiano Joaquín Becerra, supuesto miembro de las FARC-EP, deportado por las autoridades del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, causa sorpresa, malestar y hasta vergüenza. Yo me pregunto, ¿cuáles son las razones del Estado venezolano para tal determinación? ¿En qué medida se fortalece la revolución socialista bolivariana con la extradición de Becerra? ¿Qué ganan los pueblos de Colombia y Venezuela?
Existen razones de estado, que definitivamente no favorecen sustancialmente a la sociedad. En tanto que otras, cuyo beneficio popular no es explícito y requieren de un esclarecimiento. En este caso el pueblo tiene sobradas razones para criticarlas y exigir por ende su trasparencia. Así también hay razones de Estado que fortalecen a todas luces los procesos revolucionarios. Por ejemplo, la búsqueda de restablecer las relaciones bilaterales a nivel diplomático, político, cultural y económico; normales, directas y sin condiciones con el gobierno de los Estados Unidos, podría considerarse como una razón del estado cubano, cuya importancia y repercusión positiva en el desarrollo de la revolución cubana es evidente. Tomando en cuenta el papel geopolítico pro imperialista que Colombia desempeña en la región, no cabe la menor duda, que para el gobierno de Hugo Chávez, el establecimiento y consolidación de buenas relaciones político-diplomáticas con Colombia tiene un carácter estratégico. Ahora bien, ¿cuál es el precio que tiene pagar la revolución bolivariana para lograr este objetivo?
No todas las razones de Estado son siempre secretos estatales, pero las razones del Estado venezolano en relación a Becerra, como canta Joaquín Sabina, nos han fastidiado.
Roberto Herrera 30.04.2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario